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Amores y aficiones de un hombre

Al Padre de la Patria lo hemos dibujado muchas veces como patriota y libertador sin ahondar en otras facetas, esas que lo hacen más terrenal y cercano

Autor:

Osviel Castro Medel

BAYAMO, Granma.— Tal vez algunos se asombren al leer lo que escribió el coronel mambí Manuel Anastasio Aguilera sobre Carlos Manuel Perfecto del Carmen de Céspedes y López del Castillo: «Se distinguía mucho en el baile y la equitación; era esgrimista y gimnasta».

Sucede que al Padre de la Patria, el hombre caído en combate en San Lorenzo, el 27 de febrero de 1874, lo hemos dibujado muchas veces como patriota y libertador sin ahondar en otras facetas, esas que lo hacen más terrenal y cercano.

¿Cuántos sabrán, por ejemplo, que el reconocido bayamés ganó en Inglaterra un evento de caza de la zorra, deporte emblemático entonces en aquella geografía? ¿Cuántos conocen que era de los más sobresalientes montando corcel o jugando el ajedrez?

«Soy tan buen jinete como el mejor sportman del Jockey Club, pues me he educado sobre el caballo, a la manera de los tártaros, cabalgando por las inmensas sabanas de la isla  de Cuba», escribiría él mismo en la crónica La abadía de Battle, publicada el 8 de junio de 1852 en el periódico habanero La Prensa.

Fue él quien tradujo del francés al español las 26 reglas primarias del juego ciencia, aparecidas en el libro Leyes del juego de ajedrez, del maestro Louis Charles La Bourdonnais. El periódico El Redactor, de Santiago de Cuba, al publicar esta traducción en varios artículos, en octubre de 1855, lo calificó como un «temible jaqueador».

Varias reseñas históricas, como escribe la periodista bayamesa Anaisis Hidalgo, señalan que tras la tragedia de San Lorenzo, actual territorio del municipio santiaguero de Tercer Frente, las tropas enemigas se apropiaron de las pertenencias del patricio, entre estas «un juego de ajedrez en miniatura, fabricado de ébano y marfil, enviado por su esposa Ana de Quesada desde Estados Unidos».

Vale decir que no solo dominaba el francés. Fernando Figueredo Socarrás, uno de sus contemporáneos,  lo describe de esta manera: « (…) se complacía recitando las poesías de los clásicos, ya en español, ya en francés, ya en italiano».

Incluso, también tenía amplio conocimiento del latín, como subraya Yan Carlos Labrada Abreu en la reseña Céspedes un animador de la cultura, publicada en el blog Isla al Sur. «Antes de cumplir los diez años tradujo los versos de La Eneida, el largo poema clásico de Virgilio», señala ese autor.

Niño sin miedo

«Es testarudo y arisco, pero comprensivo y estudioso». Así escribió el director de una institución escolar en la cual estuvo el niño que, con el paso del tiempo, se convertiría en el iniciador de las gestas independentistas.

Esa cita refleja que de pequeño Céspedes estuvo lejos de ser un modelo, algo que se demuestra en otra anécdota:
cuando estudiaba en el convento bayamés de Santo Domingo, probablemente después de los diez años, se negó a realizar un ejercicio de Aritmética que le había puesto el padre Serrano y eso le costó un castigo en horas extraclases.

También ha sido recogido el episodio infantil en el que  encontró, al salir de clases, a un fornido coetáneo abusando de un compañero. «Ven, conmigo», le gritó. Así se fueron a los puños hasta que el retador terminó «amoratando» los pómulos del supuesto fortachón.

Al respecto, el investigador  granmense  Aldo Daniel Naranjo, uno de sus biógrafos y autor de un volumen de seis tomos, titulado El estandarte que hemos levantado. Apuntes cronológicos, Carlos Manuel de Céspedes (1819-1874) precisa que al Fundador siempre lo acompañó ese espíritu rebelde, probable razón de que algunos lo vieran como un «caudillo».

