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Lo que pidió Fidel para Abel

«No importa, mamá, gané esto por escribir sobre Martí». Fueron en cierta ocasión las palabras de aquel niño de estirpe patriótica.Hoy se cumplen 95 años de su nacimiento en Encrucijada, Villa Clara 

Autor:

Nelson García Santos

ENCRUCIJADA, Villa Clara.— Hay un hecho revelador en la biografía de Abel Santamaría Cuadrado que debe aparecer, ineludiblemente, porque retrata lo que vendría después desde la altura de su niñez. Con orgullo contó su madre Joaquina que llegó un día contento a la casa porque había ganado, con una inspirada composición, un concurso sobre el Apóstol José Martí.

Entonces evocó el íntimo y breve diálogo: «Mira, mamá, gané esto, mira. Me enseñó el diploma que se denominaba Los Tres Reyes de la Patria, que daba el Ministerio de Educación. ¡Ay, Abelito, pensaba que te iban a dar una beca! Entonces él me dijo: “No importa, mamá, gané esto por escribir sobre Martí…”». Y estas últimas palabras, dichas en plena infancia, revelaron que ya latía en sus venas la estirpe martiana.

Obviamente, la invocación de Joaquina a la beca expresaba el pesar de la familia por no poder costearle los estudios luego de concluir el sexto grado, hecho que en vez de desalentarlo, sin dudas le permitió ganar conciencia sobre los males de la época.

Con orgullo debemos recordar hoy el aniversario 95 del nacimiento de Abel, tercer hijo del matrimonio de Benigno Santamaría y Joaquina Cuadrado, quien nació en Encrucijada el 20 octubre de 1927, día en que por primera vez se cantó en 1868 el Himno de Bayamo. Feliz coincidencia, pues aquel niño resultó un verdadero patriota.

Mientras uno transita por los lugares donde él estudió, trabajó, jugó pelota, bailó, se bañó en el río o flirteó con alguna muchacha, brotan más impactantes las remembranzas sobre su niñez y adolescencia.

Aquellos días en los que de la mano de Eusebio Lima Recio, su maestro de la escuelita pública del central Constancia, que hoy lleva su nombre, descubrió a José Martí y se adentró en su savia; esas jornadas en las que conoció la miseria reflejada en el bohío sombrío y convivió con los más pobres, a quienes siempre estuvo dispuesto a ayudar.

Así empezó a arraigar su estirpe proletaria que continuó en ascenso desde su humilde puesto de mozo de limpieza y después de despachador de mercancía, hasta llegar a empleado de oficina. Un día de 1947 marchó a La Habana en busca de mejores horizontes económicos, cuando ya lo vivido a la altura de sus 20 años lo había convertido en un ferviente martiano de pensamiento y acción.

Después vino aquel primer encuentro con Fidel, el 1ro. de mayo de 1952, en el cementerio de Colón, en un acto para rendirle tributo a un trabajador asesinado durante el Gobierno de Carlos Prío Socarrás. Lo que significó para él aquel día lo dejó plasmado en palabras célebres: «Conocí al hombre que va a cambiar los destinos de Cuba. Es Martí en persona».

También Fidel, desde el primer momento, supo aquilatar la grandeza y entereza de aquel joven, quien se entregó con tal ímpetu a la organización de la lucha contra la tiranía batistiana que el líder histórico de la Revolución lo llamó «el alma» del Movimiento que atacó el cuartel Moncada.

En fecha como esta en el aniversario de su nacimiento, brota más intensa en las memorias revolucionarias la gran amistad cimentada en ideales comunes, entre él y Fidel, quien le dio la inmensa alegría de ir a conocer a su familia a Encrucijada antes del ataque al cuartel Moncada el 26 de julio de 1953.

En la celebración del aniversario 90 de su natalicio, la compañía infantil de teatro La Colmenita estrenó aquí la obra Historia de un ser de otro mundo, en la cual mediante el juego y diálogo perspicaz de los niños se atrapan las virtudes que identificaron al Héroe.

Fue al concluir la obra que llegó una sorpresa enaltecedora. Carlos Alberto Cremata Malberti, director de La Colmenita, confesó que quedaba materializado así un sueño de Fidel, quien le pidió tratar de concebir algún proyecto en el que realzara la eminente figura de quien él consideraba uno de los compañeros de lucha menos conocido.

Ha pasado el inexorable tiempo, pero  ahora mismo, cuando uno camina por Encrucijada, el recuerdo del héroe, de estampa gallarda y mirada penetrante, se hace más intenso y diáfano porque vive en la lozanía de su Revolución, pero también debemos acercarnos más profundamente a su legado, como nos alertó su hermano entrañable.

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