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¿Un último duelo para Ridley Scott?

La película del famoso director británico, inspirada en una historia real, posee todos los elementos para convertirse en un éxito cinematográfico; sin embargo, no ha sido así

Autor:

Emilio L. Herrera Villa

Ridley Scott está enfadado. El último duelo, su primer largometraje desde 2017, ha sido una catástrofe taquillera. «Creo que es una de mis mejores películas», dijo en la premiere mundial del Festival de Venecia. Las palabras del notable director británico son comprensibles. La historia expuesta es un suceso real, pensado al detalle durante diez años. Con un elenco de primer nivel —Matt Damon, Ben Affleck, Adam Driver y Jodie Comer—, el filme obtuvo una aceptación del 86 por ciento en Rotten Tomatoes y el favor de gran parte de la crítica. Incluso, 20th Century Studios elogió el guion y el resultado final del mismo.   

Sin fisuras aparentes, parecía que El último duelo sería una de las producciones dominantes del año. Sin embargo, ha recaudado, hasta el momento, 30 millones de dólares en todo el mundo; poco menos de un tercio del presupuesto de cien millones entregados para su producción. Esta ínfima afluencia a los cines, hizo «explotar», como pocas veces se ha visto, al legendario Ridley Scott.

Su enojo lo vertió sobre la generación millenial, destacando que el uso de las redes sociales y el apego a la tecnología inteligente son causantes de que los jóvenes no demuestren interés por aprender algo más. «Creo que se reduce a que tenemos hoy unas audiencias que se criaron con los putos teléfonos móviles. No quieren que se les enseñe nada, a menos que lo hagas mediante un móvil», se quejó en una entrevista.

El enfado de Ridley Scott se fundamenta en cómo se han desvirtuado los públicos y cómo se deprime la calidad artística ante el marketing y la moda. Las tendencias actuales se centran en superhéroes, ciencia ficción y terror, un triunvirato que acapara taquillas y arrincona a cintas bien logradas de otros géneros. El último duelo no pudo contender, al coincidir en tiempo y espacio, con Eternals, Venom: Let There Be Carnage y Halloween kills, esta última con 50 millones de recaudación en su primer fin de semana y 131 millones de dólares hasta la fecha.

Más allá de lo frívolo del mercado, la cinta de Ridley Scott se basa en la novela homónima del profesor en literatura medieval Eric Jager, quien expone la historia del último duelo a muerte documentado en Europa, consumado en Francia el 29 de diciembre de 1386.

El crimen es la supuesta violación de Marguerite de Carrouges (Jodie Comer) por el escudero Jacques Le Gris (Adam Driver), lo que lleva a Sir Jean de Carrouges (Matt Damon), esposo de la víctima, a exigir al rey Carlos VI un juicio por combate a muerte. De perder Jean de Carrouges no solo le costaría la vida, sino también la de su esposa, pues la quemarían viva por perjurio.

Escrita por Matt Damon y Ben Affleck junto a Nicole Holofcener, el largometraje revive la estructura del Rashomon de Akira Kurosawa. Observamos tres puntos de vista distintos y cómo se distorsiona la verdad en la mentira o la mentira en verdad según quien cuente. Los diálogos suelen ser similares, solo la expresión corporal, los sonidos, la iluminación y los encuadres de cámara facilitan la información necesaria para que el espectador construya su propia realidad.

La riqueza está en los detalles, esos detalles que nos muestran al violador sin escuchar los gritos; en cambio, cuando ella narra, se oyen bramidos y lamentos. El esposo se percibe héroe de la historia en su versión y Le Gris piensa lo mismo de sí, sintiéndose provocado por Marguerite de Carrouges. La perspectiva de un beso de reconciliación entre los Carrouges y el escudero, resulta intrascendente para el esposo, ardiente al agresor y sorpresivo para la dama. La película sobresale por estos tres puntos de vista, y es todo un mérito resaltar que «la verdad» es la de la víctima, una mujer cuestionada, señalada y ultrajada desde que se conoce su violación.

