«La Gacela» de la llanura Camagüeyana, Norelis Sanchez Gonzalez, de 21 años de edad, y quien compite en los 54 kilogramos (Kg), la entrenadora, Ana de la Caridad La Cruz Peraza, —madre del campeón bajo los cinco aros, Julio César La Cruz —, y «La Chica de los mazos», Annes Saasa Hidalgo, de 22 primaveras, quien defiende los 50 Kg. Autor: Yahily Hernández Porto Publicado: 30/05/2025 | 02:51 pm
CAMAGÜEY.— Llueva, truene o relampaguee, bajo el intenso sol o el denso sereno, a las jóvenes integrantes del equipo femenino de boxeo se les ve desafiar cada amanecer el agotamiento y la sed en varias horas de trote ininterrumpido.
Juventud Rebelde las abordó en una de esas mañanas en que el entrenamiento no daba tregua ni para recuperar las fuerzas, y logró entrevistar durante su horario de descanso a dos de las seis muchachas que integran la plantilla camagüeyana, quienes accedieron gentilmente a mis «golpes verbales».
El resto de sus colegas continuaban con una muy intensa faena, y sin tiempo apenas ni para mirar a sus alrededores alzaron sus guantes, en gesto de bienvenida afectuosa, desde los cuadriláteros.
Me sentí superdichosa, porque entre los enfrentamientos técnicos que no dejan margen al error y los calentamientos extremos, fui testigo de consejos para mejores jugadas, los cuales comparto con los lectores con cierta discreción, excluyendo palabras muy cubanas que por su explosividad no caben en estas líneas, enaltecedoras de un deporte hasta hace muy poco exclusivo de hombres:
«Métele un gancho… Sal con agilidad de la zona de defensa… Muévete con rapidez… Calcúlale su pegada… No mires para los costados… ¡Tírale, tírale duro! No te rindas… ¡Cuídate la cara!».
Y como iba con el mal augurio de que las deportistas son cortas de palabras, no puedo menos que agradecer la deferencia de Norelis Sánchez González, de 21 años de edad (54 kilogramos), y Annes Saasa Hidalgo, de 22 primaveras (50 kg), quienes respondieron mis preguntas a profundidad.
Mariposas que vuelan sin descanso
Las boxeadoras camagüeyanas son talentos en desarrollo acelerado. Ellas revelan hazañas de entrega y pasión, tanto personales como colectivas, con la aspiración de integrar el equipo nacional de boxeo femenino.
Esta meta, asumida como proyecto de vida, les ha permitido encontrar el camino para anclarse profesionalmente y crecer como mujeres con autodeterminación, valentía e independencia; con una envidiable estabilidad emocional y muchos sueños, deseos y fe absoluta en triunfar.
«Mi vida era un cachumbambé, pues no encontraba mi destino. Estuve en varios deportes desde que era una adolescente, pero en ninguno eché raíces. Practiqué atletismo, judo, taekwondo, kick boxing… Del boxeo me he enamorado y veo mi futuro en él», aseguró Sánchez González, quien defiende, junto a sus compañeras y su entrenadora, Ana de la Caridad La Cruz Peraza (madre del campeón bajo los cinco aros, Julio César La Cruz), la decisión de oficializar la práctica del boxeo femenino en este país.
Sobre la apertura demorada de esta disciplina, la atómica jovencita, que parece una gacela sobre el ring, acentuó: «Esta profesión ha sido mal interpretada por la sociedad, y no solo aquí. Antes era inimaginable que las mujeres pudiéramos estar en el cuadrilátero. En lo personal, nunca he tenido la amarga experiencia de ser criticada cara a cara, pero las miradas y murmullos no faltan y eso deja mucho que desear.
«El tiempo y la vida dirán la última palabra. Por el momento, solo en Camagüey ya somos seis, y el país piensa en grande. A nosotras no hay quién nos pare».
Los inicios de Annes Saasa Hidalgo se remontan a su niñez, cuando veía pelear al campeón Julio César. «Quería ser cómo él. Aún me estremecen sus golpes, sus giros imprevistos, sus movimientos, su técnica y estrategia… Pero todo ese espíritu de emoción y pura adrenalina frente al televisor se reducía a ese momento, pues las mujeres no podíamos ser boxeadoras.
