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Meteoróloga en calma después de la tormenta

Muchos televidentes habían reparado en sus capacidades comunicativas desde antes de que la tormenta tropical Elsa amenazara Cuba. Pero el desempeño de la meteoróloga Ailyn Jústiz Águila durante esos días generó muchísimo debate tanto en espacios virtuales como físicos

Autor:

Liudmila Peña Herrera

A través de WhatsApp me va llegando su voz en breves mensajes de audio de dos o tres minutos cada uno. Parece una muchacha cordial, desinhibida. Desde la intimidad de su habitación y con un sonido infantil de fondo —evidentemente su hijo hace de las suyas mientras ella responde mis preguntas—, la voz de la meteoróloga Ailyn Jústiz Águila suena relajada y de, vez en vez, su tono le delata la sonrisa.

Han pasado algunos días desde que un aluvión de opiniones contrapuestas tomaran las redes sociales, luego de que ella expresara en televisión que, por el descenso significativo de la velocidad de traslación, la tormenta Elsa había quedado «en un estado, así como… vamos a decirle… atormentada… para llamarla de alguna manera». Minutos después de haberlo dicho, los criterios de los usuarios en Facebook se dividieron entre el chiste, los memes o la crítica, y las muestras de apoyo y admiración hacia la joven que había llamado la atención de todos por su seguridad en pantalla, la claridad de sus explicaciones y ese «algo» diferente al cual los expertos llaman estilo.    

Para una profesional como ella, cuyo tiempo está compartido entre el Centro de Pronósticos del Instituto de Meteorología (Insmet), la radio, la televisión, sus investigaciones como docente del Instituto Superior de Tecnologías y Ciencias Aplicadas (InSTEC), y la atención a su hijo Diego Alejandro, de 4 años, la burla y la crítica malintencionada no son elementos que la detengan. Claro que tantas publicaciones, de uno y otro tipo, la movieron a reflexionar muchísimo.

«Cuando analizo que, entre tantos millones de cubanos, solo unos pocos se burlaron y lo tomaron de una manera algo grosera, e incluso lo utilizaron para hablar sobre otras cosas del país, simplemente creo que no tiene mayor significación. Me quedo con las muestras de respeto del público. Como diría mi colega, el jefe del Centro Nacional de Radares en Camagüey, “es preferible una tormenta atormentada que un huracán equilibrado”», afirma.

La especialista explica que durante aquellas jornadas habían estado conversando entre colegas acerca de que en las redes las personas le decían «la tormenta hipertensa», porque subía y bajaba la presión, y cambiaba la velocidad de traslación de manera significativa.

«Se atormentó ella, atormentó las condiciones meteorológicas, atormentó los modelos de pronósticos y atormentó a Cuba —expresa la joven pronosticadora—. No hice ese comentario equivocadamente. El país vive una situación epidemiológica tensa y difícil, y que una tormenta tropical venga a desajustar nuestras vidas, es complicado. Creo que con esa frase entendieron todas las personas, y ese es el objetivo de nuestro mensaje».

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Profesora por naturaleza y comunicadora de vocación, la joven meteoróloga avileña confiesa que le encanta la Medicina como profesión y disfruta mucho de cocinar. Tiene 33 años, una Maestría en Ciencias Meteorológicas y mucho que agradecer a su familia, amigos, colegas, vecinos…, pero sobre todo a su mamá, Mercedes Águila Martínez, y a la Doctora Cecilia González Pedroso, su tutora:

«Una buena parte de lo que conozco se lo debo a la Doctora Cecilia, que me ha estado guiando durante estos once años como graduada. Y mi mamá abandonó su vida en Ciego de Ávila para estar en La Habana a mi lado y apoyarme en todo».

Nunca nada es tan sencillo como se ve en pantalla. Desde que se espera una tormenta, un huracán, la dinámica de los meteorólogos se vuelve más intensa, y el apoyo familiar es vital. Por eso Ailyn no deja de hablar de su retaguardia:  

«Mi familia ha sido mi apoyo para crecer, para fortalecerme como persona, profesional y madre. El padre de mi hijo es alguien imprescindible, que me apoyó siempre al máximo y me inculcó la fortaleza para luchar por lo que quiero. Pero ahora mismo mi apoyo imprescindible para cuidar a mi hijo mientras estoy en televisión, o en el Instituto es mi madre. Sin ella nada, o casi nada, sería posible».

Cuando habla de su pequeño Diego Alejandro, la voz de Ailyn se escucha tierna y hasta divertida. Dice, entre risas, que no existe escala posible para caracterizarlo. Cuenta que hizo la maestría en el periodo de la licencia de maternidad y debió detener la tesis porque ya llegaba el bebé a su vida. Así comenzaba una etapa repleta de sacrificios para la profesional que ella soñaba con llegar a ser.

