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Historias de la musicóloga cubana Grizel Hernández

Alumna del maestro Argeliers León, Grizel ha sido profesora del Instituto Superior de Arte por más de 30 años. Sobre su relación con la música y la docencia nos cuenta

Autor:

Gusel Ortíz Cano

En el Museo Nacional de la Música hemos aprovechado la cercanía de la Feria Internacional del Libro de La Habana 2023 para reconectar con los autores de los libros publicados por nuestro sello editorial. A Marian Garrido, su editora, se le ocurrió la idea de concebir booktrailers para hacer más amena la promoción. Así salimos al encuentro de nuestros autores, o a su recibimiento más bien, porque la historia que les cuento hoy, ocurrió en el patio sevillano de esta institución.

A propósito de este patio sevillano, les diré que es ideal para tomar fotografías que nada tienen que envidiarles a los filtros de moda en las redes. Hasta ahora no he visto una sola persona que se tome una foto en el patio y no presuma, luego, de la magia que se revela a partir de los colores y la energía de este lugar: el verde, los mosaicos, la mesa gigante de cristal y el zunzún que llega todos los días para alegrarnos la jornada. Pero esta historia no va ni de fotografía ni de locaciones perfectas, ni de aves. La protagonista de mi historia es una mujer.

Grizel Hernández Baguer, musicóloga, pedagoga, investigadora y autora — entre muchas otras publicaciones —  de uno de nuestros textos: Historias para una historia, donde «se propone un acercamiento a la personalidad de Argeliers León, considerado el Padre de la Musicología Cubana Contemporánea, a través de las miradas de quienes lo acompañaron por su intenso camino vital». Así se explica en la contraportada del libro, publicado en 2012. Hasta ahora, solo eso conocía sobre ella.

Cuando terminamos de hacer el booktrailer se quedó a conversar con nosotras un rato, aunque con la presión del poco tiempo que podía dedicarnos, porque su mamá, Dania Baguer Canals, maestra jubilada, a quien cuida a tiempo completo, la esperaba en casa.

De alumna a maestra

En muchas familias, es usual que los hijos hereden el amor por la profesión de los padres y labren su propio camino en ese mismo campo del conocimiento. Así sucedió con Grizel, porque al igual que su mamá, su padre, Hiram Hernández Robau también fue maestro y uno de los fundadores de la Universidad de Ciencias Pedagógicas «Enrique José Varona».

Aún sin saberlo ella, desde sus años de estudiante en la Escuela Nacional de Arte (ENA), sus maestros reconocieron ese don para el magisterio, que después se moldeó al lado de Argeliers León, quien no solo le enseñó sobre música, sino también de cómo defender siempre la ética, de cómo dirigir con justicia y enseñar con mucha responsabilidad. De todo eso nos cuenta la propia Grizel:

Desde que yo estaba en la ENA, el maestro José María Bidot me convidaba para que hiciera presentaciones, hablara en público y yo siempre me preguntaba por qué lo hacía. Muchos años después, el propio Argeliers me confesó que Bidot y él conversaban sobre el futuro de la carrera de Musicología y de quiénes podían asumir la responsabilidad de continuar lo que ellos iniciaron. La colega Liliana González me dijo que, durante su investigación sobre el maestro Fariñas, también encontró alusión a estas conversaciones, donde me señalaban como posible relevo.

Desde el primer año el maestro Argeliers me trató con mucho rigor, como a todos sus alumnos, pero yo era la más joven, acababa de graduarme de la ENA y los demás tenían su carrera encaminada, me refiero a Zoila Gómez, Victoria Eli, Rolando Pérez, entre muchos otros que hoy son reconocidos musicólogos en Cuba y en el extranjero.

Luego me quedé a trabajar con él, en el Departamento de Musicología, y esa fue una experiencia completamente diferente, porque me formó como profesional y como persona.

Son recuerdos muy gratos y algunos hasta cómicos. Una vez estábamos en clases y entró el maestro Roberto Valera al aula y así, sin ton ni son, Argeliers me señala y le dice a Valera: «¡Esta muchacha no puede dejar la Musicología!»

Yo me encogí de hombros y pensé: ¿Por qué me dice esto ahora si yo no pienso dejar la Musicología de todas maneras?

Como en ese primer grupo que inició la carrera, todos éramos trabajadores, las clases se impartían de 5 de la tarde a 9 de la noche; te imaginarás que era difícil luchar contra el agotamiento, pero como buen maestro, Argeliers se daba cuenta y comenzaba a contarnos anécdotas de cuando hacía trabajo de campo o nos explicaba sus propias recetas de batido de aguacate y jugo de pepino, y otras mezclas culinarias con ingredientes que en aquel momento nos parecían rarísimos. Así retomábamos el hilo de la clase y nos volvíamos a concentrar.

Ya como graduada, entre mis primeros alumnos tuve a Lino Neira, que había sido subdirector de la ENA, cuando yo estudiaba allí. Era muy gracioso porque donde me veía decía: «¡Esta es mi primera profesora!» y a mí me daba una pena tremenda.

Hay personas que se saben importantes y lo hacen notar en su trato con los demás, pero ese no es el caso de la protagonista de esta historia, porque la profe Grizel te habla con una dulzura y, sobre todo, con una humildad que asombra. Digo que asombra, porque cuando conocemos toda su labor, los méritos y grados científicos que ostenta y hasta el hecho de ser heredera directa de todo el acervo de los musicólogos Argeliers León y María Teresa Linares, sería suficiente para pasearse por la vida presumiendo, como hacen muchos otros, aunque no tengan tantos motivos, como la profe Grizel. De esa humildad con la que también comparte sus conocimientos, nos cuenta:

Mi intención como maestra, en todos los años que he enseñado —que son muchos ya—, siempre ha sido que los alumnos tengan un determinado nivel científico y amen la musicología desde la perspectiva de verla como ciencia, pero donde ellos también estén involucrados desde su propia formación como músicos.

