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Nuestros aborígenes, ni cabizbajos ni resignados

A más de medio milenio de fundada la villa de Santa María de Puerto del Príncipe, JR se acerca a una investigación que revela la resistencia de los nativos de la mayor de las Antillas ante el enemigo usurpador

Autor:

Yahily Hernández Porto

CAMAGÜEY.— El 2 de febrero de 1514 se fundó la villa de Santa María de Puerto del Príncipe, actual Camagüey, onomástico que se celebra acá desde el 2 hasta el 7 de febrero.

 A 508 años de ese hecho, JR se acerca a un tema que, aunque no es inédito, ha sido poco difundido en los medios, por la escasa información que se conserva en la Isla sobre la presencia aborigen, su quehacer e impacto en el emporio fundacional de la también llamada Villa andariega.

Un exquisito texto, Albores de una grandeza. Curiosidades de Puerto Príncipe (1514—1700), de los investigadores Ramiro Manuel García Medina y Odalmis de la Caridad Martín Fuentes, ofrece documentos fehacientes que nos acercan a un pasado mantenido en penumbra. Por primera vez, y como resultado de una labor apreciable y cuantiosa, se agrupan rarezas y noticias fidedignas, localizadas en centenares de fotocopias de pergaminos originales conservados en el Archivo General de las Indias, en Sevilla, España, relativos al periodo entre el nacimiento y primera evolución de esta ciudad. 

No escapa a la incesante búsqueda de los autores la vida y circunstancias crueles a que se vio sometida la población originaria de esta comarca, que develan tristes pasajes de nuestros ancestros y la explotación a que fueron sometidos.

Es consabido, por ejemplo, que la «encomienda», no era un mecanismo para cristianizarlos e incorporarlos como vasallos a la vida cotidiana, sino un método encubierto utilizado por los colonialistas para, luego de «convertirlos», esclavizarlos como animales.

Con esta práctica se amparaba un «sistema legal» que no solo permitía los abusos, sino también el reparto de esos seres humanos entre los invasores españoles para que se encargaran del trabajo en las minas, la agricultura y otras labores forzosas, y una vez rendidos de fatiga como resultado de la sobreexplotación, eran brutalmente torturados, golpeados o ultimados sin compasión.

Puerto Príncipe no fue la excepción de tales escenarios violentos. El primer documento que da fe de esta enmascarada forma de encadenamiento y humillación data del 22 de julio de 1517, según aportan prestigiosos escritores: en una Real cédula enviada durante la regencia del Cardenal Cisneros, entre 1516 y 1517, a los monjes jerónimos, jueces y comisarios de Indias, se orienta: «Provean conforme a la instrusion que llevan en la petición de Pedro Fernández Berganciano, vezino de la villa de Santa María del Puerto del Príncipe de que se encomendase al cacique Santa Cruz con sus 90 indios para el solo como o tenía antes de que Diego Velasquez lo encomendase a otras dos personas mas».

Los indios cimarrones se rebelan

¿Acaso pensaron los españoles que los primigenios camagüeyanos asumirían con tranquilidad su violento destino por «gracia y obra del espíritu santo?». Pues no sería así, aunque se ofrezcan desde la historia pocos datos que destaquen la resistencia y bravura de esos hombres y mujeres ante el invasor hispano, imagen que fue recalcada en informaciones de aquellos años y trasmitida por los oficiales y autoridades españolas a los representantes de la Corona.

Lo develado en Albores de una grandeza… confirma que el enfrentamiento con los nativos de la extensa llanura no fue cosa de coser y cantar. Así lo confirma una carta de la reina Isabel de Portugal, fechada en Madrid el 22 de diciembre de 1529, en respuesta a una misiva recibida del entonces gobernador de Cuba, Gonzalo de Guzmán, enviada desde Santiago de Cuba el 17 de marzo de 1528, en la cual informaba sobre disturbios causados por la insurrección de los primitivos habitantes de la Isla.

Viendo las consecuencias de esa desgraciada condición de esclavos impuesta por el ejército usurpador, la soberana le propuso que «vos el nuestro lugarteniente de gobernador fuystes a un pueblo a lo remediar y enviar gente y que embiaste cuarenta o cincuenta hombres y que por que a la gente que ha de yr a la pacificación de ellos se le haze poco no tener mas provecho de los yndios que tomaren sean sus esclavos se an echado en esa isla para la dicha guerra hasta quinientos pesos de oro proveereis en todo como mas conbenga a la pacificación y sosiego de es isla con la menos costa que sea posible de los vecinos de ella».