Otro acucioso biógrafo, el historiador  Rafael Acosta de Arriba escribió: «Céspedes reconoció que su niñez había comenzado con una quietud y mansedumbre de carácter muy notable, que se trocó luego por una hiperactividad y energía que lo convirtieron,
según sus propias palabras, “en un niño endemoniado”».

Sin embargo, eso no conspiró para que fuera un escolar brillante. Aprendía con una facilidad increíble, al punto de que Fernando Figueredo aseguró que poseía una «una facultad retentiva asombrosa» y «sobresalía siempre por encima de cuantos pudieran rodearle».

Enamorado del talento y la hermosura

Carlos Manuel fue un gran enamorado. Se casó oficialmente dos veces: la primera con  su prima hermana María del Carmen de Céspedes, justamente cuando él cumplía 20 años, el 18 de abril de 1839, como explica el periodista de La Demajagua  Yelandi Milanés en su texto Los amores y descendientes de Céspedes, publicado en 2021; en tanto, la segunda fue el 4 de noviembre de 1869 con Ana de Quesada y Loynaz, a quien le llevaba 24 años.

María del Carmen, madre de Carlos Manuel, María del Carmen y Amado Oscar, falleció de tuberculosis, el 19 de enero de 1868, una novedad que provocó inmenso dolor en el sensible esposo. En tanto Ana, progenitora de Oscar, Carlos Manuel y Gloria de los Dolores, expiró el 22 de diciembre de 1910 en París.

Pero estos no fueron sus únicos amores. El hombre de La Demajagua tuvo una relación conocida con Candelaria Acosta (Cambula), hija del mayoral de La Demajagua. De esa unión nacieron dos retoños: Carmen y  Manuel, este último nacido en el exilio.

Además, en sus días en San Lorenzo conoció a Francisca (Panchita) Rodríguez, una muchacha que se admiraba con la personalidad del «Presidente Viejo», como a veces llamaban al Libertador, tristemente depuesto y dejado sin escolta. De esos amoríos llegó al mundo Manuel Francisco Rodríguez, a quien tampoco pudo ver porque Panchita estaba embarazada cuando el héroe fue abatido aquel fatídico viernes de  1874.

Sobre sus amores escribiría el ilustre abogado: «Yo idolatré tan solo en las mujeres/el amor, el talento y la hermosura/Y de ellas no esperaba más placeres/que la fe, la adhesión y la ternura».

Poeta Romántico y más

Céspedes también está ligado a la música, sería imperdonable olvidar que fue uno de los autores de La Bayamesa (27 de marzo de 1851), considerada la primera canción romántica y trovadoresca genuinamente cubana.

Él fue, además, un buen poeta, aunque algunos han apuntado que no era excelso. Es conocido su poema Contestación, de 1852, dedicado a José Fornaris, señalado como autobiográfico, también se ha hablado mucho de su soneto Al Cauto. Pero Céspedes también rimó inspirado por la naturaleza, la libertad de Cuba, el amor y la filosofía.

Como si fuera poco, fue director y actor en obras de teatro, director del primer periódico independentista, precursor de la numismática en nuestro país e iniciador de la diplomacia cubana.

Es más que bello remarcar hoy que el Padre de la Patria, quien hubiera ganado ese epíteto aunque no se hubiese producido la historia vinculada con su hijo Amado Oscar, escribió una trayectoria cargada de hechos asombrosos, especialmente muy humana.

Como señaló su ayudante Fernando Figueredo, él era «un verdadero carácter y estaba fabricado de la madera de los libertadores: en su ser se anidaba un corazón con latidos de héroe».

 

Fuentes consultadas:

Carlos Manuel de Céspedes. Escritos (Compilación de Fernando Portuondo y Hortensia Pichardo), Carlos Manuel de Céspedes. El diario perdido (con ensayo explicativo de Eusebio Leal), Enciclopedia Carlos Manuel de Céspedes, Enciclopedia cubana Ecured, Carlos Manuel de Céspedes, pluma y fusil como instrumentos de libertad del pueblo cubano, de Wikie Delgado Correa, publicado en Rebelión (rebelión.org), sitio Cubarte, blog Isla al Sur, periódico La Demajagua.

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