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Raíces del alma pública

Este 10 de abril nos convoca la Patria a un despertar diferente al de la cotidianidad, con júbilo histórico que enciende corazones y hace fe para los tiempos futuros

Autor:

Yusuam Palacios Ortega

Este 10 de abril nos convoca la Patria a un despertar diferente al de la cotidianidad, con júbilo histórico que enciende corazones y hace fe para los tiempos futuros. Un acto cubierto de honor se levanta frente a todos y sostiene el estandarte de la libertad y el juramento a mantenerla al precio de cualquier sacrificio. Un acto de amor por la Patria, esa tierra hermosa que nos vio nacer y donde nuestros anhelos y esperanzas cobran vida pues, como expresara José Martí en La República española ante la Revolución Cubana, en 1873: «Patria es comunidad de intereses, unidad de tradiciones, unidad de fines, fusión dulcísima y consoladora de amores y esperanzas»1. Nos convoca la Patria a proclamar la ley fundamental de la República: nuestra Constitución; luego de haber sido aprobada y ratificada en referendo popular el pasado 24 de febrero.

Y si el 24, día en que celebramos el reinicio de las luchas por la independencia de Cuba, fue de marcada trascendencia, el 10 de abril de 1869 se inscribe en la historia como el día de la forja de nuestra nación, un día de fundación, de creación heroica y siembra de la República de Cuba en Armas, puesto que, desde el 10 de octubre de 1868, los cubanos luchábamos por ser libres del colonialismo español, y nos dimos una forma de Gobierno en circunstancias tan excepcionales como las de la Guerra de los Diez Años. Dotaban los fundadores de la Revolución a la gesta independentista de un cuerpo político y legal que regiría los destinos de la patria; y a Cuba de una institucionalidad como nación que legitimó la lucha por la libertad y la abolición de la esclavitud, a la vez que significó la proclamación de nuestra primera Constitución: la de Guáimaro, bautizada así por el sitio donde este acontecimiento estremecedor tuvo lugar.

Como expresó el Apóstol en 1892, «Guáimaro libre nunca estuvo más hermosa que en los días en que iba a entrar en la gloria y en el sacrificio»2. Se refería Martí a ese 10 de abril en que ocurre, en la tierra del mayor Ignacio Agramonte, la histórica Asamblea de Guáimaro, y a los días sucesivos en que decisiones importantes se adoptaron como resultado de lo que aconteció el 10 de abril. A solo seis meses de iniciada la gesta libertaria, ya su vanguardia política y de pensamiento discutía cómo hacer Gobierno, cómo continuar la lucha, y sobre qué preceptos o normas legales se tomarían las decisiones pertinentes.

La guerra en Cuba contra el poder colonial español tenía un velo jurídico muy profundo, un cuerpo sencillo pero con una fuerte carga ideológica. El alma de la Patria se tejía bajo la égida del Derecho, consecuencia de una tradición filosófica electiva, del pensamiento emancipador y descolonizador de nuestros padres fundadores. La primera Constitución cubana expresó, desde 1869, al decir de Armando Hart: «los niveles más altos de la cultura jurídica, política y social de la nación entonces emergente (…) La República en Armas, establecida en abril de 1869 (…), encarnaba los intereses de la nación que emergía con un Estado cubano de Derecho. Desde aquel tiempo, el tema del Derecho ha sido un componente fundamental de las luchas políticas y revolucionarias cubanas orientadas a garantizar la independencia nacional y la defensa de los intereses de los pobres y explotados»3.

La vocación de justicia estuvo presente desde los inicios, nuestra lucha tenía un contenido moral extraordinario, y la igualdad entre los hombres y mujeres, así como la dignidad plena del ser humano, alcanzó un lugar preponderante. Continúa diciendo Hart: «En esta primera Constitución quedó consagrada la igualdad de todos los hombres y mujeres ante la ley y la liberación de los esclavos. En aquella república, a medida que fue radicalizándose la lucha, se estableció un nexo indestructible entre la independencia nacional y la liberación social»4.  

