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Las verdades de Carlos Martí

El mánager campeón con Granma y Agricultores habló de su vida, su posible retiro, los triunfos y fracasos

Autor:

Osviel Castro Medel

BAYAMO, Granma.— Desde el domingo anterior a Carlos Martí Santos lo han inundado de llamadas; unos lo han felicitado por su triunfo con Agricultores en la primera Liga Élite del Béisbol Cubano (LEBC), otros han querido decirle que debió estar al menos en el cuerpo técnico para el 5to. Clásico Mundial y muchos le han expresado que no se jubile después de haber anunciado que su retirada «está al doblar de la esquina».

«Siempre es bueno recibir el cariño del pueblo. Me estimuló mucho que el Presidente de la República en medio de tantas responsabilidades, cuando iba para una cumbre en el exterior, tuviera el detalle, la delicadeza de dedicarnos unas palabras en su cuenta de Twitter, ese gesto se agradece», expresa en el inicio del diálogo con Juventud Rebelde este reconocido estratega, quien  es el único en la historia de nuestros clásicos con 49 incursiones como timonel y más de 3 000 juegos dirigidos.

Él, en los últimos seis años, ha logrado algo inédito, casi increíble: llegar a cinco finales y ganarlas todas (2017, 2018, 2021 y 2022 con Granma, y 2023 con Agricultores). Y se convirtió en el tercero en triunfar en la Serie Nacional y un torneo extra, después de Jorge Fuentes (1982 y 1988) y Eduardo Martín (1983).

Carlos, como tantas veces en su vida, habló directo, sin rodeos, mirando a los ojos. «Soy de descendencia campesina y tal vez eso me lleve a tener una forma un poco áspera, diría yo. Hablo las cosas que pienso, eso no significa que todo el mundo deba estar de acuerdo», comenta el hombre que vino al mundo el 16 de febrero de 1949 en San Pablo de Yao, actual territorio del municipio granmense de Buey Arriba.

«No concibo la mentira, en el concepto de Revolución de Fidel hay una parte que me encanta: “No mentir jamás ni violar principios éticos”. Hay quienes no quieren oír lo que no les gusta y creo que necesitamos escuchar incluso lo que no nos gusta», señala el Director que hizo su debut en series nacionales en 1976, con Serranos.

También se refirió a la cercana Serie del Caribe, los cambios que ha experimentado en su manera de ver a los atletas
y varios detalles interesantes de su trayectoria en los terrenos de pelota, que inició en 1970 cuando se graduó en el «Fajardo» —entonces Escuela Superior de Educación Física (ESEF)— en la capital cubana.

—Además de las 34 series nacionales en su aval, ha dirigido 12 selectivas, dos superligas y una, ahora, la Liga Élite. ¿Cuán fácil o difícil es liderar un equipo en los que hay más de una provincia?

—Es muy difícil, sobre todo en estos tiempos. Antes era más fácil dirigir una selección de varias provincias. Sin embargo, puedo decir que en nuestro equipo hubo un gran ambiente, una hermandad tremenda, no vi discusiones entre los peloteros, como a veces pasa en cualquier grupo. Todo eso, junto al apoyo de la afición de Las Tunas y Granma en el playoff final, fue fundamental para lograr el triunfo.

«Creo que el mérito principal es de los atletas, a los que le dimos toda la confianza, especialmente a las figuras de más renombre. Incluso, yo no di mitin en el último juego, les dije: “Esto es problema de ustedes, la dirección se va de aquí”. Desde el comienzo del entrenamiento ellos, en jarana o serio, decían: “Esto es Caracas 2023”. Y lo lograron.

—Entonces, no tuvo repercusión negativa el caso Dánel Castro...

—Aprovecho esa pregunta para repetir que jamás he tenido nada contra Dánel. Es un pelotero digno de toda la admiración por lo que ha hecho y de verdad lo felicito. Se creó una especie de novela desde algunos medios de prensa; pero en realidad pensé, por lo que había escuchado, que quería romper el récord de jits jugando para Las Tunas. Ante él me quito el sombrero, que en el caso mío es decir la gorra.

—Algunos suponen que haber dirigido tanto no origina tensiones emocionales. Sin embargo, en el último juego tuvo que recibir atención médica después del batazo de Osvaldo Abreu.

