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Me gusta lo difícil

El número 52 de los Alazanes, jugador más valioso de la gran final, hizo una profecía asombrosa antes de la 61 Serie Nacional. JR cuenta sobre ese vaticinio y su vida

Autor:

Osviel Castro Medel

Yara, Granma.—  Ese día, semanas antes de comenzar la 61 serie nacional, Osvaldo Abreu Sánchez me aseguró en la grama del estadio Mártires de Barbados, de Bayamo, algo que ahora me provoca el estremecimiento: «Te lo digo desde ahora, apunta ahí que Granma va a ser el campeón».

A la vuelta de casi seis meses, Abreu terminaría alcanzando el título de la pelota cubana junto a sus compañeros. «No me equivoqué, estoy emocionado, ahora no me salen las palabras, pero ya te lo había dicho desde el comienzo», expresó con la voz ronca momentos después del out 27 del último juego de la temporada, que curiosamente fue un roletazo por tercera base, la posición con la que se ha consolidado con los Alazanes.

Lo más hermoso en esta historia es que el pimentoso atleta resultó seleccionado a la postre el jugador más valioso (JMV) de la gran final, en la cual bateó para 520 (de 25-13), con tres dobles, seis anotadas y cuatro impulsadas.

«Me sorprendió ser elegido el JMV, pues Iván Prieto, César García y otros buenos peloteros tuvieron una gran final, pero bienvenido ese reconocimiento, se lo dedico a mi familia», expone con modestia este atleta, quien en diez series nacionales promedia 325 al bate (584 H en 1796 VB), según las estadísticas de Jorge Luis Rosabal.

Precisamente los seres queridos han sido pilares fundamentales en su vida deportiva, la que comenzó por el voleibol, siguió con el  atletismo y el boxeo y terminó en la pelota. «Crecí con mis abuelos maternos, Salvio y Eloina, mi mamá Elia y mis tías Esther y Enelda, también mis primos Elianis, Luis Felipe, Rogelio y René, además de mi hermana Ana Elia. Soy hijo de padres divorciados, pero mi papá siempre me apoyó en la distancia al igual que toda la familia. Mi mamá y mis tías viajaban para los lugares en los que competía, incluso fuera de la provincia», cuenta este hijo de Yara, nacido el 6 de agosto de 1990.

Abreu recuerda con especial cariño a sus primeros entrenadores, aunque no atina a memorizar los nombres de todos. Y dice que el actual preparador físico de los Alazanes, Mario Sánchez Medina, ha sido esencial para el salto de calidad mostrado en las últimas contiendas.

«A él le gusta mucho sacar estadísticas y a comienzos de los entrenamientos de la 56 Serie me dijo que yo aportaba más carreras al equipo contrario por la cantidad de errores cometidos (sonríe). Eso me molestó mucho; luego el periodista Ibrahín Sánchez dijo en la televisión local que Granma no tenía un buen tercera base, algo que terminó de disgustarme más, pero a la vez hizo que me trazara metas y esforzarme en los entrenamientos. Ahí empecé a mejorar, gracias a Dios. Fui al juego de las estrellas, gané el guante de oro y quedamos campeones».

El número 52 de los Alazanes recuerda que, aunque tuvo buen rendimiento en esa campaña y en la 57 Serie, los refuerzos le impidieron ser regular en la postemporada, «algo que cambió para bien el año pasado, en el que pude experimentar cómo se viven los playoff». En los dos últimos (60 y 61) Abreu conectó 51 hits en 130 veces al bate, por lo que compila un elevado promedio de 392.

«En esos partidos he jugado para divertirme al máximo, con confianza, por eso han llegado los resultados», dice este carismástico hombre, cuya mayor aspiración es llegar al equipo nacional.

«Uno no deja de soñar con integrar cualquier equipo Cuba. ¿Para qué nos sacrificamos cada día? No lo quiero regalado, me gusta lo difícil y por ese camino voy», añade.

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