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El corazón como destino

Con la dirección compartida de Loysis Inclán y Eduardo Eimil, este lunes se estrena una telenovela pensada para hacernos soñar, reflexionar y sentir

Autor:

Felix Correa

Regreso al corazón es el nombre de la próxima apuesta del folletín televisivo cubano, ese género que, como bien asegura Loysis Inclán, «nunca pasa de moda y que inexorablemente regresa a sus esencias». Concebida por el escritor santiaguero Alberto Jaime Salmón, y escrita a cuatro manos junto al guionista Yoel Monzón, la telenovela sucederá a Sábados de gloria los lunes, miércoles y viernes en las noches de Cubavisión a partir de este 16 de junio.

Para Inclán, su directora general, fue justamente «la posibilidad de una frescura visual distinta a lo cotidiano» lo que la motivó a asumir este proyecto, ambientado entre campos, ríos, girasoles y palmas. La línea argumental de la novela nace en una familia con un negocio de flores, pero muy pronto se expande hacia temas complejos y actuales: el Alzheimer, el bullying escolar, las segundas oportunidades, la inclusión desde el reflejo al mundo del transformismo y el poder sanador del amor.

Todo esto se entrelaza con conflictos, traiciones, comienzos inesperados y las interioridades del arte y el espectáculo, donde Alejandra —una mujer fuerte, sensible, criolla, interpretada por Gabriela Álvarez— se enfrenta al desafío de dirigir una agencia artística mientras lidia con sus propias emociones. A su lado, Diego (Enrique Bueno) reconstruye su vida tras una relación fallida, buscando refugio en el amor y en su rol de padre. Juntos protagonizan una historia donde la química entre los actores da vida a un romance profundo y genuino.

Con la dirección compartida de Loysis Inclán y Eduardo Eimil —una dupla que ya ha demostrado su complicidad en proyectos anteriores—, Regreso al corazón promete ser una telenovela de emociones profundas, pensada para hacernos soñar, reflexionar y sentir. «Solo espero que les guste esta historia de amor entre Alejandra y Diego, que puedan vivirla con ellos y emocionarse tanto como nosotros al construirla», confiesa Inclán. Porque si algo promete esta novela es justamente eso: un regreso, no solo al amor, sino también a todo aquello que nos une, nos conmueve y nos devuelve al centro: al corazón.

—La telenovela habla de sanar heridas desde el amor. ¿Cómo se traduce esa idea en la puesta en escena y en la construcción de los personajes?

—Todo forma parte de una misma historia que se va narrando poco a poco. Por supuesto, como en toda telenovela, el amor va a primar. Y sí, los personajes suelen comenzar de una manera, pero con el transcurso de los acontecimientos van transformándose. Creo que, en muchos casos, hay una conversión para bien, aunque quizá en otros no. El signo no es solo que el amor sana, sino que existe la posibilidad de sanar a través del sentimiento, la amistad, la familia. Es decir, a través de todo eso que une, que ilumina. Por eso es tan importante escoger el camino que te haga crecer.

«De eso va esta historia: de regresar al corazón. Pero, sobre todo, se trata de una gran historia de amor, una que atraviesa conflictos, separaciones, lágrimas, risas… y, por supuesto, muchos obstáculos. Muchos. Porque si no hay obstáculos, no llega a ser un gran amor».

—La historia transcurre en una familia que cultiva y comercializa flores. ¿Cómo aprovechó visual y simbólicamente ese entorno en la construcción de la narrativa?

—La propuesta se aprovecha visualmente al máximo, pero también tiene una carga emocional. Las flores no están solo para embellecer: hablan. Cuando el sentimiento es oscuro, se marchitan; cuando nace una emoción o se abre una herida, también lo reflejan. Todo ese universo natural acompaña el relato, lo complementa, lo dice sin palabras.

«Es una forma de mostrar nuestra Cuba desde otra mirada: los campos, los ríos, las palmas, los girasoles, las rosas… cada elemento tiene una belleza singular que ayuda a contar la historia. Y es importante que el espectador vea esa visualidad como parte de nuestra identidad, como una manera de sentir y de narrar».

—¿Qué desafíos implicó dirigir a un elenco tan amplio, con más de 40 actores, incluyendo muchos noveles en este género?

