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¿De todos o de nadie?

En la Cuenca del Cauto la acción indolente del hombre, asociada a ilegalidades e indisciplinas, amenaza el equilibrio de uno de los ecosistemas más significativos del país

Autor:

Mailenys Oliva Ferrales

BAYAMO, Granma.— ¡Dale Pablo, tira esos también!, le grita un individuo a su cómplice de fechorías mientras descargan tranquilamente —convencidos de la impunidad de su acto— los escombros de una construcción a orillas del río Bayamo.

No muy lejos, otros dos hombres, sin advertir la presencia de los guardabosques, cavan y cavan en una cantera furtiva, robándole varios metros de arena al afluente, con el fin de ensanchar sus bolsillos amparados en la ilegalidad.

Estas y otras actividades ilícitas se han convertido en prácticas habituales en la Cuenca del río Cauto, uno de los ecosistemas más importantes del país por su alta capacidad de suministro de agua a la población, en el riego de la agricultura y por la complejidad de su entorno.

Para constatarlo, este diario salió a recorrer algunos de sus kilómetros, donde a plena luz del día aparecieron numerosos infractores —varios de ellos reincidentes— bañando sus caballos en el río, tirando en sus riberas desechos domésticos o lavando autos con productos agresivos al agua. Y, ante la imposición de multas, no fueron pocos los que «ofendidos» agredieron verbalmente a los guardabosques.

Cuenca vulnerable, explotada y en peligro

Con un área que supera los 9 500 kilómetros cuadrados, la Cuenca del río Cauto es la más extensa de Cuba y sus aguas se extienden a las provincias de Santiago de Cuba, Holguín, Las Tunas y Granma, esta última con la mayor porción del 36 por ciento, y por ende la más afectada, al sufrir el impacto de la contaminación de esos territorios.

Debido al uso inadecuado y mal manejo de sus bondades naturales, esta cuenca hidrográfica muestra deterioro de sus propiedades físicas, químicas y biológicas, acelerado por la acción de quienes en su afán de «resolver» lo personal agreden un escenario ecológico que es de todos.

«La cuenca es un área vulnerable y propicia para que se ejecuten indisciplinas e ilegalidades, como la conformación de grandes basureros que favorecen el aumento de la materia orgánica en los ríos y la consiguiente muerte de los animales y plantas que viven en él», explica Luis Canut, especialista de la Dirección Provincial de Planificación Física en Granma.

«Esa misma descomposición de los desechos puede provocar la aparición de plantas acuáticas como el jacinto de agua (ova), una especie invasora que llega a secar ríos porque crea una microfauna alrededor de su sistema e inhibe la presencia de peces; algo que ya es palpable en algunas zonas», apuntó.

Pero no es esta la única ni la más grave indolencia de los ciudadanos que amenaza con destruir el proceso armónico de la Cuenca. La tala de árboles para el empleo y venta ilegal de madera es otro nocivo fenómeno que ha generado la carencia de una galería adecuada, encargada de evitar los desbordamientos de los ríos cuando hay crecidas.

Según señala Jorge Galán, jefe del Grupo de Guardabosques que atiende la Cuenca en el territorio, los más explotados son el cedro (en peligro de extinción), la caoba, el algarrobo, y el bambú en menor medida.

«Esta situación se extiende también a la caza ilícita de especies de la fauna silvestre como jicoteas, bijiritas, cateyes y otros, y al uso de artes de pesca no autorizadas como las tarrayas (redes que arrastran peces sin el pesaje requerido) y chinchorros», añade Galán.

Por otra parte, basta con adentrarse un poco más en la Cuenca y en el «fenómeno» para advertir la formación de notables cárcavas o zanjas, resultado de las escasas medidas de conservación de los suelos, el insuficiente aprovechamiento del agua y la extracción furtiva de arena y arcilla.

«Existen zonas donde las cárcavas alcanzan más de tres y cuatro metros de profundidad, debido a la explotación constante de individuos que se dedican a la venta ilegal de arena y arcilla como material de la construcción», señala Reydel Mendoza, inspector en el municipio de Jiguaní, quien alerta sobre la posibilidad de un movimiento de esos suelos como resultado del serio daño de su capa fértil.

Por otra parte, la escasez de un servicio estable de venta de materiales en el sector estatal ha sido pasto para el quehacer de los irresponsables que lucran con ello.

Al respecto Erick Gil, director de Operaciones de la Empresa provincial de Materiales de la Construcción, refiere: «En este año la producción de arena ha sido insuficiente; solo para la venta a la población hay un atraso de más de 4 000 metros, motivado entre otras razones por el deterioro tecnológico de la Empresa del cacao, principal productora, y la falta de aseguramientos que dependen de importaciones».

Pero también cabe cuestionarse si se trata solo de la falta de escrúpulos de los transgresores. El proceso de formación de cárcavas no le es ajeno a varias entidades estatales que firmaron contratos para extracciones en canteras autorizadas, y estas, luego, han sido víctimas de la dejadez y la inercia de quienes deben velar por su reposición y mantenimiento.