La Asamblea de Guáimaro y la Constitución allí aprobada, en la que 15 patriotas devienen asambleístas y constituyentistas; donde se destacan Carlos Manuel de Céspedes, Ignacio Agramonte, Antonio Zambrana, Salvador Cisneros Betancourt, Miguel Jerónimo Gutiérrez y Manuel de Quesada, tuvo gran trascendencia: en Guáimaro nace la República de Cuba en Armas, se adopta la bandera de la estrella solitaria (la enarbolada por Narciso López en 1850) como enseña nacional, y se acuerda que la que acompañó al Padre de la Patria aquel 10 de octubre, presida junto a la bandera adoptada, cada sesión del órgano legislativo aprobado en la asamblea constituyente para dirigir la República. En Guáimaro se eligió a Céspedes Presidente de la República (encabezaba el poder ejecutivo), a Cisneros Betancourt presidente de la Cámara y a Manuel de Quesada General en Jefe de las fuerzas republicanas. El 10 de abril es un símbolo de la Revolución Cubana, es de esos días en que las venas patrias se hinchan de pasión revolucionaria.   

Como nos legó José Martí: «Tienen los pueblos, como los hombres, horas de heroica virtud, que suelen ser cuando el alma pública, en la niñez de la esperanza, cree hallar en sus héroes, sublimados con el ejemplo unánime, la fuerza y el amor que han de sacarlos de agonía; o cuando la pureza continua de un alma esencial despierta, a la hora misteriosa del deber, las raíces del alma pública»5. Son estas mismas raíces las que llevaron a las asociaciones o clubes de cubanos y puertorriqueños de las localidades de Cayo Hueso, Tampa y Nueva York a realizar los actos de proclamación del Partido Revolucionario Cubano el 10 de abril de 1892. El Partido Revolucionario Cubano, fundado por Martí, nacía el mismo día de la memorable Asamblea de Guáimaro; luego en los años 1893 y 1894 era reelegido el Apóstol como el Delegado del Partido, coincidiendo con el 10 de abril; de ahí el símbolo de continuidad histórica con que cobraba vida cada año el Partido de Martí, el alma de la Revolución.

Pero una vez más las raíces del alma pública despiertan un 10 de abril, tan cercano a nosotros, cubanos de hoy, de este tiempo de definición revolucionaria, de este desafiante siglo XXI, víctima del recrudecimiento de la barbarie, de la oleada neofascista que denigra a los pueblos y provoca la muerte y la destrucción, del desequilibrio mundial debido a un insostenible orden económico, político y cultural: el capitalismo. Un 10 de abril que se inscribe en un momento histórico en que Cuba apuesta por continuar construyendo la alternativa socialista y enfrenta una terrible guerra cultural orquestada por los círculos agresores del imperio yanqui y sus aliados, cuya pretensión es fracturar nuestra identidad y restaurar el capitalismo en Cuba. Un 10 de abril que se erguirá de honor cuando las voces del pueblo proclamen, en solemne acto cívico, la Constitución de la Patria, la segunda con un carácter socialista después del triunfo de la Revolución.

Una Constitución que define la prevalencia de principios que sostienen a la nación, como el carácter socialista de nuestro sistema político (recordemos que el Estado cubano se especifica como socialista de Derecho y justicia social), y que contiene preceptos referidos al ordenamiento de los órganos del Poder Popular, el sistema económico en Cuba, así como el catálogo de derechos, deberes y garantías, que se ha enriquecido con una mejor regulación a tono con la actualidad. A estos elementos súmesele el reconocimiento de la dignidad humana como valor supremo y la ratificación de la aspiración comunista que nos arma ideológicamente en el enfrentamiento al capitalismo y su forma más criminal: el imperialismo.

El 10 de abril vibrarán los corazones del pueblo, como también lo harán el espíritu inmenso de un hombre como Fidel, líder de este sueño hermoso hecho realidad que es la Revolución Cubana; el ejemplo de un hombre como Raúl, garante de la victoria del pueblo cubano en momentos muy difíciles; la fuerza de la verdad y las ideas que nos sostienen y hacen de cada cubano digno, bajo el liderazgo de un hombre como Miguel Díaz-Canel Bermúdez, una antorcha encendida de pasión por Cuba. Como nos enseñó Martí: «¡Los flojos, respeten: los grandes, adelante! Esta es tarea de grandes»6.

 

 

*Presidente del Movimiento Juvenil Martiano

 

1 Martí, José. La República española ante la Revolución Cubana, 15 de febrero de 1873.

2 Martí, José. El 10 de Abril, 1892, en Patria, 10 de abril de 1892.

3 Hart Dávalos, Armando. La tradición jurídica y constitucional cubana, Oficina del Programa Martiano, enero de 2010.

4 Ibídem.

5 Martí, José. El 10 de Abril, 1892, en Patria, 10 de abril de 1892.

6 Martí, José. El tercer año del Partido Revolucionario Cubano. El alma de la Revolución, y el deber de Cuba en América, 17 de abril de 1894.

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