Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Códigos para una militancia actual

¿Cómo mantener vivo el ideal de la UJC?  ¿Cómo solidificar su trabajo? ¿Cómo sentirla y vivirla a plenitud? Esas interrogantes deben encontrar respuesta camino al cumpleaños 60 de la organización

Autor:

Yusuam Palacios Ortega

Estos son tiempos de definiciones, y se impone un momento de filosofía, de meditación revolucionaria, de debate abierto y claro. Hay estímulos que provocan el pensar, cuyo ejercicio ha de hacerse sin vendas ni ambages, con ganas suficientes de extraerle el provecho máximo, de hacer de su práctica cotidiana un método para el trabajo con las ideas.

Así nos sucede con nuestro 8vo. Congreso del Partido que nos ha convocado a pensar para transformar desde las honduras de nuestra organización política. Uno de los temas que necesariamente ha de marcar el debate responde al funcionamiento de la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC), organización juvenil del Partido.

Asumir el debate crítico hace parte de este ejercicio al que estamos llamados continuamente; ello con una mirada integradora de la realidad que vive hoy la organización. Próximos a los 60 años de la UJC es preciso repensarla, remover sus bases, oxigenarla todo el tiempo, llenar de vitalidad sus estructuras.

Eso es genuinamente revolucionario, y deviene, a su vez, método eficaz para fortalecerla. Es vital para la organización adecuarse al momento sin que la adecuación merme el ideal que se persigue. Son nuevos los códigos hoy, el lenguaje, los contenidos que se generan. Una organización que movilice, atraiga, despierte y mueva conciencias, capaz de asimilar sus retos en continua renovación.

Ese es un punto, el más importante, en la agenda de la organización: ¿cómo mantener vivo el ideal?, ¿cómo solidificar el trabajo de la UJC?, ¿cómo sentirla y vivirla a plenitud? Muchas pueden ser las respuestas, otras podrían ser interrogantes; el hecho es que está abierto el diálogo, que la misma actividad de la UJC en los últimos tiempos ha sido provocadora de estímulos en los jóvenes.

Resulta indispensable la asunción de un pensamiento crítico; eso se practica, se ejercita. Y este pensamiento crítico nos convida a transformar las formas de actuación. Y allí hay un elemento clave, o nos contentamos con la mera contemplación del problema o nos ponemos la camisa al codo para resolverlos. La UJC optó por la segunda, y en ese camino andamos.

Hoy más que nunca son importantes nuestras organizaciones políticas; es por ello que ir a las honduras de su quehacer y funcionamiento es una prioridad. Hablamos de la vanguardia, y no podemos desdeñar esta condición. Si somos militantes esto tiene un costo (y no hablo de cotización); hablo del valor que encierra el hecho de formar parte de un sentimiento, un pensamiento y una praxis cuyo carácter revolucionario nos apasiona. Y el costo de la militancia, como el de ser cubanos, nos obliga a repensar cómo organizamos la lucha, cuán efectivos somos en nuestro hacer político, preguntarnos todo el tiempo si realmente ejercemos influencia en las más jóvenes generaciones.

Se habla de la necesidad de revaluar la UJC para lograr cada vez mayor impacto en los jóvenes. Y ahí me detengo por la importancia de hacer este análisis en el contexto que vivimos y ante una serie de conflictos que marcan la época actual. Y se ha de partir de la propia militancia. Es necesario revaluar cómo se está militando hoy, con qué arsenal cuentan nuestros militantes para enfrentar la guerra cultural y simbólica que libramos.

Existe un diálogo entre la dirección y las bases, ahora necesita ser más efectivo. Hemos sido testigos de un despertar en las convocatorias, hoy se hacen diferentes, hoy se explica mejor que en algunos años atrás, en los que no estábamos viendo una organización atractiva y conectada con los jóvenes.

Desde el 10mo. Congreso se van dando pasos que han ido transformando el escenario juvenil. Ahora bien, estos cambios no se han visto en todas las estructuras de la organización. Falta mucho por hacer; y de eso queremos dialogar. En esta revaluación partimos de lo que hemos hecho y de lo que hoy hacemos. En este tiempo se ha interactuado más con las juventudes, se ha intercambiado con mayor intencionalidad, se han asimilado los nuevos códigos en un continuo aprendizaje.

