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Lo que el viento no se llevó

El tornado que afectó a cinco municipios de la capital el 27 de enero de 2019, dejó múltiples enseñanzas y experiencias al pueblo cubano. El desastre una vez más se convirtió en victoria

Autor:

Iviani Padín Geroy

A las seis de la tarde del 27 de enero de 2019, llovía. Un temporal pasaba por la capital en aquel entonces y Mario, desde el portal, observaba a sus plantas servirse a su antojo de lo que proveía la naturaleza.

Su infancia en el campo le permitió conocer algunos secretos de jardinería: la hora perfecta para regar las plantas, cómo hacer la siembra en cada caso, las condiciones de luz y la cantidad de agua que necesitan.

Desde que se mudó al municipio capitalino de Regla comenzó a cultivar su pequeño espacio verde en el patio delantero, unos tres metros cuadrados aproximadamente. Más de 30 años de trabajo diario para obtener las plantas más hermosas de Regla, la mayor variedad.

El 27 de enero era simplemente un día más del escuálido invierno en Cuba. Todo marchaba como de costumbre; cayeron a la tierra las hojas que debían caer y en algún escampado Mario aprovechó para recoger con su viejo rastrillo los desechos.

Nadie podría sospechar que se acercaba el desastre. Ni siquiera un señor con vasto conocimiento de la naturaleza, como él, podría predecir que al día siguiente parte de La Habana amanecería devastada y que su jardín no sería más que escombros ajenos. Solo sobrevivió una diez del día amarilla que había sembrado en un pomo de aceite.

«¿Sabe lo que es un tornado, periodista?, pregunta Mario, con la certeza de un no por respuesta. Hasta que no lo vives no sabes, aunque hayas leído todos los libros que existen del tema y hayas prestado atención a las explicaciones de los meteorólogos, no sabes de su fuerza, no conoces lo que duele el día después.

«Un tornado es un embudo de viento fuerte que pasa arrasándolo todo, llevándose a su paso lo que encuentra, recoge y absorbe, devuelve en pedazos a otro lugar lo que encontró, justo cuando se desintegra. Supongo que mis plantas, o la mayor parte de ellas, descansan en el mar», lamenta.

Revertir el desastre: una historia de unidad

De la noche del 27 de enero y la madrugada del 28 se recuerdan las sirenas. Nadie sabía a ciencia cierta qué había pasado y no era momento para explicaciones. Salieron los bomberos, las ambulancias, las autoridades, la prensa, todos con el mismo objetivo; proteger a las víctimas y asegurarse de que las pérdidas de vidas humanas fuesen solo las inevitables.

Un pueblo entero salió a la calle en la mañana a ayudar en lo posible. Todos los recursos del país se pusieron en función de que ninguna familia quedara desamparada; la prioridad era proporcionar techo, comida y cuidados médicos a quienes lo necesitaban.

Diez de Octubre fue uno de los municipios más afectados, fundamentalmente Tamarindo, Santo Suárez, Jesús del Monte y Luyanó.

Según Leonel del Pozo Dinza, director de Comunicación Institucional del Poder Popular en el municipio de Diez de Octubre, el paso del tornado por la capital demostró la capacidad de movilización del pueblo cubano y dejó experiencias positivas para el perfeccionamiento del trabajo.

«Las cifras indican que cuando se trabaja organizadamente, desde el control y unificando las fuerzas, todo es posible. Solo en nuestro municipio se logró la construcción de más de 800 viviendas afectadas total o parcialmente», explica a Juventud Rebelde.

Febrero de 2019 fue un mes especialmente difícil, comenta, pero demostró una vez más la entereza de los cubanos y la confianza que tienen en la dirección del país. Los siguientes al tornado fueron días de comprensión mutua y de perfeccionamiento de métodos de trabajo.

Desde todas partes del país comenzaron a llegar donativos, también de otras partes del mundo. A los damnificados no solo se les proporcionó una vivienda digna, sino también ropa, electrodomésticos, colchones, sábanas, mobiliario, etc, añade.

«Aún quedan casos pendientes, que tienen que ver con las limitaciones económicas del país y con la ausencia de ciertos materiales de construcción en el mercado nacional. Estos casi 100 casos continúan siendo atendidos y se evalúa el cambio de los materiales en falta por otros con igual funcionalidad», precisa el funcionario.  

Más de 450 planteamientos efectuados en las reuniones de rendición de cuenta fueron revisados y solucionados luego del paso del tornado, informa. «Este fenómeno atmosférico nos enseñó a ser más ambiciosos y buscar alternativas que permitan ir resolviendo el problema de la vivienda de acuerdo con las posibilidades reales del país y del propio municipio».

Diez de Octubre presenta una situación especialmente complicada en cuanto a las condiciones del fondo habitacional. Su definición como municipio de servicio le ha valido el título de zona dormitorio; ello responde a la escasa actividad productiva y cantidad de industrias que posee.

