Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Sin descuidar jamás un arma estratégica

Cada propósito estadounidense por subvertir la realidad nos ha obligado a permanecer casi de forma permanente en estado de alerta

Autor:

Raciel Guanche Ledesma

Quizás muy pocas naciones han vivido en los últimos 70 años con el nivel de amenazas continuas que enfrenta aún Cuba. De norte a sur, a escasos kilómetros, la pólvora explosiva de un gigantón imperial está siempre lista para activarse en todas las variantes y formas contra la Isla que desafía sus designios. Es el precio que pagamos como pueblo desde hace más de seis décadas.

Quién puede dudar a estas alturas de que Cuba sigue siendo una piedra en los zapatos yanquis, y en esas mentes perversas que se quedaron ancladas a épocas de coloniaje, imposición y guerra fría. 

Cada propósito estadounidense por subvertir la realidad nos ha obligado a permanecer casi de forma permanente en estado de alerta, buscando las fórmulas para contrarrestar la guerra que se nos hace desde todos los flancos: económico, social, cultural…

La defensa, cuando lleva implícita los principios y la dignidad de un pueblo, es legítima y permitida; sobre todo, porque la epopeya histórica de nuestro país habla con relativa dialéctica de resistencia, sacrificio y lucha contra los métodos más variopintos nacidos con un único fin: borrar las ideas de la Revolución del mapa continental. 

¿Qué no han intentado en estos años para conseguir ese fracasado objetivo? Cuba tiene la particularidad de haber sentido a lo largo del tiempo el peso de la agresión estadounidense en sus múltiples variantes, ya sea a punta de cañon, por ejemplo, o mediante una guerra bacteriológica. Sin embargo, no se puede hablar en pasado de provocaciones, cuando aún persiste la embestida económica más atroz que haya conocido la humanidad: el bloqueo, y una batalla inacabada y permanente para socavarnos en el plano de las ideas.

Preservar la soberanía nacional, esa que ha costado tanta sangre y sudor, conlleva en el contexto actual un costo defensivo incalculable y necesario. Pero, ¿de qué depende la defensa de un país asediado durante tantos años? ¿A quiénes compete ese elemental propósito? 

Estaríamos incurriendo en un grave error si pensáramos que la salvaguardia del socialismo le corresponde puntualmente al componente armado de la sociedad, o sea, a los combatientes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias y del Ministerio del Interior.

No es preciso atravesar entre balas un escenario bélico para sentir, a flor de piel, la responsabilidad individual con la defensa del país, la misma que comienza en cada jornada y jamás termina.

Todos los cubanos, de una forma u otra, aportamos a esa importante misión. El Primer Secretario del Comité Central del Partido y Presidente de la República, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, lo ha definido con exactitud: «que cada cubano haga lo que le corresponde desde su trinchera es una manera de defender la Patria».

Mientras que el zumbido de las balas no sea un peligro inminente para Cuba, habrá que prestar mucha atención a otras batallas determinantes que se están dando en el ámbito cultural, de los símbolos y cognitivo. 

Es ahí donde aspiran a dar las primeras estocadas a la Revolución para subvertir el orden y la tranquilidad en nuestras calles. Una vez que consigan el objetivo primario, el plan diseñado al detalle por fases y descrito en su manual de la guerra no convencional, resulta aún más malévolo y despiadado.

Sin embargo, evitar esos escenarios demanda de nosotros pensamiento y capacidad de respuesta desde todos los escenarios, tanto digital como físico. 

Los tiempos cambian, pero jamás podemos ser ingenuos, porque los objetivos de quebrantarnos como nación soberana siguen más vivos que nunca a solo un puñado de millas de distancia.
Desconfiemos de cada provocación maquillada en un trasfondo lleno de falsa bondad, como la intenta proclamar el actual Encargado de Negocios estadounidense en nuestro país. Frente a las embestidas de siempre, unas más encubiertas que otras, debemos continuar forjando la salvaguardia de la Isla bajo la fuerza de las ideas y la voluntad colectiva.

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