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Sonrisas que son esperanza

En la escuela especial Solidaridad con Panamá, que hoy cumple 30 años de creada por iniciativa de Fidel, 198 estudiantes reciben las atenciones que requieren para lograr superar las difíciles barreras que les impuso la vida

Autor:

Margarita Barrios

Tony Martínez González y Samanta Leiva Hernández ya hacen proyectos para matricular en el preuniversitario. Él quiere ir a la Universidad Tecnológica de La Habana José Antonio Echeverría; ella sueña con ser programadora y para ello acceder a la Universidad de las Ciencias Informáticas.

«Estoy aquí desde 1er. grado. Esta escuela ha sido un lugar muy acogedor para mí, me ha brindado la educación que necesito, estoy satisfecho y voy a seguir adelante», asegura Tony.

Mientras su colega Samanta, quien llegó a 7mo. grado, reconoce que esta escuela es una de las mejores de nuestro país. «Me han rehabilitado con los tratamientos que necesito y los maestros me han dado muy buenas clases. Se aprende muchísimo en un ambiente cálido y amoroso».

En el aula también está Ernesto Antonio Cid Fariñas, quien afirma que irá a un politécnico para estudiar Informática. Junto a él, su abuela Emma Ríos Paz. Ella lo acompaña en los estudios porque tiene dificultad para escribir, «pero con la computadora no hay problemas», asegura con una sonrisa.

Así, una tras otra, se van tejiendo cada una de las historias en la escuela especial Solidaridad con Panamá, emblemática institución fundada por Fidel, para la atención a niños con discapacidades físico-motoras, y que este 31 de diciembre cumple tres décadas de creada.

«Lo más importante es la sonrisa de mis niños, esa que el bloqueo yanqui no ha podido frenar, porque a pesar de todas las limitaciones el Estado garantiza que ellos tengan lo que necesitan para sus tratamientos de fisioterapia y para sus estudios», nos dice la máster Esther María La O Ochoa, directora del centro.

Teté, como todos la llaman, asegura que en estos 30 años, lo fundamental fue la idea del líder histórico de la Revolución de crear un centro como este. «A Fidel lo tenemos presente, nos parece verlo caminando por los pasillos, con aquella figura erguida y hablamos de él en presente, porque esta es una de sus obras.

«Muchas personalidades vienen a la escuela, la lista es interminable, pero lo importante no es tener una imagen para la visita, sino la cotidianidad. Que nuestros maestros vengan todos los días adecuadamente vestidos y den buenas clases, que todo esté limpio, en orden, que sea un lugar agradable», enfatizó.

Hace poco estuvo aquí el General de Ejército Raúl Castro Ruz, «y nos decía que la escuela no parecía que tenía tantos años. Aunque le hemos hecho sus arreglitos, enseñamos a los niños que hay que cuidarla y así está de hermosa. Esta es una escuela majestuosa y amplia, como debe ser, para que los estudiantes puedan desplazarse con comodidad», afirmó.

Todas las tentaciones

Hoy, Solidaridad con Panamá tiene alumnos de las provincias de Pinar del Río, Artemisa, Mayabeque, Matanzas y La Habana; de esta última son la mayoría. La reciente creación de centros similares ha propiciado que los niños no tengan que viajar desde lugares tan lejanos y estar separados de su familia por mucho tiempo.

Cuenta Teté que esa fue la idea del líder histórico de la Revolución: crear tres escuelas, pero era 1989 cuando se inauguró la primera, llegó el período especial y no se pudo seguir. «En 2018, cuando Raúl nos visitó, se comprometió a cumplir con el sueño de su hermano, y así fue. Inauguramos ya la escuela Amistad Cuba-Vietnam, en Santiago de Cuba, y nos queda la Marta Abreu, en Villa Clara, lo cual se hará de manera oficial próximamente.

«El Estado garantiza que los niños que son de otras provincias vayan a sus casas el último jueves de cada mes y regresen el domingo. Pero como sus familias están cerca, muchas veces los recogen cada fin de semana», argumentó Teté.

—¿Cuáles son los objetivos fundamentales de este centro?

—Que el niño adquiera autovalidismo, aunque esté en silla de ruedas, y también la rehabilitación física, porque el pequeño quiere caminar, no siempre puede, pero puede mejorar su postura y eso debe hacerse en las primeras edades.

«Nos preocupamos, igualmente, por la rehabilitación sicológica, porque cuando hay un niño sentado en una silla de ruedas, y a veces sabes que por mucha rehabilitación que reciba no podrá pararse de ahí, el corazón se te aprieta. Y aunque no quieras, las lágrimas se salen, o se dice “pobrecito”.

«Ellos sienten que las personas les tienen lástima y la autoestima baja mucho. Aquí no hay lástima ni compasión. Hay corazón duro sin perder la ternura. Con amor y cariño se atienden sus potencialidades. Nosotros compartimos las teorías del sicólogo ruso Lev Vigotsky, quien afirmó que lo biológico ya está, no se  puede cambiar aunque se mejore, pero el individuo es un ser social y sus relaciones influyen mucho.

«Lo ideal sería que estuviera en una escuela común, no estamos en contra de la inclusión, la familia que lo desee puede hacerlo; pero nosotros preparamos al niño para la inserción. Aquí se estudia hasta el 9no. grado, luego puede seguir, ir a un tecnológico, al preuniversitario, a la universidad, y tenemos experiencia de ello.

«Cuando física y sicológicamente está preparado para ir a una escuela común, puede irse, pero el padre muchas veces no quiere y lo deja hasta que termina la Secundaria, porque aquí tenemos un gimnasio de Primer Mundo y el niño recibe todas las atenciones que necesita», subrayó.

Hacer la maravilla

La maestra Yilena Torres González llegó este curso escolar de Cienfuegos y en Solidaridad con Panamá encontró un lugar donde ejercer su profesión. Graduada de la Escuela Pedagógica en la especialidad de Educación Especial, ahora se prepara también como licenciada.

«Siempre había impartido grados superiores, y ahora estoy con pequeñitos de primer grado, que es difícil, pero me va bien. He recibido el apoyo de los profesores del centro. Estos son niños muy especiales, muy cariñosos y me siento a gusto acá», subrayó.

La licenciada Elizabeth Martínez Oliva es graduada de la Universidad del Deporte Manuel Fajardo y labora como fisiatra en el gimnasio de la escuela. «Es un trabajo muy bonito. Uno asume a los niños en una etapa a veces compleja y verlos avanzar es gratificante, afirmó.

«Hay diversas patologías, cada uno realiza los ejercicios que requiere. Utilizamos el método Bobath para quienes tienen parálisis cerebral, y efectúan ejercicios respiratorios los que padecen la enfermedad de Duchenne. En general, nos preparamos a través de un posgrado en Rehabilitación pediátrica.

«Verlos avanzar, cuando logran independizarse para la vida diaria, ese es nuestro mejor reconocimiento», destacó. Y así es la vida en Solidaridad con Panamá, donde con sacrificio y optimismo se trabaja duro para que no se apaguen las sonrisas.

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