Además, la población de Diez de Octubre se encuentra envejecida. Más del 16 por ciento pertenecen al grupo de 65 años y más, y el 17 por ciento al grupo de 50 años y más, lo que representa el doble de la población de 0 a 14 años.

«Contamos con una infraestructura patrimonial amplia que demanda más recursos para su restauración, por lo que nos hemos visto limitados para accionar sobre el alto índice de ciudadelas del territorio y los locales declarados como inhabitables», detalla Del Pozo Dinza.

Según explica, la etapa de recuperación tras el tornado les permitió a las autoridades municipales identificar procesos y sistemas que no funcionan debidamente, entre ellos destacan las oficinas de trámites.

En este sentido, señala que tales entidades se encuentran hoy concentradas en un único lugar. «Esa es una las principales problemáticas que tenemos, porque son muchas personas demandando servicios y aún los trámites son demasiado dilatados, lo que genera estados de opinión desfavorables».

Lo que pretendemos, dice, es acercar esas oficinas a las comunidades, y hacerlo desde la informatización, para que los trámites sean mucho más ágiles y precisos Así se evitarán la mayoría de los errores y el llamado «peloteo» del que tanto se queja nuestra población.

Otra experiencia que resalta tiene que ver con el vínculo entre el territorio y las universidades. «La repuesta masiva de los estudiantes y sus significativos aportes nos demostraron la importancia del trabajo conjunto.

«Tenemos previsto la firma el próximo 6 de febrero de un convenio con la Rectora de La Universidad de La Habana, lo que nos ayudará a disminuir el impacto que tiene en el municipio la existencia de fuerza de trabajo altamente envejecida», acota.

Un año después

Emilia María Delgado fue una de las damnificadas por el evento climatológico en el Consejo Popular Jesús de Monte, Diez de Octubre. Según contó a nuestro equipo de prensa, una de las brigadas de la empresa contingente Blas Roca se encargó de la construcción total de su vivienda.

«Nos quedamos con lo que teníamos puesto. La casa estaba en pésimas condiciones y no soportó el fuerte viento. Todos los recursos necesarios para la construcción fueron puestos a nuestra disposición casi de forma inmediata. Se nos entregaron, además, tres colchones, ropa, un ventilador, sábanas y electrodomésticos», cuenta.

La solidaridad de los vecinos fue sorprendente, dice. «No nos faltó nada, nunca dejamos de alimentarnos bien, de tomar leche, de contar con merienda o almuerzo; o lo traían los vecinos o los proporcionaba el Estado, que también facilitó los alimentos durante esa etapa de forma gratuita para quienes fuimos afectados por derrumbe total», precisa.

Aunque las condiciones de la casa superan en mucho lo que fue antes del paso del tornado, esta familia continúa hoy con un serio problema de vivienda. En el único cuarto de la casa conviven Emilia, su mamá, su hermano, su hijo y sus dos sobrinos, todos adultos. 

«Lo único que puedo señalar, y lo hago desde el profundo agradecimiento, es que aquí no se trabajó con la cultura del detalle de la que tanto habla nuestro Presidente Díaz- Canel», señala.

«Mire, dice Martha, señora de unos 80 años y madre de Emilia, mientras nos invita a pasar al patio interior, estas paredes quedaron sin repello y aquel muro ya se está cuarteando. Por falta de materiales no fue, alcanzaban incluso para hacer otro cuarto», insiste.

Daikel Gálvez, de 13 años, vive en una de la zonas afectadas del reparto Martí, en el Cerro, y se siente afortunado pues a su casa el viento solo le arrebató algunas tejas. Fue testigo de cómo cayó la casa contigua y también de cómo el Gobierno ha ayudado a construirla.

«Yo mismo he ayudado a mis vecinos en la reconstrucción y mi papá también, porque es muy triste estar sin casa. Ellos aún no han terminado porque no tienen todos los materiales, pero va a quedar mucho mejor que antes, eso es seguro», subraya el muchacho. 

La casa de Anisley Cabrera —en calle Primera número 109, entre B y C, Regla— era de mampostería y tejas, contaba con sala, cocina, baño, y un cuarto. Ahora, un año después de haber quedado en escombros, tiene esas mismas características, pero un confort muy superior. 

«Esta construcción la hizo una brigada del contingente Julio Antonio Mella. Cuando vi la casa en el piso y todas mis pertenencias bajo los escombros no podía ni imaginar que tres meses después ya contaría con una nueva vivienda y con muchas otras cosas que perdí, las que eran resultado de  todo una vida de ahorros y mucho esfuerzo», destaca.

Una de las viviendas que aún se encuentra en reconstrucción en Jesús del Monte, Diez de Octubre, es la de Leonides Enamorado. «Esta casa fue construida en 1855, y aunque no estaba declarada inhabitable, el paso del tiempo y la falta de mantenimiento la habían deteriorado mucho», argumenta el propietario.