— ¡Cómo no emocionarse cuando uno lleva la pelota en la sangre! Yo trato de ser ecuánime para no transmitirles inquietud a mis atletas, pero soy un ser humano. Después del jit de Abreu vino la alegría, la euforia, la emoción y en un momento sentí que me faltaba el aire. El médico, Blas Hernández, se da cuenta y cuando me toma la presión la tenía como en 190. Ese día se complicó la salud, pero cumplí disciplinadamente lo que me orientaron y todo volvió a la normalidad.  

—Estuvo en dos series del Caribe anteriormente y no consiguió llegar a la final. ¿Cree que este equipo pueda lograrlo ahora?

— Vamos a dar guerra, a luchar al máximo. Mi mayor preocupación es el área del pitcheo, por eso sumamos tres lanzadores. Con la incorporación de Dennis Laza y Raico Santos tendremos un buen line up.

—¿Es cierto que usted, para mantener a raya a los peloteros, decía: nueve-quince?

—Antes era un poco más severo. Aplicaba lo de la separación: yo en mi lugar y los peloteros en el suyo. Como venía de haber practicado fútbol en mi infancia y la primera juventud, el «nueve-quince» significaba distancia. Pero uno se va educando, se va formando y aprendiendo en el día a día; aquella forma un poco dictatorial, para decirlo de algún modo, va pasando a ser más familiar. Eso, con los que se lo merecen, a algunos hay que llevarlos recio, porque en un grupo de treinta y tantos se reúnen distintos tipos de carácter y es preciso adecuarse a cada uno.

—¿Por qué lleva el número 45?

—Fácil: cuando empecé en la academia de Santiago de Cuba en 1970, me convertí en un admirador de Braudilio Vinent, que usaba el 35. Llego a Serranos y al no poder emplear el 35 opté por el 45, es como mi homenaje a ese gran pícher, a quien tuve el honor de dirigir.

—¿Cuántas veces lo han expulsado de un terreno de juego?

—De verdad no llevo esa estadística. Tal vez cinco o seis veces, sí te digo que protesto mucho menos que cuando comencé y que desde hace rato no me botan.

—Siempre habla de la familia en días como estos.

—No se puede evitar. La familia te apoya en los momentos más duros, cuando nadie lo hace. Llevo casi 43 años con Adis Sánchez Maceo y ella ha sido ejemplar, comprensiva y constante en ese tiempo. Su paciencia se ha multiplicado, más ahora, cuando nuestras dos hijas no viven con nosotros. Y mi madre, Amada, de 97 años, quien estuvo muy mal de salud, ha sido mi inspiración.

—Se dice que usted no sabía ganar playoff y que ahora lo ha hecho porque la calidad ha disminuido.

—Una vez leí algo que me dejó pensando. No sé si lo escribió García Márquez, decía que para algunas personas el final llega cuando comienzan a conocer el secreto de las cosas. Posiblemente así ha sido en mi caso.

«No me parece que lo de la calidad deba aplicarse aquí, porque es parejo para todos. Hay grandes directores, conocedores y con virtudes que nunca ganaron».

—La ausencia del Clásico Mundial...

—He repetido que no trabajo para viajes. Es muy bueno representar a tu país en el exterior, sobre todo cuando no tienes que poner un centavo de tu bolsillo; pero eso nunca me ha quitado el sueño.

—¿Entonces ese «doblar de la esquina» cuán cercano puede ser?

—Yo ya les expuse a los compañeros de la dirección del Inder de Granma que quiero terminar. Hay un desgaste lógico por el tiempo. Bastante he sacrificado la salud y la compañía de la familia. Me han planteado que a la vuelta de la Serie del Caribe las autoridades de la provincia desean hablar conmigo, los voy a escuchar, pero es una decisión casi tomada.

—Si tuviera que decirles algo ahora mismo a los aficionados, ¿qué sería?

—Que he vivido para el béisbol, no del béisbol. Que trataré de seguir ayudando, modestamente. Les agradecería tanto a los seguidores —porque me impulsaron a llegar hasta aquí—, como a los detractores, porque me llevaron a esforzarme más y dedicarme más a la pelota, la pasión de mi vida.

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