A pesar de las dos horas y media de duración, la película es atrapante; primero, por la misma trama, y luego por interpretaciones brutales como las de Adam Driver y Jodie Comer. La producción es óptima, minuciosa. El vestuario, la peluquería, el armamento, los enfrentamientos, las localizaciones, todo con exactitud. La obra es el resultado de diez años de investigación, traducción de originales, crónicas, propiedades, mapas y planos de la arquitectura de la época. Incluso se sumó al profesor Eric Jager como asesor histórico, quien corrigió el guion en dos ocasiones.

Diez años de lecturas y supervisión, en manos de Ridley Scott, un confeso amante de la historia y con una obra cinematográfica extraordinaria sobre estas temáticas (Gladiador, 1492: la conquista del paraíso, La caída del halcón negro, El reino de los cielos), no pueden pasar inadvertidos.

Como se debe justificar porqué El último duelo es un naufragio en taquilla, han surgido opiniones que hablan sobre «los graves problemas de guion», «la redundancia narrativa», con «un mensaje menos iluminador de lo que parece», hasta terminar en un «moderadamente entretenida».

El famoso director Ridley Scott culpa a los millenials por la baja recepción de El último duelo.

Si bien es cierto que no es una cinta perfecta (¿acaso alguna película lo es de comienzo a fin?) constituye un recordatorio de que Ridley Scott, a sus 84 años, aún no ha perdido sus capacidades para desarrollar una historia épica, dramática y emocionante.

Otro factor importantísimo que se debe destacar es la representación de la sociedad francesa del siglo XIV. La valía del honor, la relación entre nobles y plebe, la glorificación de la violencia, la guerra como un modo de vida para crear riquezas y obtener poder, el sistema de impuestos, el matrimonio como alianza, los primeros indicios de locura de Carlos VI… todo un fresco de la época cuidadosamente recreado.  

El último duelo es una lección de historia traída a la pantalla, donde contemplamos cómo los crímenes sin testigos podían zanjarse mediante juicios por combate, donde se pensaba que Dios otorgaría la victoria en duelo a quien dijera la verdad o cómo la «ciencia» medieval estipulaba que mediante una violación no se engendraban hijos, pues se suponía que la mujer no había disfrutado del sexo y solo se concebían niños cuando la mujer alcanzaba el éxtasis.

La película recrea la historia del último duelo a muerte documentado en Europa (Francia), el 29 de diciembre de 1386.

La trama deja bien claro el rol de la mujer medieval como pieza de cambio. Su deber de concebir herederos varones, de aceptar y acatar las indicaciones del esposo, su visibilidad jurídica solo con la ayuda de tutores hombres —sin quedar exenta de humillación pública y traumas—, su silencio y resignación, en una época donde la violación era una práctica común.   

La fotografía, a cargo de Dariusz Wolaki, es otro mérito que potencia un elevado nivel de realismo y credibilidad, vigente en todo momento, desde la recreación del París de 1386 hasta el duelo final: una secuencia hiperrealista que nos muestra la naturaleza brutal de los combates medievales.

Ridley Scott expone una historia desbordante en matices. No es un recuerdo dramático y glorioso de fechas pasadas. Mientras avanza el largometraje nos percatamos que en pleno siglo XXI muchos abusos como la violación, su enjuiciamiento, el consentimiento de las relaciones sexuales, la mujer como objeto de placer y otras cuestiones afines que aún persisten. Distamos de la Europa medieval, pero todavía el hombre suele comportarse como un animal. Y ese mensaje entre líneas, también, nos lega la cinta.

El último duelo posee todos los elementos necesarios para dejarse querer. Es una película que nos mantiene en interés, propone, reflexiona y fundamentalmente enseña, algo a lo que muchos éxitos taquilleros de hoy no pueden ni siquiera aspirar. 

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