Según explica, la demora en la reconstrucción se debe a la condición patrimonial de la vivienda, a su amplitud y a la ausencia de varios materiales. Sin embargo, dice, está muy satisfecho con el trabajo que se ha realizado, pues los constructores han cuidado de cada detalle para que el resultado esté acorde con las exigencias actuales.

Manos a la obra

Cuando este equipo de prensa visitó a Leonides, conversó también con Juan Díaz, ejecutor de obra de la brigada 29 de la empresa contingente Blas Roca Calderío, quien se encontraba supervisando las acciones en la zona.

«Tenemos que hacer construcciones que perduren y entregar siempre viviendas dignas; esa es nuestra principal misión. Creo que la experiencia del tornado nos ha enseñado a pensar desde la sensibilidad y a tener en cuenta las necesidades de cada familia. Este evento climatológico nos ha hecho crecer como empresa, como constructores y como personas», destaca.

Según Arismel Castillo, director de  esta brigada constructora la tarea fundamental de la empresa es contribuir al bienestar del pueblo. «Estuvimos trabajando de seis de la mañana a 12 de la noche casi todos los días en la calle Mangos, en Jesús del Monte, donde recuperamos casi 70 viviendas», informa.

Para Castillo, el agradecimiento de esas familias fue el mayor de los pagos. Allí dejó muy buenos amigos y recuerda especialmente el apoyo de la comunidad, que ayudó sin importar el peso de los sacos de cemento o el polvo típico de las obras en construcción. «Mujeres, niños y ancianos, hicieron lo que pudieron para que sus vecinos recuperaran sus casas con prontitud».

Por su parte, Amaury Sánchez, director de la brigada 57 del Blas Roca, comentó que a ellos, por encargarse del hormigón, les correspondió la reconstrucción de las estructuras dañadas y la recuperación del entorno.

La labor  de la brigada en el Hospital Materno Infantil Hijas de Galicia fue decisiva, pues se trabajó sin descanso durante largas jornadas para restablecer todos los servicios de este centro en el menor tiempo posible. Esta fue una tarea priorizada por  su alto impacto para la sociedad, añade.

Mientras quede tierra hay esperanza

Mario Hernández tiene 72 años y vive de su pensión como jubilado. Además de su jardín, el tornado arrancó el techo de su humilde vivienda, dos ventanas y el tanque de agua.

Mediante un subsidio que le otorgó el Gobierno municipal su casa recuperó las condiciones de antes. Solo le queda pendiente la entrega del tanque de agua.

«Antes de enero de 2019, yo había solicitado un subsidio para hacer las terminaciones de la casa. Ya había sido aprobado cuando pasó el tornado. Ahora estoy en ese trámite porque me explicaron que puedo solicitar la diferencia en dinero entre el primer subsidio y el que se me otorgó como damnificado», explica.

No soy una persona exigente, dice, lo que me dan lo agradezco, por eso entendí perfectamente que solo me otorgaran el techo; en ese momento muchas personas quedaron en la calle y necesitaban más ayuda que yo. Hay que saber compartir, eso lo sé porque soy viejo y fidelista.

«Ahora cuento con un techo mucho mejor. Tengo muchas cosas —dice, mientras riega las plantas con una manguera verde que compró hace poco—, me dieron un ventilador, un colchón, sábanas, una frazada y una olla arrocera.

«Todos los días venían camiones y guaguas a entregar ropa que se recopilaba en empresas, escuelas, organizaciones… pero eso sí que no lo cogí. Sería un crimen coger algo que no necesito. Al contrario, yo casi que también podía donar, porque cuando trabajaba en la Oficina del Historiador nos vendían ropa varias veces al año y aún las conservo», enfatiza.

Un año después, el jardín de Mario ha recobrado su esplendor. El 27 de enero de 2019, mientras ayudaba en la recogida de escombros, rescató pomos, gomas, vasijas, latas, etc, y sembró de nuevo. Sobraban la tierra y las ganas de seguir. «Eso sí que no pudo llevárselo el fuerte viento», alega.

Para Mario, empezar de nuevo no es un problema. Él es de esas personas infinitas que saben revertir el desastre en triunfo y en belleza. «La clave de la felicidad está en saber agradecer, en saber contribuir, en luchar por lo que vale la pena, en levantarse cada día sonriendo…», señala.

«Mis preferidas son las diez del día. Esas flores son bravas y  florecen siempre a la hora indicada, a pesar de todo. Se parecen un poco a Cuba, ¿verdad?».

En la reconstrucción de las viviendas se tuvo en cuenta la cultura del detalle y las características de las familias.

La empresa contingente Blas Roca Calderío continúa trabajando en la recuperación de viviendas del reparto Jesús del Monte, en Diez de Octubre. Fotos: Abel Rojas Barallobre

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