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«Divertirse» en la radio

Un joven realizador de efectos en Radio Progreso se enamoró de su profesión hace 12 años y la considera garantía de autenticidad

Autor:

Ana María Domínguez Cruz

Algunos creen que Carlos Alexis Alonso Martín no tiene un trabajo serio. Parece que juega con los objetos y eso suena más a diversión. Lo cierto que este joven de 32 años lleva 12 alejado de bloques y cemento porque decidió «divertirse» en la radio.

Es graduado de Construcción civil, y mientras transitaba por el servicio social un amigo suyo, Abel Batista, le avisó de un curso de Realización de efectos y quiso participar. «En mi casa se escuchaba radio, y la verdad es que cada vez que me portaba mal de niño, el castigo era acostarme a escuchar la radio. Entonces yo intentaba imaginar cómo era posible que sonaran cañones, zapatos, vasos o aviones dentro de aquel aparato».

Agradece Carlos Alexis las enseñanzas del profesor Orlando Hernández Rivero y todas las evaluaciones que durante los seis meses de duración del curso intensivo les puso.

«Se ponía a prueba constantemente la creatividad individual. Veíamos en los estudios de grabación cómo era el proceso; luego nos daba guiones de algunos programas para estudiarlos en la casa y proponer efectos sonoros que ambientaran las épocas y apoyaran las acciones de los personajes. La música estaba, pero con mis manos y los elementos que yo buscara, debía crear esos sonidos que contribuyen a “adornar” la obra.

«Tengo mucho trabajo en Radio Progreso, y a veces en Radio Arte. Somos pocos los realizadores de efectos en estos momentos, y sería muy bueno que se incorporaran más personas a los cursos que se imparten».

Ha ganado en experiencia, pero aún puede aparecerle un guion con cierta complejidad: «En el espacio de Aventuras suceden muchas cosas. Imagínate un programa ambientado en la época de piratas, cañones, barcos que chocan entre ellos… Es difícil».

—Estudias el guion y ya vienes con la idea del efecto que harás…

—Sí, pero no siempre funciona en el momento de la grabación. Entonces debo aprovechar el tiempo de posproducción que me asignan en el estudio para fabricar el efecto. Puedo demorar una hora en hacer uno solo, y el musicalizador está ahí conmigo para grabar, probar, cambiar, arreglar, mejorar…

«Una vez trabajé en una radionovela ambientada en la Segunda Guerra Mundial. Tuve que hacer el sonido de un avión que se estrella. Lo logré con una puerta de un Ford de los años 50, papel pegado a un micrófono, gravilla… se hacía eco, mezclamos todos los sonidos y salió un empaste maravilloso».

—¿No se toman efectos sonoros de internet?

—Existen en internet numerosos efectos sonoros que llamamos enlatados, pero se nota que no empastan con tu producción, que no funciona igual.

«Es más creíble para el oyente la textura que escucha a partir de lo que hago en el estudio. Los que son fieles a la radio saben que es cierto. Muchas personas que no escuchan radio y no pocos de los que conozco se ríen de mi trabajo, creen que estoy jugando con puertas de carro, rejas, botellas, papeles, zapatos de tacón, máquina de escribir, platos o pedazos de losa. Se olvidan de que la radio es magia».

—Entonces, ¿consideras que tu trabajo sí es importante?

—Por supuesto. La escenografía radial necesita efectos sonoros, y los que creamos nosotros, los efectistas, son esenciales. También somos protagonistas, estamos junto a los actores, vivimos la obra que se graba.

«Tomar un efecto de internet en todos los casos no le da originalidad a la obra que se transmite. El oyente merece respeto, y hacerlo todo fácil, usando lo prexistente, no da autenticidad. Además, todo no suena igual. La idea es lograr variedad.

«Este es un trabajo genial. Me permite crear un mundo soñado, un mundo imaginado por el oyente. Me convierto en hacedor de sonidos que no se ven, pero se escuchan como reales. Es muy rico ser parte del arte que se hace en la radio… y además me divierto».

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