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¡Una persona que juega es una persona más feliz!

Hoy el mundo celebra el Día internacional del Juego, una conmemoración a la cual Cuba se unió desde el 2013. De la importancia de este, sobre todo, en un planeta más tecnológico, dialogamos con Keyla Estévez García, directora del Centro de Estudios sobre la Juventud y presidenta de la Sección Juego y Sociedad de la Asociación de Pedagogos de Cuba

Autor:

Yuniel Labacena Romero

«Un niño que juega es un niño que ama la vida, que entiende y tolera situaciones difíciles, que ama a quienes les rodean. Es un niño que sonríe y es feliz. El juego es un derecho que tiene todo infante y una oportunidad que tenemos los adultos de pasar un buen rato, y de aprender de esa capacidad que tienen los niños de disfrutar y admirarse con las cosas simples.

Algunos juegos nunca pasan de moda y perduran de generación en generación, sufriendo quizá algunos cambios, pero manteniendo su esencia. Y es que el juego nos identifica como personas y nos define, constituye una de las bases más esenciales de la civilización y forma parte de nuestra historia. Nos define como personas y como comunidad, mostrándonos así toda la profundidad.

Como apunta Keyla Estévez García, directora del Centro de Estudios sobre la Juventud (CESJ), el juego es una actividad libre de cualquier persona, (independientemente a la edad que presente), socialmente condicionada, desprovista de interés material, abierta a la heterogeneidad de interrelaciones. «Es campo de alegrías, de reafirmación de conocimientos y de obtención de otros nuevos, que está íntimamente ligado al desarrollo integral de la personalidad».

Precisamente, ese es uno de los temas que abordará a partir de este lunes el primer Congreso Internacional sobre Infancias y Adolescencia, convocado por la Unión de Jóvenes Comunistas y el CESJ, pues al decir de la también Presidenta de la Sección Juego y Sociedad de la Asociación de Pedagogos de Cuba, el juego «para casi nadie es desconocido la significación que tiene desde el punto de vista educativo, terapéutico, recreativo; como elemento de socialización y de trasmisión y apropiación de cultura, costumbres y tradiciones.

«Pero si analizamos desde el ámbito infantil esta actividad, estamos ante un derecho de los más pequeños. Las Naciones Unidas, en su Convención sobre Derechos del Niño ha proclamado que cada infante debe disfrutar plenamente de juegos y recreaciones, y la sociedad y las autoridades públicas deben preocuparse por promover el disfrute de este derecho», asegura.

—¿Qué implicaciones tiene para el desarrollo infantil estimular o no el juego?

—El derecho al juego constituye un estímulo para el desarrollo afectivo, físico, intelectual y social de la niñez y la adolescencia, además de ser un factor de equilibrio y autorrealización. Se debe tomar en cuenta que el juego es una manera eficaz de acercarse a los menores de edad marginados, discriminados, huérfanos, a los que tienen limitaciones mentales o físicas, a los que viven o trabajan en la calle, a los que son víctimas de explotación sexual.

«El juego constituye una actividad esencial para el desarrollo del individuo, como lo es la educación, la alimentación o la salud. Si los niños y niñas pudieran crecer en la alegría del juego devendrían adultos con mayor salud física y mental y la actitud lúdica les acompañaría siempre.

«El juego potencia la creatividad y el talento, al estimular la posibilidad de ver las cosas de distintas formas, favoreciendo mentes abiertas, alimentando la capacidad de transformar conceptos e imaginar perspectivas nuevas. Además, incide directamente en el desarrollo de la inteligencia emocional: en la capacidad de controlar las emociones, de motivarse uno mismo, en el reconocimiento de las emociones ajenas y en el control de las relaciones».

«El juego es algo muy serio. El humor, el alboroto, el coqueteo y la fantasía implican mucho más que diversión. Jugar mucho en la infancia hace adultos felices e inteligentes. Y si somos capaces de mantenerlo, puede hacernos aún más inteligentes a cualquier edad».

