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Detrás de la tierra arrasada

¿Cuál será el saldo de este 2023 en materia de incendios forestales si, hasta hoy, han ocurrido 277 siniestros de este tipo en el país? La cifra es casi igual a la reportada durante la campaña del año pasado, y las negligencias humanas son las causantes de todos los sucesos

Autor:

Ana María Domínguez Cruz

Hoy, más de 3 000 hectáreas en Pinares de Mayarí son tierra arrasada, que demorará décadas en recuperarse. Los animales y las especies vegetales existentes en esas zonas se han perdido, y los pobladores de los alrededores, incluso de los municipios santiagueros de San Luis y Mella, temen por su entorno inmediato, aunque la construcción de una trocha en la zona conocida como Pijindi evitará que el incendio entre a la provincia de Santiago de Cuba.

Bosques de pino cubensis, casuarina y eucalipto; café, áreas taladas y pastizales se han afectado, y el alto volumen de material combustible, los fuertes vientos y el estrés de la vegetación por la no ocurrencia de lluvia en los últimos cuatro meses atentan contra la extinción más rápida del fuego, a pesar del empleo de más de 2 000 personas en el área y recursos como buldóceres, camiones plancha, autos cisternas, camionetas, pipas de la economía, Jeeps, ambulancias, tractores, ómnibus y aeronaves AN-2 y M-18.

Sin embargo, aunque ese incendio forestal de grandes dimensiones ha acaparado la atención y se evidencia el esfuerzo de bomberos y guardabosques, de combatientes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, personal del sector forestal y los propios habitantes por extinguirlo, no es el único que en estos momentos le quita el sueño a quienes laboran en el Centro Nacional de Monitoreo de Incendios Forestales del Cuerpo de Guardabosques de Cuba (CGB).

Actualmente existen varios incendios activos. Dos en Pinar del Río (uno en Guane y otro en el municipio cabecera), igual cifra en el territorio santiaguero de Segundo Frente, en el municipio guantanamero de Manuel Tames y en la zona Los limones, del municipio especial de Isla de la Juventud.

La situación más compleja, obviamente, se presenta en Pinares de Mayarí, donde las llamas continúan propagándose con rapidez a causa de los fuertes vientos, por lo que las acciones de enfrentamiento deben multiplicarse.

Pero lo que mayor preocupación genera al calor de estos hechos es el comportamiento de los incendios forestales a nivel nacional que, hasta la fecha, se han registrado. Si tenemos en cuenta que el año pasado, en el período de enero a mayo, ocurrieron un total de 284 incendios forestales, con la consiguiente afectación de 1 876 hectáreas de bosques y 1 308 de herbazales de ciénaga, y pérdidas económicas valoradas en más de 22 millones de pesos. ¿cuál será el saldo de este 2023 si, hasta hoy, han ocurrido 277 siniestros de este tipo en el país?

No solo es el clima en contra

El 23 de febrero de 2022, la Organización de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente publicó un informe en el que instaba a los gobiernos a adoptar nuevas formas de enfrentamiento a los incendios forestales, ante la previsión del aumento del 14 por ciento de estos fenómenos en casos extremos para 2030, un 30 por ciento para finales de 2050 y un 50 por ciento para el final de siglo, tendencia asociada a las investigaciones realizadas con relación al cambio climático.

La intensa sequía, las altas temperaturas y la sequedad del suelo, entre otros factores ambientales,  son los que complejizan la situación actual ante la posible ocurrencia de este tipo de hechos, al decir de los expertos. Lo terrible es que, tras el análisis pertinente, el total de casos registrados en el país tienen como causas asociadas las negligencias humanas.

«Vaticinamos un panorama para el presente año que, lamentablemente, se quedó por debajo de lo que realmente ha ocurrido. De manera atípica, durante enero ocurrieron 88 incendios, 59 más que en igual mes de 2022, y en los últimos diez años el promedio fue de 29 incendios en ese mes, sin que se reportara alguno con más de 200 hectáreas afectadas.

