Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Del diario a la vida, historias de JR

En 55 años, nuestro periódico ha tocado el corazón de muchas personas, y a su vez se ha nutrido  de ellas para honrar uno de sus más bellos compromisos: conectar a Cuba  con su gente tanto como con el resto del mundo  

Autor:

Mileyda Menéndez Dávila

«Agradezco a Juventud Rebelde su compañía durante toda mi vida», escribió Olaisi Leyva a propósito de la convocatoria lanzada hace unos días para sumar al público a la celebración por este aniversario 55 a través de anécdotas que reflejen su vínculo con nuestro diario.

Esta lectora de 50 años de edad, eligió contarnos un pasaje de su adolescencia, cuando quiso escribir una novela sobre un chileno que vivía en Cuba, y encontró inspiración en Patricio Riveros Olavarría, estudiante de Periodismo de esa nación que por entonces publicaba sus crónicas en JR.

«Le escribí a Rosa Miriam Elizalde y ella me hizo el favor de entregarle mi misiva a Patricio. Gracias a eso pude mantener correspondencia con él», rememora Olaisi, y cuenta que recibió a vuelta de correos diccionarios de chilenismos y documentos históricos que le ayudaron a terminar con éxito su proyecto.

«También a través de cartas conocí a su hermana Patricia y nos escribimos durante largo tiempo. Un día no supe más de ellos y me quedé con la nostalgia de esa amistad», confiesa.

Hasta que en 2007 supo del fallecimiento de Patricio por la crónica: Un chileno buena yunta, escrita por Rosa Miriam, y pudo despedirse emocionalmente de aquel amigo epistolar, de quien conserva aún cartas llenas de amor y orgullo donde palpitan «sus vastos conocimientos acerca de la historia y cultura chilena, su nostalgia por estar lejos del hogar y la inocencia de su hermana adolescente».

Difícilmente Patricio o Rosa Miriam imaginaban el impacto que sus palabras tendrían en aquella muchacha, quiengracias a la gentileza de ambos creció enamorada de JR y conectó sus letras con su propia historia personal.

Tal es el reto de quienes elegimos el periodismo como oficio y el humanismo como derrotero: en un diario se escribe para el mundo y para nadie en específico, y aun sabiendo que lo noticioso prescribirá al día siguiente, todos tecleamos con la ilusión de tocar almas y hacer el día un tilín mejor a quienes elijan darnos crédito en este público servicio destinado al anonimato.

Por eso es tan reconfortante leer a nuestros lectores, en cartas de papel o en los modernos formatos digitales, recibir sus consejos y críticas, sus elogios y complicidades… Cada una de sus anécdotas, aún triviales, nos llevan a sentirnos útiles, como puentes que crecen para personas desconocidas y familias cercanas.

Un camino de dos vías

Entre quienes aceptaron la invitación al recuerdo estuvo Juan Carlos Subiaut, lector convencido del auténtico empeño de superarnos con que enfrentamos la edición de cada día: «Como muchos de mi generación, preferí la frescura, amplitud y modernidad del Juventud Rebelde a la tiesura de otros diarios; redondeada con la versión dominical, imprescindible por la gran variedad de temáticas abordadas, siempre con esa intencionalidad de llegar al público joven, intento que era asumido con satisfacción por todas las edades».

Sin medias tintas dice sentirse identificado con la forma de abordar los temas en nuestro periodismo cotidiano, y reconoce que logró con el tiempo «formarme criterios y opiniones y creerme capaz de comentarlos», un propósito que JR defiende para validar su proyecto de prensa comprometida con su tiempo y con la sociedad».

A la educación, la experiencia y los años de lectura atribuye Juan Carlos esa capacidad que ha desarrollado nuestro público asiduo de «conformar una opinión más crítica de lo leído y una mejor aprehensión de lo escrito», que muchas veces nos devuelven en valiosa colaboración a través de correos, cartas y comentarios en el sitio web o las redes sociales.

«El diario, sus periodistas y sus artículos fueron también caminando al ritmo de la vida del país, sin perder por un momento la brújula de los primeros años: ser el diario de la juventud en Revolución», asevera.

