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Pablo en el relato cantado de Cuba

En uno de los primeros homenajes póstumos al legado de Pablo se reunieron amigos, colegas de la profesión y admiradores para recordar  y cantarle a su vida. La obra sirvió de pretexto y el Pabellón Cuba, espacio por excelencia del arte joven, fue escenario para una tarde  de añoranzas, reminiscencias de facetas creativas del artista y, sobre todo, mucha música

 

Autor:

Sergio Félix González Murguía

«Ha muerto Pablo Milanés». El silencio que produce esa dolorosa frase solo debería romperse con su propia voz, con una de las tantas canciones que el reconocido intérprete, referente de varias generaciones de cubanos, compuso para disfrute de todo el público que hoy lo llora, recuerda, ama y canta los versos de Comienzo y final de una verde mañana, El breve espacio en que no estás o No ha sido fácil.

Quiso el azar que el autor de obras memorables como Yolanda y Para vivir, tras jornadas hospitalizado y luchando por su vida, dijera adiós un 22 de noviembre, día de Santa Cecilia, patrona de los músicos. Cubanos de dentro y fuera de la Mayor de las Antillas, fanáticos o no de la obra de Pablo, contemplaban estupefactos la noticia que en cuestión de minutos se viralizó en las redes sociales y medios de comunicación: partía hacia la eternidad un artista que con su voz cantó el bregar de millones, un canto poderoso sin el cual no se puede contar la Cuba de las últimas seis décadas.

Pablo se suma así a una serie de pérdidas dolorosas para la cultura nacional —Adalberto Álvarez, José Luis Cortés, Vicente Feliú, entre otros— que constituyen referentes para creadores y público que las considera irreparables para nuestro acervo común. Pero el artífice de fonogramas como No me pidas, Canta a Nicolás Guillén y La vida no vale nada no se ha ido completamente, porque su esencia, su voz, su música ya estaba introducida en nuestro ADN, situada en nuestro mapa musical desde hace mucho tiempo.

Aquel joven que un día se unió a otros como Silvio Rodríguez, Noel Nicola, Vicente Feliú, Augusto Blanca, Sara González y tantos otros rebeldes de su tiempo, con una mirada crítica de su época y con un talento artístico desbordado por sobre los límites de la guitarra, entregó al público lo mejor de su arte para hacerlo de todos, para ser parte del relato cantado de Cuba.

La obra de Pablo Milanés es parte insoslayable de la historia de Cuba en las últimas seis décadas, esa que soñaron y cantaron desde la guitarra quienes protagonizaron la Nueva Trova, movimiento que arriba en diciembre a 50 años. Muchos de esos creadores que compartieron escenario junto al autor de Mis 22 años no quisieron perder la oportunidad de rendirle tributo, aunque ya sabemos que el homenaje es de cada día y a cada momento: allí donde se escuche la canción, el poeta estará presente, vivo.

En uno de los primeros homenajes póstumos al legado de Pablo se reunieron amigos, colegas de la profesión y admiradores para recordar y cantarle a su vida. La obra sirvió de pretexto y el Pabellón Cuba, espacio por excelencia del arte joven, fue escenario para una tarde de añoranzas, reminiscencias de facetas creativas del artista y, sobre todo, mucha música.

«Qué bueno haber nacido en esa época y compartirla con artistas como Pablo, chico», asegura a Juventud Rebelde el maestro Pancho Amat, mientras afina su tres, minutos antes de subir al escenario y dedicarle su interpretación al compositor.

Para el insigne tresero que compartió escenario en disimiles ocasiones con Milanés, era un ferviente defensor de la música tradicional, algo de lo que hizo una condición irrenunciable en su extensa y diversa obra musical. «Pablo no solo nos deja un legado como uno de los compositores más grandes de la lengua castellana. Cantó, desempolvó muchas canciones tradicionales, muchos sones, dignificó a boleristas, gente del mundo del filin. Así de grande era su amor por la cultura cubana».

Para el escritor y trovador Fidel Díaz, «Pablo es un cantor con una de esas voces maestras, el espíritu para proyectar ese filin y esa alma de la trova tradicional. Su obra creativa es inmensa, con una cantidad de canciones emblemáticas, acudiendo a resortes humanos, una manera de amar y vivir que él refleja en sus canciones».

La voz de Pablo se escuchó fuera de nuestras fronteras en conciertos de estrellas que son testimonio de una época fértil dentro de la creación, donde Gal Costa, Caetano Veloso, Mercedes Sosa, Joaquín Sabina, Joan Manuel Serrat, Ana Belén y Víctor Manuel componen un arco en el que Pablo era guía, referente e inspiración, incluso para nuevas generaciones de creadores que vinieron siguiendo su égida como Fito Páez, Ricardo Arjona, Ismael Serrano, Andrés Suárez.

«Pablo Milanés es un referente para el resto de las generaciones que han venido después, eso es innegable. Muchos crecimos con sus canciones, nuestros padres se enamoraron con su obra, lo que representa no se puede reducir porque está en nuestra propia esencia. Pablo es música cubana, Pablo es Cuba», asegura Indira Fajardo, presidenta del Instituto Cubano de la Música, quien nos adelanta que el resto de las acciones que se llevan adelante para celebrar el aniversario 50 del Movimiento de la Nueva Trova será un homenaje a Pablo Milanés, una de sus figuras centrales.

Si algo distingue a nuestro país en el mundo es su música «gracias a todos esos baluartes que han sabido defenderla y la Nueva Trova en buena medida afloró y trajo parte de esa trova más profunda y tradicional. Pablo es un hombre que pensó un país, que soñó un país y lo cantó, le puso letra, melodía que llega hasta nuestros días», reconoce Fajardo.

La voz de Pablo transversaliza, de una forma u otra, a todas las generaciones que conviven juntas en la Cuba de hoy. Cada miembro de ese amplio público ha cantado a coro con el compositor. Dentro y fuera de la Mayor de las Antillas guarda un recuerdo y la emoción aflora, la imaginación viaja, la garganta se desata.

En nuestra memoria más reciente está Días de luz, la última gira internacional del cantante y ese espacio luminoso que el cantor compartió con su público en el Coliseo de la Ciudad Deportiva. Daba la impresión de que esa noche sería el último concierto que ofrecería en su Isla y así se vivió, como si fuera el último concierto de todos y las luces se encendieron para Pablo y su voz nos iluminó a todos. 

Pervivirá esa luz mientras la voz de Pablo, sencillamente Pablo, nos siga haciendo vibrar, nos siga llevando a momentos como ese concierto del Coliseo, a sus discos y épocas.

Trovadores y público se reunieron en el Pabellón Cuba para celebrar la obra de Pablo Milanés.Foto: Tomada del perfil de Facebook de la AHS.

 

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