«En enero pasado, sin embargo, quedó registrada una afectación de 1 400 hectáreas de bosques y 73 de herbazales de ciénaga, fundamentalmente en Pinar del Río, Artemisa, Holguín, Granma y el municipio especial de Isla de la Juventud. Por suerte, el 87 por ciento de los siniestros fueron controlados antes de las cinco hectáreas, lo cual es un indicador de mayor efectividad en la respuesta», explicó a Juventud Rebelde Raúl González Rodríguez, jefe del Departamento del Manejo del Fuego de la Jefatura del CGB.

El 97 por ciento ocurrió debido a negligencias, principalmente la quema para diferentes fines sin adopción de medidas de seguridad; descuidos de fumadores, cazadores y pescadores furtivos y el tránsito de vehículos con desperfectos técnicos en el sistema de escape de los gases de la combustión interna (matachispas).

Insiste el especialista en que fenómenos de este tipo afectan al medio ambiente y la biodiversidad a partir de los efectos que ocasionan, como el incremento de la temperatura media anual y de la frecuencia y gravedad de los acontecimientos meteorológicos y climáticos excepcionales, lo que a su vez ocasiona alteraciones en los regímenes de incendios, con consecuencias sobre la pérdida de la cubierta vegetal, la desertificación y la reducción de la captación de carbono.

«Ciertamente existen condiciones climáticas favorables a la proliferación de un incendio forestal, pero el factor humano ha sido el responsable directo de cada uno de los sucesos registrados en el presente año, lo que evidencia que estos siniestros pueden ser evitados si se toma conciencia de la gravedad del asunto.

«No solo son las pérdidas económicas las que padecemos, sino también las ecológicas, y justamente en Mayarí, una zona de un área protegida que ha quedado devastada. Los recursos naturales no se pueden regenerar fácilmente y es nuestra vida la que se afecta también ante un hecho así», afirmó.

González Rodríguez señaló que el fuego es empleado por los agricultores en zonas rurales como un mecanismo económico para eliminar residuos de cosechas, limpiar terrenos y renovar pastos, por lo que se ha incrementado en los últimos tiempos, pero debe ser correctamente manejado, autorizado y supervisado para evitar que se salga de control.

«Se han incrementado otras prácticas nefastas, como las asociadas a la minería furtiva, los macrovertederos, la castración furtiva de colmenas y la elaboración de carbón, entre otras, y todo ello atenta contra la protección de nuestros recursos naturales, en tanto se descuida o ignora su valor.

«Crear conciencia ambiental es la clave y trabajamos mucho para ello, incluso prestándole especial atención a las acciones hombre-hombre en el entorno rural, cuando nuestras fuerzas asisten a las reuniones agropecuarias, por ejemplo. No basta con trabajar en las escuelas, en los círculos de interés o a través de los medios de comunicación… es importante llegar a cada persona. Sin embargo, continúan sucediendo hechos de este tipo, y es triste que alguien escarmiente luego de su ocurrencia, cuando evitarlos es mejor para todos».

Muchos de estos incendios, refiere González Rodríguez, ocurren en lugares de difícil acceso, lo que complica su extinción, y aunque en ocasiones nuestros recursos pueden no ser suficientes, el apoyo de otras entidades, e incluso la solidaridad de los pobladores del entorno más cercano, contribuyen a ejecutar las acciones de combate. «Pero realmente lo que debemos lograr es evitar a toda costa estos eventos. No hay mejor manera de salvaguardar esas riquezas naturales que luego disfrutaremos».

Cada incendio forestal genera un expediente de investigación. Se deben cuantificar los daños, hallar los autores, analizar las causas, trazar las estrategias para recuperar las zonas dañadas… La legislación debe ser de mano dura en estos casos, porque detrás de una tierra arrasada, una conciencia inexistente se arropa. Y sin ella, poco podremos hacer por nosotros mismos.

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