En lo personal, su «momento de encuentro» más significativo ocurrió en junio de 2009, cuando un comentario suyo a un artículo de Mario Alberto Arrastía apareció en la sección Frente al espejo. Así sería su orgullosa sorpresa cuando leyó la frase Fantasmas en casa, extraída de sus reflexiones por el entonces jefe de Redacción Javier Dueñas para titular ese día el espacio reservado al criterio del público.

Su opinión trataba sobre el ahorro energético y llegó al entonces director del INEL, «persona altamente capacitada y de renombre en la industria eléctrica», quien le envió una felicitación personal y le encomendó seguir aportando sus opiniones sobre el vital tema en diversos medios de prensa.

Flores en festival

Gilda Vega es una lectora que bien pudo honrar como colega nuestra nómina, por su talento para escribir y su ferviente sentido de pertenencia a JR, vínculo que nació desde la mismísima fundación del diario en 1965, cuando se sumó con 18 años a la también naciente Asociación de Jóvenes Rebeldes —antesala de la UJC—, que desde aquel 21 de octubre pautó los sueños y la entrega revolucionaria de la vanguardia de su entusiasta generación.

Como seguidora de la columna Tecla del Duende y activa integrante de la tertulia de La Habana, Gilda siente que su familia se ha ampliado a lo largo de toda la Isla gracias a JR, y no deja pasar un concurso sin participar, porque «aunque no siempre soy ganadora, me satisface mucho tener ese espacio para escribir sobre mi vida».

Por esa fidelidad a nuestras convocatorias, Gilda integró la tropa que escaló Llanos del infierno, en la Sierra Maestra, para conmemorar los 50 años del ascenso del Che a comandante, y despedir las cenizas de Guillermo Cabrera Álvarez, el Genio de la prensa cubana.

En esa inolvidable expedición teclera, recuerda ella, «tuve el honor de ser la de mayor edad, y luego depositar un ramo de flores en la tumba de Martí cuando visitamos el cementerio de Santa Ifigenia».

Ya para entonces su corazón estaba atado a Juventud Rebelde, pues 30 años antes nuestro periódico jugó un rol importante en su amorosa estrategia para mantener alta la moral de su amado Julián, combatiente internacionalista en la guerra de Etiopía.

«Mi esposo se fue de la casa en enero de 1978. Yo quedé sola con dos hijos pequeños. Vivía y trabajaba en la Cujae, así que después de la jornada laboral hacía un recorrido de recogida en la escuela, compraba los mandados en la bodega y de regreso pasaba por el correo, donde recibía las cartas de mi esposo y el periódico», describe Gilda su rutina de entonces.

«Yo quería que mi esposo se sintiera acompañado y le escribía cada noche narrándole todo lo que habíamos hecho sus hijos y yo durante el día». Luego enviaba sus misivas a un apartado en La Habana, y semanalmente preparaba un paquete con los periódicos y la Bohemia: «Recuerdo que hacía un rollo y en el hueco del centro le ponía plumas y sellos para que no me dejara de escribir», rememora.

En ese año se celebró en La Habana el 11no. Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes, y la Cujae fue una de las subsedes: «Mis hijos y yo participamos en todas las actividades que pudimos… Pero ¿cómo hacer llegar a mi esposo esa experiencia que estábamos viviendo en La Habana?».

En JR encontró la solución para amenizar su regalo: por esos días el diario se editó en colores, y el logo del Festival aparecía hermoso en cada portada, y en sus páginas internas. «Entonces se me ocurrió recortar esos logos y pegárselos a los sobres y las hojas en las cuales le contaba diariamente todo lo que hacíamos. Así, durante los días del Festival, días de fiesta en La Habana, mis cartas viajaron a la lejana Etiopía con el logo del Festival de La Habana que Juventud Rebelde nos regalaba cada día».

Como evidencia de su afecto en nuestro cumpleaños, Gilda envió imágenes de aquellas cartas, guardadas con celo por tres décadas. Sin dudas, cuando la situación del país lo permita, ella y Julián serán de los primeros en acudir al pospuesto abrazo gigante que bien merece esta celebración.

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