O sea, negociar en vez de someter por la fuerza… Mas no resultó tal aspiración soberana. los españoles no calcularon correctamente el calibre de nuestros antepasados, porque fue de tal envergadura el levantamiento de los aborígenes en la «Comarca de pastores y sombreros» —como nombró Nicolás Guillén a su tierra natal—, que don Gonzalo no quedó muy bien parado.

Sobre este escenario de enfrentamiento indígena trata una carta de Manuel de Rojas —quien sustituye a Guzmán en su cargo entre 1532 y 1534— al mismísimo monarca español, con fecha 5 de mayo de 1532, en la que da fe de las ineficiencias del predecesor en su desafío contra los sublevados, y de los movimientos que tuvo la villa de Puerto Príncipe.

«los yndios cimarrones se alcaron otra bez con mayor atrevimiento e comencaron de hazer mucho daño en españoles e yndios que los términos de las dichas villas especialmente en la villa del puerto de principe quemaron el pueblo de los españoles andandole ellos mudando a otro iyendo y los que estaban huyeron y ansy mismo hizieron mucho daño».

Cuadrillas contra la resistencia

La rebeldía criolla viene también por herencia de los hombres y mujeres nativos. Lo descrito hasta el momento atestigua que la lucha contra los naturales no fue ni simple, ni fácil, ni económica, como informaban los cronistas de Indias, pues no era suficiente con cazarlos como animales y enfrentarlos con todos sus recursos, sino que tuvieron que adoptar medidas de contingencia para dominarlos.

Nacería así como recurso para sellar el escenario tumultuoso —algo que nunca les fue fácil alcanzar a los del viejo mundo—, nada menos que las cuadrillas contra indios alzados. En otra carta al Rey enviada por el Gobernador de Cuba en mayo de 1532 este describe los manejos y medios empleados para poner fin a esos levantamientos en toda la geografía insular.

«Goncalo de guzman tubo algunos descuydo en remediar las cosas de los yndios alcados que los prescritos de su gobernacion contentandose con lo reunir a los cabildos de las dichas villas donde se hazia el daño que lo remediasen e proveyesen enviandoles para ello sus mandamientos y poderes con que pudiesen hazer cuadrillas de españoles e yndios para hazer guerra a los dichos yndios alcados que para que ansy mismo pudiesen hazer esclabos a los yndios que lo merecieren».

Una declaración o probanza fechada el 12 de febrero de 1533 resume esta estrategia de choque entre habitantes de dos mundos muy diferentes. Manuel de Rojas, entonces gobernador de Cuba, asentado en Santiago de Cuba, solicita ante el escribano público de esa villa, Gonzalo Díaz, declarar las gestiones hechas por él para hostigar a los indios cimarrones y mandar ese documento a la Corona.

«e que pobreyo dos cuadrillas para los termynos de la villa del puerto de príncipe e de san salvador con francisco madrigal e pedro beyo otra cuadrilla por otra parte en los términos de la dicha billa de san salvador con Gonzalo de lagos».

Tales circunstancias de explotación, muerte y lucha continua influyeron en que en poco tiempo la población nativa del Camagüey, así como la del resto de la Isla, resultara exterminada.

Otro detalle se destaca, incluso en aquel convulso emporio fundacional: la ubicación sin privilegios de los aborígenes en la villa de Puerto de Príncipe, que en cierto punto les resultó incontrolable. En misiva dirigida al monarca, el entonces Gobernador de Cuba lo refleja con exactitud el 22 de septiembre de 1608: «pero también hay indios en el Puerto de Príncipe y Bayamo y Cuba, pero están como arrabal de estos pueblos y como los pueblos en si respecto de ser las casas de pajas por miedo al fuego no están en la forma de España. De aquí nace que todos están mezclados los mas y son ya como españoles».

No hubo sosiego, ni vida fácil ni tranquilidad para los nativos isleños, sino resistencia ante un enemigo abrupto y despiadado. A la vuelta de más de cinco siglos de aquella resistencia colosal, solo resta admirar la hazaña, saborearla como propia y tomar de ella su legado de lucha y rebeldía.

*En los textos en cursiva se respeta la gramática del castellano antiguo utilizada en las escrituras originales.  

Ver también Camagüey, la andariega

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