Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Vacunados de Patria

Juventud Rebelde se acerca a tres historias de cubanos que ya han recibido la primera dosis del candidato vacunal Abdala

Autores:

Roberto Díaz Martorell
Lisandra Gómez Guerra
Laura Brunet Portela

Cuando Aliandys Lazo Otero pensó concentrar las horas de sus últimos meses como estudiante en prepararse para la prueba estatal, sus rutinas se trastocaron. Ya la COVID-19 era noticia en Cuba. En una reunión relámpago en la Universidad de Ciencias Médicas Faustino Pérez, de Sancti Spíritus, le asignaron liderar las pesquisas activas a la población de la zona del Doce plantas, en la ciudad del Yayabo.

«No tenía idea entonces de cuán duro sería para nuestro país, pero los jóvenes universitarios estuvimos donde nos necesitaban», recuerda aquellas jornadas en que auscultó cada palmo de esa área.

Poco tiempo después vio realizarse uno de sus más preciados sueños: acariciar su Título de Oro como doctor en Estomatología. Uno de los sillones de la comunidad rural del municipio espirituano de Guasimal le recibió a sus 24 abriles.

 «Lamentablemente, no he podido estar todo el tiempo que he querido. El ensañamiento del virus con esta provincia me ha obligado a cumplir otras responsabilidades».

En pocos meses como profesional del sector de la Salud ha estado cerca al virus. Primero en el centro de aislamiento del Instituto Politécnico Armando de la Rosa; luego realizó guardias en el punto de control del kilómetro 336 de la Autopista Nacional; más tarde en el puesto de mando de la Dirección Provincial de Salud y en estos momentos disfruta los días de descanso, tras salir de la zona roja de la Academia Provincial de Remos y Canotaje.

«Jornadas retadoras, no solo por el trabajo, sino por ver de cerca las huellas de la pandemia. He sido testigo de cuánto esfuerzo se hace en el país; de ahí que cada aporte por pequeño que sea es sumamente importante», alega.

Justo en unos de esos días de acercar alimentos a las camas, desinfectar ropas y pasillos, contabilizar altas y traslados, conoció la noticia de que 25 000 sujetos en Sancti Spíritus recibirían el candidato vacunal cubano anti-COVID-19 Abdala. Cada minuto de espera hizo al tiempo pasar a mayor velocidad.

«El director de mi policlínico Camilo Cienfuegos, en Guasimal, me llamó para que fuera el martes a recibir la dosis. Por la situación epidemiológica de la provincia solo se puede llegar hasta esa localidad en la guagua que traslada profesionales de los centros sanitarios y por un descuido imperdonable llegué tarde al punto de recogida. Me sentí muy mal. Pensé que perdía la oportunidad de poner el hombro, pero al otro día me recibieron. De más está decir que no pegué ojo en toda la noche para que no me pasara lo mismo».

Han transcurrido varias horas y todavía se siente la alegría y cierta sorpresa en el espirituano Aliadnys Lazo Otero: «Estoy muy agradecido de mis compañeros. El protocolo se cumplió al pie de la letra, desde que desinfectaron la silla donde me senté y la encuesta antes del pinchazo, hasta el diálogo con el sicólogo que nos acompañó durante la hora para verificar que no tuviéramos ninguna reacción adversa. Por mi parte, solo padecí dolor de cabeza, pero yo diría que fue agradable por los beneficios para mi salud en un futuro próximo, aunque sigamos en distanciamiento físico y con nasobucos».

Junto con su condición Jóvenes por la vida, este espirituano guarda un carné donde se graba en grande el nombre de Abdala, y ya espera ansioso recibir la segunda dosis de vida.

Un hogar más seguro

El microbiólogo Daniel y su hijo están ahora más tranquilos en su comunidad en Isla de la Juventud. Foto: Roberto Díaz Martorell.

El pinero Daniel Fernández Almira, licenciado en Microbiología, quien hace más de un año le mira a la cara a la COVID-19, siente que tras recibir él la primera dosis de Abdala, su hijo vive ahora en un ambiente más seguro.

«Mi mayor preocupación todos los días era saber que tenía que regresar a la casa, y aunque extremaba las medidas de bioseguridad, siempre pensaba en el riesgo de contagiar a la familia, sobre todo a mis abuelos y a mi niño que solo tiene tres años.

«Ya me vacuné con la primera dosis, de tres. Cuando me enteré de la intervención en Isla de la Juventud en el personal de Salud Pública me dio mucha alegría, porque cuando estás expuesto a riesgo sientes mucha presión, y saber que el país ofrece esta opción de inmunización gratifica mucho.