El mismo síndrome es perceptible en la contaminación de los campos de pozos, importantes fuentes de abasto alternativas  para las ciudades, afectados, según señala Canut, «porque no están debidamente señalizados, ni protegidos, ni reforestados para que la población sepa que en estas zonas no deben existir ni industrias ni viviendas, con el objetivo de evitar vertimientos de sustancias tóxicas».

También se unen a la extensa lista de focos contaminantes de este ecosistema, la existencia de viviendas de crecimiento espontáneo en la franja de la Cuenca, la falta de cultura técnica de criadores particulares de cerdos, cuyos vertimientos se infiltran en las aguas subterráneas, y el empleo de productos químicos en plantaciones que carecen de un drenaje apropiado y paran en el río, donde se alimentan los peces que algunos pescadores y sus familias consumen.

Y aunque la mayor parte de esas violaciones vienen de la mano de la ilegalidad, la explotación negligente de recursos y la indisciplina, otras muchas, en cambio, se dan por la falta de control sobre la Cuenca o el desconocimiento de las personas.

Leyes, multas y regulaciones

En el país se ha establecido un conjunto de decretos y leyes que establecen el marco legal del ordenamiento de la Cuenca y regulan las actividades vinculadas al empleo y uso racional de sus recursos.

Figuran, por solo citar algunas, la Ley 21 de Medio Ambiente, la ley 85 de Forestal, la resolución 136/2009 del Citma y el Decreto-Ley 200/99; así como los Lineamientos 120, 133 y 196, en los que está contenida la política para el ordenamiento territorial y ambiental de las regiones.

De acuerdo con esas disposiciones, solo en este año el Cuerpo de Guardabosques de Granma ha realizado más de 135 acciones de enfrentamiento por concepto de violaciones en la Cuenca y hasta la fecha ha impuesto 451 multas, revela a JR la máster Ileana Pacheco, especialista en Gestión ambiental.

No obstante, todos no actúan con igual fuerza. Aun cuando estas actividades ilícitas son penalizadas en el rango de 250 a

5 000 pesos por el Decreto-ley 200 del Citma, lejos de desaparecer se incrementan.

Los resultados de un diagnóstico realizado a la Cuenca, reflejan que en 45 652 inspecciones realizadas, apenas fueron señaladas 15 840 violaciones.

«Filtros rotos» en las instituciones

El sector estatal tampoco está libre del pecado de la contaminación. Existen varias entidades con vertimientos al río por falta de sistemas de tratamiento o deficiencias en el mismo.

Víctor Emilio Salazar, director de la UEB Central Azucarero Grito de Yara (importante foco contaminante), reconoce que deben tomar medidas para que el agua contaminada por el lavado de los equipos no vaya a parar a la Cuenca.

En este sentido el Consejo de la Cuenca en Granma ha desarrollado un programa de saneamiento que exige a estos organismos un plan de rehabilitación. «Con este método hemos reducido las instituciones que contaminaban, pues el propósito es lograr generalizar producciones más limpias, que permitan emplear los desechos de las industrias como materia prima de otra producción», explica Sonia Kile, secretaria de Cuenca territorial en la delegación de Recursos Hidráulicos.

Afortunadamente, algunos efectos ya son palpables. La Hacienda, una entidad donde se botaba el suero y el lavado de la soya, ahora los recupera para la elaboración de yogurt saborizado y la producción de alimento para cerdos.

No obstante esta alentadora práctica, todavía la morosidad en la ejecución de los mantenimientos persiste como una de las deudas pendientes con la Cuenca, sobre las cuales los organismos involucrados en su conservación (Dirección Provincial de Suelo, Citma, Recursos Hidráulicos, la Empresa Forestal y Cuerpo de Guardabosques) deberán seguir perfilando sus acciones.

¿Soluciones imposibles?

A pesar de que la Cuenca es un ecosistema priorizado en el país, adolece de un órgano oficial destinado a atender su manejo integral, cuidado y protección.

Teniendo en cuenta esta realidad, la Dirección Provincial de Planificación Física en Granma elaboró desde 2012 el proyecto Esquema Integral de Ordenamiento Territorial de la Cuenca del Cauto, que ofrece algunas vías para atenuar o disminuir los impactos negativos a partir de la integración de los actores claves implicados.

De igual manera se han realizado varios estudios que abogan por el incremento de fincas forestales en la franja del Cauto; la creación de plataformas para reutilizar los escombros como materiales y el empleo de las excretas de los animales en función de generar biogás, entre otros.

Las alternativas existen y están al alcance de las manos; sin embargo, la poca percepción del peligro real que enfrenta la Cuenca inmoviliza muchas de estas acciones, sin sospecharse que está en juego el más vital de nuestros recursos: el agua.

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