Hemos visto a tantos jóvenes en frentes clave de la vida del país, hemos percibido que sí, existe la vanguardia, es tocable la organización, ella está convocando, mantiene un liderazgo. Pero, ¿nos conformamos con eso? No, no podemos porque dejaríamos de ser revolucionarios, porque perderíamos esa condición de sujetos críticos, de jóvenes pensantes y no conducidos, de una generación que piensa con cabeza propia.

Ahora, ¿todos lo hacen? No, hay muchos que aún esperan por indicaciones, por una conducción que rompe la creatividad, por esquemas prestablecidos. Otros, desde la autosuperación permanente, han sido los máximos creadores de las hazañas de la juventud.

No soy de los que visualiza negativamente un fenómeno, una realidad. Muchos jóvenes que vemos diariamente, incluyendo algunos militantes de la organización, no son conscientes de lo que significa ser un joven comunista; y eso nos ha de provocar. Explicar y fomentar el diálogo se vuelve una necesidad. No son momentos de dramas ni catarsis, sino de actuar en consecuencia con el reto enorme que tenemos.

Es preciso que nuestros jóvenes vean la UJC como sujeto principal de las transformaciones y adecuaciones que precise el momento histórico que vivimos, siguiendo la definición revolucionaria de nuestro Comandante en Jefe. Conectar cada vez más y mejor con niños, adolescentes y jóvenes, ante los desafíos del presente siglo, constituye un reto medular en el propósito de oxigenar la organización juvenil del Partido, apertrecharla de los códigos comunicacionales nuevos e incentivar, desde el conocimiento de la historia, la preservación de la identidad y la cultura y el respeto a los símbolos patrios; el fortalecimiento del trabajo político e ideológico.

Esa es la esencia, dar cumplimiento a la misión de la UJC, que a su vez responde a lo preceptuado en el artículo 6 de la Constitución de la República: «La Unión de Jóvenes Comunistas, organización de vanguardia de la juventud cubana, cuenta con el reconocimiento y el estímulo del Estado, contribuye a la formación de las más jóvenes generaciones en los principios revolucionarios y éticos de nuestra sociedad, y promueve su participación en la edificación del socialismo». Teniendo en cuenta estas disposiciones y yendo a las honduras de lo que en definitiva aspiramos como organización: fortalecerla integralmente; es preciso partir de los aspectos políticos e ideológicos, de los que se derivan los demás temas y frentes de trabajo de la UJC.

El fortalecimiento del trabajo político e ideológico deviene motivación permanente y espíritu creador para la base de la organización: sus militantes y a su vez para la base del sistema que conforma la UJC. Una base sólida, preparada, creativa, formada en los principios revolucionarios y éticos de nuestra sociedad, consolida el paso natural de la UJC al Partido, o sea, mientras más eficiente sean las estrategias y métodos de trabajo político e ideológico, más efectivo será el tránsito de la militancia juvenil comunista al Partido. Somos continuidad desde el momento en que asumimos la condición de militantes, por su significado y deber. La organización debe crecer pero en la medida en que no descuidemos qué significa ser vanguardia, por qué militamos, qué defendemos, qué amamos.

La UJC tiene, como organización, un componente que le da existencia: sus militantes, pero no es un grupo de jóvenes que crece únicamente en cantidad. Ella, desde un enfoque dialéctico, es el grupo de jóvenes con cualidades que los hace ser comunistas. De ahí que proponernos una organización más sólida implica fortalecer el trabajo político e ideológico de su membresía, que incidirá con su quehacer cotidiano en el resto de los jóvenes.

El debate continúa, los desafíos ideológicos son cada vez más fuertes, el rol de los jóvenes crece, en nosotros está la continuidad, que no es mañana, es parte indisoluble de nuestra cotidianidad. Vivimos la Revolución, pero no perdamos de vista que hacerlo implica mantenerla viva, desafiante, fuerte. Por ese sendero revolucionario vamos con todo; con la dignidad, el patriotismo, el respeto a nuestra historia y los símbolos; vamos sí, con nuestra condición antimperialista y el espíritu creador, siguiendo la máxima martiana de que «el hombre joven se debe a su Patria».

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