Aquel pudín me trajo a la mente aquello de raspadura baja en azúcar o cerveza sin alcohol. Autor: Adán Iglesias Publicado: 23/08/2025 | 06:37 pm
Hace unos días una amiga me invitó a comer pudín o budín, como también llaman a ese exquisito postre. Mi primera reacción fue la de pensar que a mi querida cofrade le había llegado una herencia inesperada o que había contraído nupcias con algún dueño de negocio de esos que prosperan por el país como ronchas de varicela… porque realmente le levantan una «roncha» a cualquiera.
Huevo, azúcar, leche y pan, sin contar que le quieras agregar maní o coco, ingredientes clásicos de dicho dulce. Estos productos antiguamente aparecían normados en la canasta básica. Ahora básicamente no cabe en una canasta todo el dinero necesario para obtenerlos en una compra, y derrocharlos en un solo plato.
No hice preguntas indiscretas y accedí gustoso a la invitación. Aquello sabía a rayos. Igual pensé que como hacía tantos años no comía pudín ya se hubiera desvanecido en la memoria de mi paladar el verdadero gusto de ese postre y que ahora lo idealizaba y, por eso, me contrastaba tanto el sabor que percibía. Luego supe que mi memoria gustativa y yo no estábamos equivocados.
Ella me explicó que era una fórmula que le había dado una amiga en la que el reconocido dulce no llevaba leche ni huevo. Se hacía con miel y una mezcla de pan rallado y harina de maíz… Entonces… ¡no me engañes! Yo no sé qué cosa era, ni cómo llamar a eso; pero pudín, no.
A mi mente vino, entonces, aquellas definiciones de mi amigo Floro cuando decía «Parece, pero no es» al referirse a productos «hechos en casa» como el jamón, el chorizo, el vino, el café…
El cubano se ha acostumbrado a seguir llamando por su nombre a diversas recetas que ya distan mucho de ser lo que originalmente eran.
El uso de sucedáneos, la introducción de nuevos ingredientes para lograr sabor similar o la masa necesaria, o incluso sustituir productos naturales por modernas elaboraciones sintéticas no creo que sean la solución idónea.
Nadie me puede decir que es lo mismo un cuadrito de pollo que una buena pechuga, o que es igual un cuadrito de tomate a una lata de vitanova.
En fin, aquel pudín, igualmente, me trajo a la mente aquello de raspadura baja en azúcar o cerveza sin alcohol. Sobre esta última, un colega dice que una cerveza sin alcohol es como una esposa sin boca… supongo que es porque no pueda contradecirte en todo y entonces pierde su esencia.
Lo cierto es que con el paso del tiempo, la resistencia y la resiliencia (valga la redundancia) y otras atenuantes, nos hemos adaptado a pasar gato por liebre y mantener el mismo nombre o usar nuevos adjetivos calificativos de poca sustentabilidad como jamonada especial, picadillo extendido… usanza que trasciende el tema gastronómico para llegar a los términos económicos y sociales… pero bueno, de eso hablaremos otro día porque ese es un tema peliagudo, o sea, con pelos en la punta, en el cual me gustaría llamar a las cosas por su verdadero nombre.
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Homenaje a nuestro colega Humberto Lázaro Miranda Ramírez (Laz)
El amigo y colega Ramiro Zardoyas va a clausurar su exposición personal Ingravidez en la galería 23 y 12 el próximo sábado 30 de agosto a las seis de la tarde. En esta se incluye un homenaje a nuestro colega Humberto Lázaro Miranda Ramírez (Laz) (1960-202). Allí se proyectarán algunas de sus obras junto a saludos y anécdotas que desde varias latitudes nos han hecho llegar.