Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

1959, aquel 1ro. de Mayo

El triunfo revolucionario abrió una nueva era para las celebraciones en Cuba del Día Internacional de los Trabajadores. Hace 65 años, la fecha se festejó en la entonces Plaza Cívica en medio de un desbordante júbilo popular y con la participación de un millón de personas, que mostró su respaldo a la Revolución y a Fidel

Autor:

Ciro Bianchi Ross

Fue algo apoteósico. La prensa de la época no vaciló en calificarlo de «monstruoso». Durante unas 15 horas consecutivas, un millón de personas manifestaron su respaldo a la Revolución y a Fidel. Lo nunca visto. Los manifestantes no se concentran esa vez, como en el pasado, ante el Palacio Presidencial en busca de respaldo a sus aspiraciones salariales. Lo hacen en la Plaza Cívica, que no demorará en llamarse de la Revolución, y los gritos son mayormente bien distintos.

Se escucha el reclamo reiterado de «Revolución primero; elecciones después». Se pide instrucción militar, castigo ejemplarizante para esbirros de la dictadura derrocada y también para los traidores; justicia social. Ofrecen su apoyo a la renovada Confederación de Trabajadores de Cuba, que ahora se hace apellidar Revolucionaria (CTC-R). Y entre peticiones, se dan las gracias a Fidel por ese primer 1ro. de mayo libre.

La consigna es la de «unidad obrera y popular». Desfilan, y luego van concentrándose en la plaza obreros, campesinos, estudiantes, militares… Es la primera vez que marchan contingentes armados de las milicias populares. Y es tanto el pueblo que allí se da cita, que invade la misma base de la tribuna. Las fotos no mienten. Son impactantes.

Los primeros en llegar, desde la noche anterior, son trabajadores del transporte. También campesinos y trabajadores llegados desde sitios distantes. Quince días antes se había convocado el acto, y de inmediato representantes de las 33 federaciones sindicales obreras comprometen la asistencia de sus afiliados y hacen un aporte significativo en telas, cartones, pinturas… Representantes de 60 organizaciones obreras de otros países se harán presentes asimismo en la ceremonia. La Cancillería cubana de entonces, sin embargo, demora con toda intención el otorgamiento de las visas correspondientes a la delegación del Consejo de Sindicatos soviéticos, cuyos miembros quedan varados en París.

La Cruz Roja instala sus carpas para prestar asistencia médica a quien lo requiriera. Son numerosos los timbiriches con ofertas de refrescos, entrepanes, dulces y otros alimentos ligeros, y los vendedores de sombreros de guano y yarey esperan hacer zafra.

El inicio del desfile se fija para las 11 de la mañana, pero desde muy temprano la multitud se adueña de la Calzada de Reina, la Avenida de Carlos III y calles aledañas. A la hora en punto comienza la marcha desde la intersección de Carlos III y Boyeros. La encabeza el entonces comandante Raúl Castro. Lo acompaña el comandante Juan Almeida y también dirigentes obreros y estudiantiles. De improviso un helicóptero sobrevuela la zona.

—¡Es Fidel! ¡Ahí viene Fidel!— vocea la multitud.

Pero no. No es Fidel. El entonces Primer Ministro del Gobierno Revolucionario había iniciado el día 15 de abril un periplo que lo llevaría a Washington, Princeton y Nueva York. Seguiría viaje a Canadá; pasaría por Houston, Texas, donde se reunió con Raúl, y continuaría a la Argentina, donde asistiría a la Conferencia Económica Interamericana y, ya de regreso, visitaría Brasil y Uruguay. No llegó a Cuba hasta el 8 de mayo.

Leyes populares

A cinco meses del triunfo de la Revolución, Cuba llegaba a aquel 1ro. de mayo con leyes y medidas de amplio beneficio popular, dictadas por el nuevo Gobierno cubano.

Se revitalizó, en primer término, el movimiento obrero. Hasta la caída de la dictadura, Eusebio Mujal, secretario general de la CTC (Confederación de Trabajadores de Cuba) fue punta de lanza del batistato, y el mujalismo, sinónimo de sindicalismo amarillo.

Pronto se dispuso la supresión de la cuota sindical obligatoria, que era un medio de control del movimiento obrero y fuente de corrupción, y se determinó la remoción de todos los que el 31 de diciembre de 1958 ocupaban cargos en las directivas nacionales de la central sindical, las federaciones obreras provinciales, los sindicatos, uniones y gremios de toda la República.