También insisto en acercarlos a la vivencia y al conocimiento de la obra de Argeliers León, de María Teresa Linares (Teté) y de todos los grandes maestros que nos antecedieron.

Otro elemento que considero importante es que vean, desde la musicología, qué está pasando en la actualidad para que no se queden rezagados. Hay que conocer lo que está pasando en el mundo, respecto a las ciencias teóricas y musicológicas, y cómo estas se relacionan con otras disciplinas.

Pasado, presente y futuro

Si fuéramos a evaluar la formación de los musicólogos cubanos desde la academia, por supuesto que Grizel sería una de las voces autorizadas para hacerlo, es por eso que aprovechamos el encuentro para conocer su opinión sobre el pasado, presente y futuro de esta especialidad que ya cumple 45 años de existencia en nuestro país.

El claustro del Departamento de Musicología siempre ha estado formado por los profesores que una vez fuimos alumnos de Argeliers, y a su vez, nuestros alumnos han recibido esas vivencias a través de nosotros. Así hemos mantenido esa línea de pensamiento del Padre de la Musicología Cubana Contemporánea y al mismo tiempo hemos ido actualizando el pensamiento musicológico con las nuevas tendencias internacionales. La situación de la bibliografía ha sido difícil, pero de alguna manera la relación que se ha establecido con especialistas de otros países nos ha ayudado en ese sentido. También ha sido importante el aporte de musicólogos cubanos que laboran en el exterior, que no han perdido el vínculo con Cuba y colaboran en todo lo que está a su alcance.

Se ha logrado una madurez en las generaciones que se han ido formando, pero pienso que hay que hacer mayor énfasis en la actualización. El claustro joven debe insistir en mantener esos vínculos con la teoría y los métodos que se utilizan en el mundo para abordar un tema musicológico, hay que saber cuáles son los nuevos enfoques.

Ahora mismo se ha retomado el polémico tema de la crítica musical y de que hay una ausencia de esa crítica. Nosotros desde la academia, pero también con musicólogos que están en otras instituciones, hemos debatido mucho sobre la mirada que se le está exigiendo a la musicología acerca de la crítica. Yo creo que hay un error en ese sentido, se nos exige que la crítica sea escribir sobre un concierto, escribir sobre un programa de televisión, pero la crítica es mucho más que eso. Cuando hacemos un análisis de una obra musical o de un compositor, estamos haciendo crítica, cuando escribimos las notas de un libro o de un disco, también hacemos crítica. Es por eso que la crítica, para nosotros los musicólogos es mucho más que un texto dedicado a un hecho concreto. El musicólogo ejerce la crítica desde el momento en que se reconoce como tal.

La historia no contada de la Facultad de Música

Como el motivo inicial que dio origen a este relato fue la Feria del Libro, les cuento dos cosas: La primera es que Grizel ha decidido jubilarse, y aunque para los maestros las despedidas nunca son definitivas, formalmente ya no desandará los pasillos del Instituto Superior de Arte (ISA). Pero antes, se ha asegurado de que toda la historia vivida por los protagonistas de la gestación, surgimiento y desarrollo de la Facultad de Música no quede dispersa en archivos o, peor aún, se pierda en el olvido.

Resulta que Grizel Hernández, junto a la decana María del Rosario Hernández y la musicóloga Ailer Pérez, presentaron recientemente los resultados de una investigación que recoge esa historia.

Cuando celebramos los 45 años del ISA, en 2021, nos dimos cuenta de que faltaba un texto que contara todo lo que habíamos vivido. Yo misma, que fui de esa primera graduación y luego continué en el ISA como profesora, me percataba de que había memorias que se iban borrando.

En esta investigación hemos reconstruido la historia de la Facultad de Música, a partir del recuerdo que tienen los alumnos sobre los maestros que ya no están, y del testimonio de los maestros que todavía viven. También hay una importante recopilación de fotografías y documentos.

Se incluye además esa relación estrecha con la ENA, porque fue allí donde se gestó el ISA, durante los cursos superiores que se impartieron en los años ’70. Ese vínculo natural se mantiene hasta la actualidad y es importante destacarlo.

También se explica cómo se conformaron los claustros de profesores, el surgimiento de las distintas carreras, quiénes dirigieron la Facultad de Música en cada etapa, entre otros aspectos imprescindibles para comprender lo que se ha hecho hasta hoy.

En este punto de la conversación, ya la maestra Grizel no solo se revelaba como la musicóloga, pedagoga, investigadora y autora de uno de nuestros libros. La oportunidad de conocer a la persona, sentirla, ver sus gestos tranquilos, escuchar su tono de voz agradable me unieron a ella y a su texto, mucho más que cualquier reseña, por muy buena que fuese.

Mi Historias para una historia ya no es un libro más dentro de la biblioteca familiar, sino que forma parte de un recuerdo grato. Como testimonio de la existencia de ese encuentro quedó la dedicatoria que me escribiera Grizel, en el ejemplar que llevé. Desde ahora, siempre que regrese a sus páginas para consultar algún dato sobre la obra del maestro Argeliers León, conocer más de su amor por Teté Linares y de cuánto le gustaba disfrutar de los chocolates que compartía con su nieto Rodrigo, leeré primero las palabras que me dedicó Grizel, «con cariño».

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