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Addimensional: creatividad al servicio del otro

«Ahora hay que trabajar, y trabajar bien», dice Abel Bajuelos, empresario a cargo de una de las primeras Mipymes aprobadas en el país

Autor:

Dailene Dovale de la Cruz

Para Abel Bajuelos la capacidad de crear e innovar pertenece a nuestro ADN colectivo. Reinventarse ante las carencias materiales, ante los obstáculos impuestos por el bloqueo y más recientemente debido a la pandemia, es una práctica cotidiana y extendida. El emprendimiento Addimensional, servicio de diseño y manufactura aditiva (impresión 3D), no sería la excepción.

Sería su marca la creatividad puesta en función de la sociedad, en este caso mediante el Sistema de Salud, lo cual demuestra la importancia de la colaboración horizontal entre diversos actores sociales en la búsqueda de soluciones creativas y locales.

«Gestiono un taller de fabricación digital a partir de manufactura aditiva, lo que se conoce como impresiones 3D. Addimensional surge a finales de 2014, con otro nombre hasta hace muy poco. Pero dadas las nuevas condiciones, el nuevo rigor y la nueva etapa que se vislumbra con las Mipymes, hicimos un rebranding (estrategia de marketing) completo de nombre e imagen, y ahora nos llamamos Addimensional».

—¿Qué principios le guían como emprendimiento?

—En primera instancia está la colaboración y la resolución de problemas de forma creativa. Soluciones locales a problemas locales, aprovechando las capacidades de respuesta, la validación de ideas que ofrece el sustrato que representan las tecnologías de manufactura. Son siete grandes procesos que trabajan a varios niveles y en varias dimensiones, dado que dentro de cada uno de esos procesos existe equipamiento para usos domésticos básicos, semindustrial e industrial.

«Hoy la manera más ágil, versátil y barata de llevar información a su representación física, de llevar la creatividad a su implementación material, es a partir de las impresiones 3D».

—¿En medio de la pandemia, cómo ha sido su vínculo con las instituciones?

—Nuestros vínculos vienen desde antes. Ya en 2016 empezamos a relacionarnos con centros de investigación en el país que usaban esta tecnología a un nivel industrial. Establecimos alianzas y colaboraciones en una primera instancia sin que mediara contrato o transacción monetaria alguna, solo aprovechando la fortaleza de cada uno para aportar equipamiento y flujos de trabajo industriales, mientras nosotros sumábamos otro enfoque, un poco más flexible en la capacidad de respuesta.

«Lo importante aquí, al igual que en la computación, es que la calidad del cómputo de una máquina de escritorio o una laptop no difiere cualitativamente de la calidad de cómputo de un gran centro de servidores. Con la manufactura aditiva ocurre lo mismo, después que uno adquiere las habilidades y está embebido con este paradigma.

«Es muy fácil pasar del equipamiento básico. Diríamos que hay momentos de mucho más rigor industrial, pero los principios son los mismos cualitativamente. No en cantidad, claro, pero basándonos en este principio pudimos dar respuesta y aportar muchísimo dentro de esos centros. A raíz de la pandemia hemos tenido un acompañamiento mucho más cercano».

—He leído que las formas de trabajo de la impresión 3D son en esencia colaborativas y de innovación con pocos recursos...

—Visualizamos la tecnología como una solución, un conjunto de herramientas poderosas, sobre todo basándonos en las condiciones prexistentes de nuestra realidad, como el nivel de instrucción, la creatividad prácticamente genética y entrenada en disímiles escenarios, y la capacidad de resolver problemas con pocos recursos.

«La habilidad y la capacidad que ofrece el sustrato tecnológico lo visualizamos como lo más importante. Ni siquiera son las máquinas: lo vital es el ecosistema que se crea alrededor.

«Una impresora 3D es a la fabricación (no importa qué nivel tenga, ya sea básico, semindustrial o industrial) lo que un celular es a la información. En el equipo como tal no es donde radica el valor: es lo que provee como herramienta al ecosistema que se genera alrededor de él.

«Como la manufactura de aditiva trabaja sin preformas o plantillas, la complejidad no es un problema. En otras tecnologías de fabricación, cuando aumenta la complejidad aumenta el costo, y así la inviabilidad económica da al traste con la fabricación. En la impresión 3D es todo lo contrario: cuanto más complejidad más sentido, y más fáciles de realizar son las piezas».

—¿Cuáles han sido los trabajos que mayor esfuerzo y gratificación les generaron?

—Han sido en el sector de la Salud Pública; con todo el apoyo que hemos venido dando al personal sanitario, desde la primera ola de la pandemia hasta otros proyectos en desarrollo que se basan en el análisis de imágenes médicas para la fabricación por impresión 3D de regiones anatómicas (hacer partes de huesos, órganos, sistemas completos) y para asistir como herramienta a las diferentes especialidades, sobre todo a la cirugía.

«Eso está teniendo un impacto tremendo en la calidad de vida de los pacientes y en la estructura de costo del servicio, porque minimiza todos los tiempos quirúrgicos y ayuda a los especialistas a ser mucho más certeros en las soluciones finales.

Los productos creados son empleados en el Sistema de Salud. Foto: Cortesía del entrevistado.

«Recuerdo ahora un caso de una persona que tenía fecha de operación una semana próxima a la que nosotros habíamos terminado el proyecto, cuando entregamos el modelo, la maqueta de la parte que se debía operar (una estructura neurológica), y dada la información que dio esa herramienta, se tomó la decisión de no operarla porque era evidente el riesgo de muerte. Algo que no se podía asegurar solo con el análisis de las imágenes médicas.

«Tener la estructura anatómica en la mano y en tres dimensiones llevó a los especialistas a tomar la decisión definitiva. A nosotros se nos comunicó que habíamos aportado muchísimo para salvar la vida a esta paciente, porque sabían el riesgo, pero no tenían toda la información para tomar la decisión correcta. Eso nos conmovió, porque es una muestra real de cómo con nuestro trabajo se puede cambiar e impactar la vida de las personas».

—¿Qué cambios trae al proyecto encontrarse entre las primeras Mipymes aprobadas?

—Tener personalidad jurídica brinda muchísimas ventajas. Entre estas la igualdad de condiciones respecto al resto del tejido económico. Va a ser un proceso de aprendizaje mutuo, tanto para las instituciones como para los emprendedores. La solidez y el rigor que implica nos harían funcionar como empresa, con todo lo que esto conlleva, como la contabilidad y otros procesos. En mi caso habrá que empezar a aplicar una serie de certificaciones y evaluaciones para muchas de las soluciones que hemos estado implementando.

«Quizá también nos ayude a tener acceso a un mercado en divisa. Sabemos que ahora mismo el país no está en condiciones para garantizarlo, pero sería ideal tener acceso a financiamiento externo.

«Quedan algunas cuestiones todavía por precisar. Habrá que ver cómo es el desempeño, pero lo primero era tener personalidad jurídica, porque eso permite a emprendimientos tecnológicos como este la importación. Era un requisito para crecer y desarrollar más soluciones.

«El ecosistema tecnológico con el que trabajo está en constante desarrollo. Todos los días aparecen nuevos procesos, máquinas y materiales. Es importante ver cuál será la forma de importación. Si se garantiza agilidad y precios razonables —sabemos que para Cuba todo es más caro por las presiones a las que nos someten—. Pero ahora mismo no me importa si la importación no es directa: ahora hay que trabajar, y trabajar bien».

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