Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Brevedad inmensa

El mejor control resulta el día a día y para eso hay bastantes personas que devengan un salario, el cual deberían respaldar con una labor eficiente

Autor:

Nelson García Santos

Si con la mismísima sabiduría con que suele definirse un dislate —evidencia del dominio de sus orígenes— se atajaran sus consecuencias, otro gallo cantaría desde hace mucho, pero muchísimo tiempo.

El problema radica en que las administraciones actúan —un mal generalizado— casi siempre a destiempo, y la llaga nace y se desarrolla a pesar de las alertas y otros informes de esos que requieren una lectura interpretativa y sabia, no apenas formal.

Consecuentemente, luego de que la transgresión ocasionó el daño y con suerte se destapó un análisis, los administrativos responsables de haberlo  evitado, o al menos atajado, muchas veces ripostan con un ambiguo «Vamos a realizar un proceso de discusión con los incumplidores para aplicar medidas».

 ¿Acaso desconocen que el mejor control resulta el del día a día? Y para eso hay bastantes personas que devengan un salario, largo o corto, el cual deberían respaldar con una labor eficiente, capaz de impedir ese comportamiento de mansos, desencadenador de lecturas más peligrosas.

¿Cuántos ejemplos cargo en la alforja sobre ese circunstancias? Bastantes... Igual que usted, respetadísimo, porque tampoco hay que ser discípulo del famoso detective Sherlock Holmes para descubrir los patinazos que se dan a la vista pública.

Sí, sé que desea que deje a un lado las generalizaciones y acabe de mostrar aunque sea un hecho concreto. Y lo entiendo, pero las generalizaciones, esa brevedad inmensa que envuelve tantos hechos, indican la gravedad persistente del descontrol.

Aquí le va su ejemplo, nada más y nada menos que con un alimento tan necesario como la leche, que ciertamente hay en cantidades apreciables (más sus derivados), visibles en una pasarela comercial no formalizada como resultado, en buena medida, del desvío de su destino principal.

Avanzado ya este mes, en el balance anual de la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP) en Villa Clara trascendió que faltaban por contratar más de nueve millones de litros de leche, y como si no bastara, se reconocieron incumplimientos en la entrega acordada entre el Estado y las distintas formas productivas.

Tampoco hay que sumirse en profundas cavilaciones para desentrañar por qué se les hace escurridizo ese control a quienes están para que eso no ocurra. En el análisis se dijo en brevísimas palabras: dejan acumular los problemas y no ven a tiempo a quienes no están cumpliendo la cifra contratada. Sencillísima la fórmula. Más bien, como suele decirse, se caía de la mata.

La verdad verdadera es que accionar con inmediatez, aplicando esa sabiduría que suele dibujarse muy bien, sigue escaseando en nuestro sector productivo. Como si no acabara de calar en sus mentes ese refrán más viejo que Matusalén: donde se cae el burro, se le dan los palos. Y que me disculpe el infeliz asno.

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