—Hoy cuando las nuevas tecnologías han cambiado los juegos, ¿qué hacer?

—Los juegos están variando, pues aquellos que veíamos en las calles y plazuelas con niños reunidos en grupos están siendo desplazados y afectados por los modernos juegos de video, internet y la televisión. Es por ello que los padres y la sociedad en general deben priorizar espacios y mejores condiciones para el juego de los niños, sin olvidar que el mejor escenario para jugar es el hogar mismo.

«El rescate de los juegos tradicionales es un camino en este momento, porque no solo pasa por el hecho de minimizar a los videojuegos, lo tradicional, es sentido de identidad de arraigo, de memoria histórica. Si cambian estos patrones moriría esta historia. Crecimos en nuestros barrios con el bullicio y la algarabía de los más pequeños jugando con los mínimos recursos. Eso debe rescatarse en cada cuadra y en nuestras instituciones escolares».

—¿Cómo vincular a los adultos con el juego de los infantes?

—A pesar del incalculable valor del juego es innegable que en la actualidad se le resta importancia y es tomado por lo adultos solo como una actividad recreativa, se ignora sus propiedades educativas e incluso, terapéuticas. A menudo, los adultos olvidamos y hasta menospreciamos esta capacidad. Nos volvemos serios y nos ocupamos de cosas importantes y útiles. Como el viejo del planeta que visita El principito.

«El juego nos compromete, nos muestra tal como somos, espontáneos y naturales. Y eso nos pone en una situación de incertidumbre y vulnerabilidad que nos da miedo. Miedo al ridículo, a lo que dirán, sentimos vergüenza. Pero sabemos que cuando nos damos permiso para reír, soñar, jugar y somos capaces de tomarnos menos en serio, nuestra mirada al mundo cambia. El adulto que juega, igual que el niño, está más preparado para abordar de manera creativa los viejos y nuevos retos, ha desarrollado más defensas a la frustración y expresa de manera más sana sus sentimientos y emociones.

«Porque si hoy, como adultos, somos capaces de superar retos de la vida es, probablemente, porque un día nos atrevimos a subir a una bicicleta. Seguramente, si podemos ponernos en el lugar de otro es porque alguna vez jugamos a ser otra persona. Démonos permiso y recuperemos la capacidad de jugar y de disfrutar lo que somos y lo que tenemos».

—¿Se es feliz cuando se juega?

—¡Una persona que juega es una persona más feliz! Un mundo sin juego, sin deportes ni actividades lúdicas como la lectura, el cine, el arte, los chistes, sería una vida mucho más vacía, sería más triste. El juego no solo nos permite evadirnos de lo mundano, sino que es, en último término, responsable de nuestra existencia como seres inteligentes. Los momentos en que jugamos son a menudo aquellos en los que más vivos nos sentimos y que acaban convirtiéndose en nuestros mejores recuerdos.

«Volver a encontrar nuestra pasión y ponerla en práctica no solo resulta fundamental para nuestro bienestar: es urgente para nuestra salud y felicidad. Jugar no es solo cosa de niños, jugar es, por encima de todo, una actitud vital, una manera concreta de abordar la vida: libre y placenteramente».

—Muchos piensan que no se puede jugar en serio, ¿que opinión tienes al respecto?

—Existen muchísimas cosas que podemos aprender de los niños, de su actitud ante la vida, de la forma de enfrentarse a los problemas y de sus decisiones, pero aún no hemos entendido que realmente no tenemos que esforzarnos en aprender a ser creativos e innovadores, sino que únicamente debemos recordarlo. Varios autores coinciden en los principales aspectos a seguir por los adultos en función de recuperar el niño que se lleva por dentro.

«Jugando no solo nos divertimos, sino que el juego forma parte integral de nuestro desarrollo y evolución, nos ayuda a ser más felices, y su impacto amplifica nuestras habilidades sociales, emocionales, cognitivas, de aprendizaje, nuestra capacidad para innovar y crear, mejora nuestra salud, y nos permite en fin, crecer».

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