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La verdadera química está entre la gente

La mejor reacción donde se libera mucha energía es la que se crea entre los corazones, afirma el joven camagüeyano Reinaldo Román Martín Pardo, ganador de la medalla de bronce en la Olimpiada Internacional de Química

Autor:

Ana María Domínguez Cruz

Confiesa que la motivación por el mundo de la ciencia le llegó a través de su hermano, quien ha participado en eventos internacionales en la asignatura de Física. Sin embargo, a Reinaldo Román Martín Pardo, estudiante del Instituto Preuniversitario Vocacional de Ciencias Exactas Máximo Gómez, en Camagüey, el conocimiento de las diferentes ramas científicas y el análisis de las reales posibilidades de aprovechamiento en su provincia, lo llevaron por el apasionante camino de Mendeleiev, las soluciones salinas, los hidróxidos, los alcoholes, la formación de moléculas, entre otros temas.

Luego de tres años de fuerte entrenamiento como integrante de la preselección nacional, guiado por su profesor Julio Rodríguez Benítez, «al que tanto le agradezco», Reinaldo resultó seleccionado para representar a nuestro país en la edición 43 de la Olimpiada Internacional de Química, celebrada en Ankara, Turquía, del 9 al 18 de julio, en la que participaron 270 estudiantes de 74 países. Además fue el escogido para el discurso en español durante la ceremonia inaugural, en el que agradeció mucho poder estar allí.

«Me sentía muy tensionado y comprometido al mismo tiempo. No solo era yo, Reinaldo, quien debía dar lo mejor con la aspiración de obtener una buena posición. Más que yo, era Cuba, mi país, que tiene excelente tradición en la participación en las olimpiadas iberoamericanas e internacionales, eventos en los que siempre ha obtenido medallas, incluso de oro, por lo que esperaban de mí el mismo resultado. Yo no podía regresar con las manos vacías», dice el joven para quien el triunfo era como el final de una escalera, por la que se debe subir poco a poco, pero con firmeza.

—¿Cuán preparado te sentiste durante el evento?

—Me sentí mejor de lo que pensé al inicio. A pesar de mis tres años de entrenamiento, el tiempo de preparación para la Olimpiada fue muy corto luego de saber que sería yo quien representaría a Cuba. Hacía muchos ejercicios teóricos y también experimentales, pero la práctica de hacerlos contra reloj nunca te deja totalmente satisfecho. Además, frente a rivales tan fuertes como los asiáticos y los rusos que siempre llevan la delantera en estas competencias, es lógico que los nervios puedan traicionarte.

«Lo primero fue una prueba de laboratorio en la que se debían responder, por un valor de 40 puntos, tres preguntas experimentales en cinco horas, pero el tiempo puede no alcanzar. Tuve que hacer dos valoraciones, mediante una argentometría y una complejometría, para determinar el por ciento de cloruro de sodio y de cloruro de manganeso que había en una mezcla formada por estos elementos, al mismo tiempo que hacía cromatografías de placa fija y de columna, procedimientos muy complejos, para determinar la pureza y el rendimiento de una mezcla de esteroisómeros.

«Esas dos preguntas para mí fueron muy engorrosas, porque la otra, más simple, consistía en determinar la rapidez de una reacción química a partir del volumen de dihidrógeno que desprendía, la que pude resolver en la última media hora. Por eso, lo importante en estos casos, que es el verdadero reflejo del entrenamiento que se ha recibido, es ser capaz de razonar, de analizar, de desarrollar un pensamiento lógico que te permita realizar los ejercicios, aunque nunca antes te hayas enfrentado a uno igual, como me pasó a mí con las cromatografías», explicó Reinaldo.

Dos días después, en las ocho preguntas que componían la prueba teórica, el joven tuvo que demostrar sus conocimientos en cinética, análisis, química cuántica y orgánica, entre otros, para completar una puntuación que le permitió estar entre los premiados.

«Al principio estaba un poco inseguro, no puedo negarlo, pero eso le pasa a todo el mundo. Después de que disfrutas las excursiones a lugares nuevos, que te relacionas con mucha gente buena y atenta, y que te vas enfrentando a las pruebas del evento, ganas en confianza en ti mismo y te llenas de seguridad, de convencimiento de que sí puedes lograrlo.

«De lo único que me arrepiento es de haberle preguntado sobre mi nota al profesor que me acompañó, que hasta el último día del evento no podía tener contacto con él pues estábamos en lugares separados.

«En ese evento se otorgan varias medallas de cada tipo en dependencia de la puntuación, con un rango de uno o dos puntos. Al saberla, rápidamente pude prever que sí obtendría alguna medalla, y tal vez eso le haya restado un poco de emoción al momento en el que la recibí. De todos modos, era demasiada, así que a lo mejor fue bueno también que pasara, ¿no?, para evitar una explosiva reacción», añadió, sonriente.

Lo cierto es que para Reinaldo, quien cursará la carrera de Química en la Universidad el próximo septiembre, lo más estremecedor no fue solamente la obtención del bronce y el quinto lugar de América Latina, sino las relaciones afables que se establecen entre personas hasta ese momento desconocidas, que perdurarán en el tiempo porque no fue cosa de circunstancias sino de sensibilidades.

«Era el único cubano, y al saberlo, muchos se me acercaban y me hablaban de los científicos y los médicos de nuestro país, de sus proezas en el mundo. Los elogiaban, y por eso me acogían, me acompañaban, nunca estuve solo. Hice muchas amistades entre los latinoamericanos, que se mantenían muy unidos y con los norteamericanos también, que tanto querían saber de Cuba y su pueblo. Me aplaudieron mucho durante la premiación, sentí que en ello radicaba la verdadera química. Extraño tanto eso que ahora mismo quisiera que se hiciera una competencia aquí en nuestro país, con tal de estar juntos y volver a tener esa “reacción”, en la que tanta energía se libera.

«Con ese intercambio también conocí los diferentes métodos de entrenamiento en cada uno de los países y supe que el nuestro es uno de los mejores en tanto permite que el estudiante, a la vez que cursa sus estudios, pueda prepararse en la materia y que, llegado el momento de enfrentarse a un evento, pueda ausentarse de las clases para aprovechar más el tiempo, aunque después debe recuperarlas. Quienes asumen este método son precisamente los países que mejores resultados obtienen, y ese valor a Cuba también se le reconoce».

—Hoy, ¿cuánto le agradeces a la Química?

—La Química está en todas partes, sobre todo entre las personas. Es parte de mi vida, no solo porque sienta la curiosidad de ver más allá de las cosas o porque quiera probar las diferentes variables que permiten el funcionamiento de un aparato o la sucesión de algunos fenómenos, sino porque el razonamiento lógico que te desarrolla su estudio permite que en la vida, aun en las situaciones más triviales, puedas aplicarlo. Antes no la apreciaba tanto, pero ahora la visión que tengo ha cambiado y le debo mucho. Por eso quisiera estudiarla en La Habana», concluyó.

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