«Cada madrugada trabajaba en la tesis. Cuando pude discutirla me sentí muy satisfecha porque mi hijo solo tenía un añito y su presencia me hizo defender la investigación con todas las fuerzas del mundo.

Las palabras de su hijo le dieron fuerzas para pararse delante de las cámaras. Foto: Cortesía de la entrevistada

«Diego me despide cuando voy para la televisión, sobre todo si es de día. Si salgo en la madrugada, lo dejo durmiendo, y se despierta con mamá en pantalla. Siempre comenta: “Qué linda mi mamá, dice que va a llover, dice que va a haber sol”. Incluso, en los días de Elsa, me llamaba por teléfono para preguntarme si faltaba mucho para que se fuera la tormenta y yo regresara a la casa. Esas palabras me dieron fuerzas para pararme delante de las cámaras».

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La primera vez que pensó en la Meteorología como un camino que le gustaría emprender fue en la época del preuniversitario. Amante de la Física, las Matemáticas y la Geografía, y enamorada de la locución desde pequeña, Ailyn vio la posibilidad de unirlo todo y se planteó el reto. Tal desafío no era sencillo, pues las pruebas de aptitud incluían test mental y rigurosos exámenes. La única plaza que llegó ese año a Ciego de Ávila la obtuvo ella.

En 2010 se graduó con Título de Oro y comenzó a trabajar en el Centro de Pronósticos, del Insmet, un sitio que le ha abierto las puertas a su desarrollo humano y profesional.

—¿La Meteorología es más difícil desde lo teórico, en la Universidad, o en el día a día, de frente a los fenómenos?

—Desde lo teórico, la Meteorología me resultó impactante, porque había mucha Matemática, Física, pero en la práctica es más compleja y requiere de mucho tiempo, por todas las áreas que abarca. Aunque te especialices más en unas que en otras, la esencia hay que comprenderla. Y mientras más años pasan, más tienes que aprender, así como mucho más para aportar. Eso es algo incalculable.   

—¿Cómo se transforma la dinámica de ustedes cuando se decreta la fase informativa?

—Cuando se decreta una fase informativa es porque ya el Insmet viene dándole seguimiento a una situación que pudiera ser compleja. Estos eventos requieren de una visión a mediano plazo que nos obliga a mantener una vigilancia estrecha. La dinámica cambia por completo; incluso, la familia se queda pendiente de ti, pero tú no puedes estar pendiente de ella porque todo se concentra en función de la seguridad del país.

«Hay que permanecer en el Instituto todo el tiempo que sea necesario. Se trabaja 24 horas en el Centro de Pronósticos; pero fuera, la dirección general, el grupo de especialistas, los compañeros de la logística, colaboradores… también laboran a la par».

—¿Qué rutina sigues para dar el parte del tiempo?

—No sigo ninguna rutina. Es más, me trazo como meta empezar siempre de forma diferente, porque de lo contrario se crea cierta monotonía en el pronóstico del tiempo y la persona te ve y sabe lo que vas a decir. Trato de decir lo que el público quiere saber. Mi único guion es aportar al conocimiento de la población. Creo que ahí está la magia.

—¿Has recibido preparación para comunicar delante de las cámaras?

—Hemos recibido el apoyo del Instituto Cubano de Radio y Televisión, y cursos de locución, de profesores como Rosalía Arnáez, Idania Martínez Grandales, Luis Ángel Alarcón Santana. También se agradecen las enseñanzas de los compañeros con experiencia, que nos ayudan con sus ideas. Disfruto muchísimo la televisión y la radio, pero sé que me falta aún por aprender, por eso escucho todos los consejos. 

—Por cierto, ¿cuál sí es el mayor tormento de un profesional de la Meteorología?

—Que el pronóstico salga mal: asegurar que va a llover y que no llueva, hacer una investigación y que los resultados no sean los esperados. Tener que decir que algún sistema afectará a Cuba también es un tormento, porque, aunque lo pronostiquemos bien, la preocupación de que es un fenómeno natural y puede destruir pueblos y recursos constituye un tormento. 

—Algunos te llaman "la Rubierita". ¿Qué te parece ese apelativo?

—Algunas personas que han dicho hasta «la Rubiera femenina», «la Rubierita», «la sustituta de Rubiera». Yo creo que el profe no tiene sustitutos. Es alguien increíble, un maestro en todo el sentido de la palabra, de quien todos aprendemos. Estoy muy sorprendida y feliz con la admiración del pueblo, el respeto por mi profesión y su apoyo. Por eso, enfrentar las cámaras para hablar de ciclones tropicales cada día será un reto mayor para mí.

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