—Guiar a una gran cantidad de actores siempre representa un reto, pero también una enorme satisfacción. Saber que vas a trabajar con tanta gente talentosa, con personas que vas encontrando en el camino, es algo que llena. Muchos han llegado a través de casting, y me gusta tener la posibilidad de descubrir nuevos talentos, gente que tiene mucho que dar y que recién comienza este camino. Darles la oportunidad de iniciarse en una telenovela puede abrirles muchas puertas, además de convertirse en un ejercicio actoral intenso y valioso para ellos.

«A mí también me enriquece interactuar con personas que tienen muchas ganas de hacer, de crecer. En este caso, tuve una combinación hermosa: actores jóvenes y otros con mucha experiencia. Entre los más jóvenes figuran Gabriela Álvarez, Dalia Yacmell, Tony Lugones —con un personaje bellísimo—, Osmara López, Daniel Barreras, Rey Gessa, Tommy Delgado… Todos con mucho entusiasmo, entrega y deseos de aprender.

«Además trabajé con actores de amplia trayectoria como Hilario Peña, Alejandro Palomino, Roberto Perdomo, con quien vengo laborando desde Tras la huella y a quien le tengo un cariño enorme. También tengo en el elenco a Yolepsis González, una actriz de Villa Clara que interpretó a Violeta, un personaje bellísimo, la madre de la familia; con Félix Beatón, que aporta un personaje simpatiquísimo; Alejandro Cuervo, Enrique Bueno, Alicia Hechavarría, Delvys Fernández, Linda Soriano, Nora Elena Rodríguez, Yamira Díaz, Mayelin Barquinero, Daisy Sánchez; todos actores con sólida experiencia en el medio.

«A veces teníamos escenas con 12 o 13 personajes, lo que siempre implica una complejidad técnica y escénica. Pero lo logramos. Porque en esas escenas la interacción es vital: mirarse a los ojos, decirse las cosas de verdad, desde el corazón. Y sí, creo que lo fuimos logrando».

—¿Cómo fue la colaboración con Eduardo Eimil en la codirección? ¿Qué aportó cada uno al proceso creativo?

—Con Eduardo Eimil vengo trabajando desde Tan lejos y tan cerca, y más recientemente en Viceversa. Esta es, de hecho, nuestra tercera novela juntos. En esta ocasión, él asumió también la dirección, compartiendo conmigo todo el proceso. Fue una experiencia donde el respeto y la comunicación resultaron fundamentales, porque ambos somos creadores y buscamos siempre aportar a la historia.

«Aunque en ocasiones podíamos tener visiones diferentes, siempre existió el diálogo, el intercambio constante, el compromiso de caminar en la misma dirección, porque al final estábamos construyendo una misma obra. Y claro que sí: lo quiero, lo respeto y lo admiro como profesional. Lo más valioso fue precisamente eso: la relación de respeto mutuo, la capacidad de escucharnos, de aportar desde el corazón y ponerle vida a esta obra que, al final, nació también del suyo.

«Regreso al corazón no solo apela al romance tradicional, sino que propone una narrativa donde la reconstrucción familiar, la superación personal y el reencuentro con lo esencial ocupan un lugar central. Por supuesto, el centro es el amor, una historia de amor que lo sostiene todo», afirma su directora, Loysis Inclán, pero insiste también en que esta novela va más allá. 

«En un contexto donde el público cubano busca reconocerse en sus historias, esta producción ofrece una mezcla equilibrada entre lo emotivo, lo cotidiano y lo simbólico. Es una narrativa que no evade la realidad, pero la mira con esperanza, con ternura, con ese toque de magia que solo permite la ficción. 

«Las telenovelas son, ante todo, para entretener; se trata de esos 45 minutos en los que puedes vivir otras vidas y olvidarte de tu propia realidad».

El mayor deseo del equipo detrás de Regreso al corazón es lograr que el espectador se detenga, se conecte y sienta. «Impactar significa que llegamos adonde queríamos: atrapar, enganchar…», dice Inclán. Que el público no solo vea la novela, sino que se involucre, que se identifique con sus personajes, que ría y llore con ellos. Porque si algo distingue a esta historia es su capacidad para emocionar, para recordarnos que el amor —en todas sus formas— no solo es refugio y motor, sino también el destino inevitable al que siempre regresamos: el corazón.

 

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