«Hasta que un día escuché la convocatoria y me presenté, medio embullada, medio indecisa… y entré a la Academia camagüeyana. Desde ese día, hace poco más de un año, vivo para triunfar en este deporte».
Me atrevo a nombrar a Saasa como la «chica de los mazos», por la semejanza que tienen sus puños con esa herramienta cuando golpea todo lo que Anita, su maestra querida, le pone delante.
—No es fácil romper con tradiciones machistas…
—No, no es fácil, pero tampoco es el fin del mundo, ni es imposible. La sociedad impone creencias que luego pesan. Ser pionera, no solo en el boxeo para mujeres en Camagüey y en Cuba, sino en cualquier otro lugar, lleva una buena dosis de cuestionamientos, incluso hacia una misma; pero muy adentro, lejos de apagarnos, eso nos motiva.
«La realidad reafirma que estamos dando pelea por lo que nos gusta. Los incrédulos tendrán que callarse cuando la historia los ponga en su justo lugar. Nosotras, las cubanas que escogimos este camino, ya estamos haciendo historia».
—Y las familias, ¿cómo reaccionaron ante la decisión de convertirse en pugilistas?
—Norelis: Tanto Annes como yo hemos navegado con suerte, pero, lamentablemente, no todas las experiencias son positivas. Mamá, Masiliso, me abraza, y con cada apretón me da fuerzas cuando las cosas no me salen como esperaba. Ella es parte de cada enfrentamiento y de mis sueños.
—Annes: En mi caso, estoy segura de que papá, José Julián, me acompaña desde el cielo, y mamá, Yuneris, es mi sostén en todo. Ella no se rinde, a pesar de las adversidades.
—Cuando dieron su primer golpe en el cuadrilátero, ¿qué sintieron?
—Norelis: Yo, la verdad no me lo podía creer. Me dije, «¡Ñoooo, al fin!», y hasta hoy sigo en la pelea.
—Annes: Subí al ring y me dieron, pero yo también di. Luego supe que ya no había quién me hiciera dudar de mi decisión.
—Los entrenamientos, ¿cuán fuertes son?
Ambas sonríen y detienen sus miradas en Ana, la entrenadora, a la que llaman, con cariño y respeto, madrina. A ella nada le es ajeno, por eso las impulsa a seguir derrumbando sinsabores sociales y a amar cada encuentro con los equipos, con los profes, con las «mañanitas» y hasta con las «tardecitas», apelativos que describen horarios sagrados para el entrenamiento, el calentamiento y la preparación física que pone a prueba a las deportistas.
«¡Intensos! Y cuando se acercan las competencias, se incrementan hasta lo inimaginable», describió Saasa, y su colega añadió: «En cada etapa los ejercicios se complejizan, son más fuertes y no dan tregua. Hay que darlo todo, incluso hasta el extra, y ser muy disciplinadas».
—¿Sus mayores obstáculos?
—Annes: Una misma, el creerse que no puedes hacer algo.
—Norelis: Tienen que ver con la belleza de la vida, la hermandad y el respeto por el adversario. Me pasa más a menudo de lo que debiera ser, y es que no veo a la contrincante como una adversaria, sino como una compañera, y eso no es bueno en el combate. He trabajado seriamente en este elemento, con nuestra madrina y con los maestros, pero a veces me vuelve ese sentimiento, que puede disminuir mi rendimiento en el combate, algo que no es bueno.
—El equipo de boxeo femenino camagüeyano, Anita y los profes, ¿cuánto significan en sus proyectos de vida?
—Norelis: Son familia, refugio y sueños.
—Annes: Hogar para crecer. Eso vale más que los triunfos. Hace un año no había equipo femenino de boxeo y gracias al empeño de Anita, que arrastró a otros hacia esta idea, aquí estamos. Esa determinación para defender el proyecto nos inspira.
—A una mujer pugilista, ¿qué cualidades la deben distinguir?
—Annes: Somos como cualquier otra mujer: reímos, lloramos, amamos y nos incomodamos, pero la disciplina debe prevalecer.
—Norelis: Sin autodeterminación y optimismo tendría que dedicarse a otra profesión. Aquí hay que «comerse el mundo» en cada combate porque se lucha por una camiseta, por Camagüey, por nuestra bandera y por la mujer cubana.