Se crea un comité de dirección provisional para la CTC que fue, desde entonces, Revolucionaria, se revitalizan los sindicatos y se abre un amplio proceso de libre sindicalización. Unos 1 600 sindicatos celebran elecciones en aquel mes de mayo, y a partir del día 22 tiene lugar el congreso de los trabajadores del azúcar, el primero de las 33 federaciones, antesala del 10mo. Congreso Obrero, en noviembre.

El 7 de febrero se promulga la Ley Fundamental de la República, que rige la vida institucional del país hasta el 24 de febrero de 1976 (cuando se aprueba la primera Constitución después de 1959), si bien hubo que introducirle cambios para ir adecuándola al desarrollo del proceso revolucionario. Diez días después se suprimía la renta de la Lotería Nacional, fuente de corrupción y enriquecimiento ilícito, y se creaba el Instituto Nacional de Ahorro y Vivienda, que trasformó el vicio de jugar en la virtud de ahorrar.

El 16 de febrero, tras la renuncia de José Miró Cardona, y a propuesta de este, Fidel Castro asume el cargo de Primer Ministro, y como tal ocupa la jefatura del Gobierno, hasta entonces en manos del Presidente de la República. Marzo sería un mes significativo en la implantación de medidas populares.

Una ley del día 3 dispone la intervención de la Compañía Cubana de Teléfonos, y la derogación del aumento de las tarifas establecidas por la dictadura un año antes. Otra ley, firmada el 10, impone una rebaja en los alquileres de las viviendas, un decreto del 20 obliga a una rebaja en el precio de los medicamentos, y antes se habían declarado de uso público todas las playas del país.

También el 20, la ley 169, establecía la creación del Icaic, y la 187, aprobada el 31, crea la Imprenta Nacional. No se olvide que 1959 (17 de mayo) fue el año de la Ley de la Reforma Agraria, y se promulga la creación del Ministerio de las Fuerzas Armadas. Además se aprueban las bases y normas legales reguladoras de la Reforma Integral de la Enseñanza, al tiempo que se dan pasos sólidos para la industrialización.

Empresa de valientes

No necesitaban los trabajadores cubanos esperar el Día del Trabajo para hacer patente su apoyo irrestricto a la Revolución y a sus leyes. Lo hicieron el 22 de marzo, en una magna concentración, convocada por la CTC-R, frente al Palacio Presidencial. Habló Fidel y dijo que esta Revolución verdadera concitaba campañas sistemáticas de la oligarquía nacional e internacional.

«¿Y cuáles son las batallas que debemos ganar y en el orden que las debemos ganar? La batalla contra el desempleo, la batalla por la elevación del nivel de los que ganan salarios más bajos, la rebaja del costo de la vida y una batalla de las más justas que hay que librar, una de las batallas en las cuales es necesario hacer hincapié cada día más —y puedo llamarla la cuarta batalla—, es por que se acabe la discriminación racial en los centros de trabajo».

Hizo al final un llamado a la unidad de todos los sectores y fuerzas para impulsar la tarea que tiene por delante la nación, «una tarea muy dura», una «empresa de hombres enteros y no de sietemesinos, de hombres generosos y no de egoístas, de valientes y no de cobardes».

Habla Raúl

Por momentos, se desorganiza el desfile a fuerza de espontaneidad y alegría popular. Los bancarios agitan cien banderas. Un deportista se acerca a Raúl y le entrega una antorcha simbólica, un trabajador textil le hace entrega de un paquete que contiene, aclara, tres cortes de tela. «Uno para ti, otro para Camilo y uno más para Fidel». Un vendedor ambulante de café ofrece una taza al Presidente, que la rechaza. «Total, si yo se la iba a regalar», reprocha. Raúl ha bajado de la tribuna y confraterniza con la gente. «Tenemos Revolución para 50 años», dice a un periodista que inquiere sus opiniones sobre el acto.

La lista de oradores es interminable. Habla Fabricio Ojeda en nombre de la delegación venezolana. Por Cuba hablan ministros del Gobierno y dirigentes obreros y estudiantiles. Es un desfile por encima de sectarismos, de diferencias ideológicas, de cuestiones raciales. Se recuerda el éxito de la zafra azucarera. Resuenan gritos: «¡Unidad! ¡Unidad!»

Son más de las 12 de la noche cuando toca al comandante Raúl Castro Ruz hacer uso de la palabra. Dice: «Esta de ahora es la Cuba libre que soñara José Martí; es la Cuba progresista que agitara en la década del 20 Julio Antonio Mella; es la Joven Cuba extinguida al florecer que soñó Antonio Guiteras. ¡Es la nueva Cuba de Fidel…!».

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