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Partículas de la vida

En sus poco más de dos años de fundado, el Centro de Estudios Avanzados trae los buenos caminos de la nanotecnología a la cotidianidad de los cubanos.Tras la producción de un diagnosticador del ARN viral de la COVID-19 están profesionales de diversas ramas, fundamentalmente jóvenes

Autor:

Santiago Jerez Mustelier

Un laboratorio de síntesis de nanomateriales no puede ser otra cosa que un sitio taciturno, expurgado y monstruosamente pulcro. La gradación de colores alrededor está entre lo negro, gris y blanco; a veces se quiebra la inercia con el azul, y otras naranja o rojo. Cada objeto parece tener una disposición casi perfecta, cuántica; incluso aquellos que simulan estar tumbados, ufanándose, por igual, del mismo olor blanduzco y, en cierto modo, atacante.

La iluminación en una de las «válvulas» del Centro de Estudios Avanzados (CEA) es la ideal, desparramada sin excesos, para que el joven Francisco Enrique Palay Reyes pueda sintetizar nanomateriales desde la guillotina, mientras derrocha una concentración envidiable.

La nanotecnología es la ciencia para lo diminuto de lo diminuto. «Se necesita precisión en modificar materiales átomo por átomo», agrega el recién graduado de Licenciatura en Química en la Universidad de La Habana, quien se encarga de la síntesis de nanopartículas (partículas microscópicas con un tamaño entre uno y cien nanómetros) de magnetita: uno de los componentes que tiene el kit de extracción de ARN (ácido ribonucleico), usado para la detección del SARS-CoV-2 mediante los PCR (prueba de reacción en cadena de polimerasa).

Los ocho meses que Francisco Palay lleva laborando allí le han permitido sentirse, ante todo, útil y acogido por los profesionales con mayor trayectoria. «Representa una gran experiencia formar parte de un proyecto que se inscribe en los esfuerzos de la nación por mitigar los efectos de la COVID-19».

Y automáticamente, como si le naciera de adentro el orgullo, nos muestra un envase del CEA-NANO+ RNA 3.0, que sirve para realizar 500 determinaciones de PCR, un compuesto que Cuba no tiene que importar y que, además, no necesita de refrigeración, como advierte un rótulo rojo en su recipiente.

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Es martes y el cielo encapotado amenaza con verter agua sobre la autopista hacia San Antonio de los Baños. Cae la tarde y un camión perteneciente a la Empresa Comercializadora y Distribuidora de Medicamentos (Encomed) se aparca en las inmediaciones de la entrada al CEA. Los trabajadores ayudan a colocar en su interior la producción semanal: incontables cajas blancas, cada una con siete componentes del kit CEA-NANO+ RNA 3.0. Luego que parte el vehículo con la carga la misión está cumplida. Y como en espiral, vuelve a sucederse todos los martes el mismo mecanismo que sustenta el estudio, aproximadamente, de más de 55 000 muestras diarias de PCR.

En uno de los locales del edificio central, Disnell Ferrera Carracedo, sumado al equipo hace muy poco, se esmera, diariamente y sin detenerse, en el etiquetado del diagnosticador. «Esta es la razón de ser del centro ahora mismo», asegura y ratifica que la misión del CEA es hacer avanzar la nanotecnología en el país.

Aunque apenas marchan por el comienzo y la explotación de este tipo de tecnología requiere tiempo, varios proyectos de investigación con diversos nanomateriales apuntan a resultados beneficiosos, con futuro, en áreas como la textil y la limpieza y descontaminación del agua, por ejemplo. «La nanotecnología está en todo», asegura Disnell, apuntalando la trascendencia de los sueños que los ocupan en el presente y que algún día se traducirán en mejoras a entornos sociales y productivos.

El Doctor en Ciencias Yorexis González Alfaro, director de Investigaciones del centro, no oculta su formidable entusiasmo por rodearse de un colectivo científico avezado y diverso, en el que caben matemáticos, físicos, químicos, biólogos y microbiólogos, y cuyo núcleo duro y apuesta fundamental recae en la juventud.

«Ellos son la columna vertebral en la institución, las fuerzas en las investigaciones. La idea es “atraparlos” y reforzar su interés para que se conviertan en la cantera científica principal que impulse las aplicaciones nanotecnológicas.

«Estamos hablando (la nanotecnología) de una ciencia joven —apunta González Alfaro— que se está potenciando en este instante a nivel mundial en las esferas agroalimentaria, electrónica, cosmética, textil, la industria del aseo y la medicina».

Las principales líneas de investigación científica sobre el tema nanotecnológico en el territorio nacional son lideradas desde el CEA que, en sus dos años de funcionamiento ha remarcado relaciones con diversos ministerios, universidades y entidades de innovación como el Instituto Finlay de Vacunas, BioCubaFarma, el Grupo Empresarial de la Industria Ligera y el Centro de Inmunología Molecular, por solo citar algunos.

Actualmente, los devotos del nanopolvo se enfocan en análisis sobre el uso de estos para la biodistribución de materiales en el organismo, en su utilización para los sistemas de purificación de contaminantes, hidrocarburos y desechos radioactivos, así como en la realización de plataformas para el diseño de censores de respuesta rápida. Sobre este último aspecto, Yorexis adelanta que se enfrascan, además, en crear un sistema de censado del ARN del virus SARS-CoV-2, lo que permitiría buscarlo con mayor sensibilidad y lograr una detección mucho más exacta del patógeno.

Otros estudios versan sobre los sistemas de liberación controlada de medicamentos y la conformación de las normas y regulaciones éticas sobre la nanotecnología; sin abandonar su aporte estrella: el sistema de extracción de ARN viral, cuyo reactivo ahorra durante la pandemia importantes sumas de dinero a la biomedicina cubana.

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El único lugar con ruido en el CEA es donde cuatro jóvenes muy ataviados, casi sin dejar recoveco libre en sus cuerpos, envasan directo de la máquina la producción del kit de extracción para los PCR. El extremo cuidado no es casual; de caer algún cabello, sudor o saliva, el producto acabaría contaminado.

Ana Mercedes Valdés Alonso lleva 11 años trabajando en el CEA, desde que este se encontraba en la etapa de ejecución. Su área es la de Informática y servicios telemáticos, pero apoya en esta actividad crucial para el centro. «El colectivo es unido y agradable, el trabajo es constante, lo hacemos con rigor porque aporta a la salud de la población», comenta.

Ana Mercedes, Eriel, Broselianda e Irialis apoyan en la producción del kit de extracción de ARN, usado para la detección del SARS-CoV-2 a través de los PCR.Fotos: David Gómez Ávila

Aprovechando esta pausa en la presencialidad de sus clases, Eriel Galis, de segundo año en Química Industrial en la Universidad de Ciencias Pedagógicas Enrique José Varona, se siente feliz de contribuir a esta importante actividad y significa como un aprendizaje enorme su estancia durante estos meses en la institución, a la que planea seguir vinculado.

Con complicidad y entre risas, Broselianda Zaldívar e Irialis Calderón acomodan minuciosamente en cajas de cartón los frascos que Ana y Eriel llenan. Dicen que la producción es tanta que solo «cogen un diez» cuando esperan las cajas. Para ellas el cansancio no es obsceno, sino un oasis que, como humanas, se permiten disfrutar. Mas las reconforta siempre el saberse necesarias, sentir que aportan, que están, como sus compañeros en el CEA, del lado de la vida.

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