«La vacuna no elimina el peligro, pero trae esperanza. Saber que mañana estaré expuesto a riesgo, pero la probabilidad de contagiarme es menor, es algo indescriptible… aun cuando no dejaré de protegerme.

«Agradecemos mucho que el país nos priorizara. Eso habla del respeto y admiración por lo que hacemos en el sector de Salud, que estamos directamente con los enfermos. Ser los primeros en recibir Abdala me hace sentir orgulloso y me motiva a continuar.

«Durante los días  ̏duros˝ de la pandemia en la Isla pequeña —lleva 22 días sin reportar casos positivos— estuvimos siempre  en zonas de alto riesgo, pues como especialistas nos encargamos de tomar las muestras de PCR a personas ya confirmadas, sospechosas y contactos, no solo en hospitales, sino también en los centros de aislamiento, y ese escenario puedo decir que es el más peligroso, porque no se distingue al enfermo asintomático del sano, y hay que extremar las medidas.

«La vacuna me quita un gran peso de arriba. Aunque siempre estaré preocupado por la posibilidad de contagio, con todos los adultos vacunados en la familia y sin dejar de cumplir las medidas, el niño estará ahora en un lugar más seguro», expresó.

Inmune sin frialdad

Aliadnys Lazo recibió la primera dosis del candidato vacunal Abdala, tras haber estado en más de una ocasión en zona roja. Foto: Cortesía del entrevistado.

«Hoy me he vacunado más de Patria que contra la COVID-19. Hoy más inmune, más feliz. ¡Gracias, Cuba!», posteó en su perfil de Facebook el doctor Fernando de la Mora Martín, el pasado 11 de mayo cuando recibió a Abdala en su hombro en el Hospital Pediátrico Universitario Paquito González Cueto, en Cienfuegos.

Se inoculó con la Cuba y el Apóstol que honran el nombre del fármaco, «con plena confianza de que no me pasaría nada grave, ni con esta, ni con Soberana o Mambisa, si hubiera sido el caso», expresó el residente de tercer año de Pediatría.

«Que todo el proceso de ensayo clínico no violentara ninguna etapa nos da seguridad y, sobre todo, que son nuestros qumismos científicos, quienes han creado las vacunas que desde pequeños nos ponemos. Y al ver cómo desde las fases previas del ensayo Abdala eleva la respuesta inmune, no vacilé», reconoció De la Mora Martín.

Abdala le confiere un halo de tranquilidad, pero los protocolos de bioseguridad siguen aportando la coraza más fuerte ante el virus. El cierre de todo resquicio entre el galeno y su entorno laboral le han permitido ir y volver de la zona roja tantas veces como ha sido convocado.

«Me toca cuidarme al extremo. Tengo que evitar el contagio de todas las maneras posibles porque mi papá padece de un Linfoma No Hodgking —cáncer que se origina en el sistema linfático—, y eso lo hace muy vulnerable, y por otro lado está mi mamá, que es mi motor impulsor. No me perdonaría ser el culpable de que se enfermaran», dijo.

De la Mora Martín sufre las zancadillas que imponen los protocolos al trato cándido al que se ha acostumbrado en su ejercicio profesional. Pero busca la forma para no ser una figura fría detrás de una máscara: «La última vez en zona roja, una paciente me dijo: “médico, yo quiero conocerlo porque usted me ha curado”. Nunca la pude complacer, pero le expliqué por qué no lo hacía, le dije mi nombre y me dijo: “¡Te busco en Facebook!”. Los niños con sus ocurrencias…», recordó este cienfueguero de 26 años.

«Abdala nos alienta a entregarnos más al enfrentamiento; a volver a la zona roja siempre que sea necesario y a perfeccionar cada vez más nuestras habilidades y dominio de los protocolos para disminuir los riesgos de contagio del personal de Salud», consideró el joven doctor, también dolido por cada indisciplina social que vuelve a inflar las cifras en la Perla del Sur.

Como médico y cubano, De la Mora Martín insiste en el autocuidado, «pero sobre todo en el cuidado de nuestros niños. En Cienfuegos cada vez más pequeños enferman, y ojalá nunca tengamos que lamentar la pérdida de un inocente porque sus padres no hayan sido capaces de protegerlo. Por parte del personal de Salud, toda la entrega: y aún más con la Patria inoculada en mí».

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