Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

El Derecho Humanitario se va a paseo

Israel desconoce los límites y continúa atacando indiscriminadamente y matando a civiles incluidos niños

Autor:

Luis Luque Álvarez

Foto: AP Incluso la guerra tiene límites.

Pero Israel los desconoce.

Disparar contra un edificio y matar a 54 de sus habitantes, todos civiles, incluyendo 36 niños, es traspasar una de esas líneas rojas. Sin embargo, Tel Aviv lo hace sin demasiados sonrojos. El primer ministro, Ehud Olmert, se permite además expresar condolencias: «Ciudadanos del Líbano, nos disculpamos por el daño que hemos causado a muchos de ustedes», dijo, y prosiguió su discurso: «No hay alto el fuego y no habrá alto el fuego en los próximos días»…

Lo que traducido es: «Ciudadanos del Líbano, realmente nos importa un bledo la tragedia que les estamos causando, ¡y que les causaremos!».

Hace algunos años, pensaba yo que los métodos bárbaros de hacer la guerra eran cosa del pasado. Siglos atrás, era corriente que los asaltantes de una ciudad medieval le lanzaran pedazos de cadáveres descompuestos, para rendir por enfermedades a los militares que la defendían, pero también a su población civil. En la antigüedad, la propia Jerusalén, asediada por babilonios y romanos en tiempos diferentes, conoció de horribles carnicerías contra mujeres y niños que jamás habían tomado un arma en sus manos.

Para decepción de la humanidad, en toda época hay Atilas y masacres. La del domingo pasado tuvo lugar en un edificio en Qana, la aldea libanesa que en abril de 1996 fue bombardeada por orden del primer ministro israelí Shimon Peres. Quizá una de las últimas preguntas que se hicieron entonces las 109 víctimas de los misiles sionistas, fue cómo un Nobel de la Paz podía desatar tanto infierno. Todavía hoy no tengo la respuesta, no para el bombardeo, sino para el Nobel.

Ahora es Olmert quien exhibe su «cosecha» de 540 muertes en el País de los Cedros. Si fueran ciertas las declaraciones de un portavoz militar israelí, de que han ultimado a cien guerrilleros de Hizbolá (Partido de Dios), ¿qué hay de las 440 vidas restantes? ¿Simples «daños colaterales»?

Tel Aviv ha enviado al basurero el Derecho Internacional Humanitario. Son tan claros los principios de este, que se hacen incómodos para los halcones. «Las Partes en conflicto harán distinción en todo momento entre población civil y combatientes, y entre bienes de carácter civil y objetivos militares y, en consecuencia, dirigirán sus operaciones únicamente contra objetivos militares», reza el artículo 48 del Protocolo I Adicional a los Convenios de Ginebra.

Si vemos primeramente los bienes civiles, habría que indagar qué importancia militar les confiere Israel a las viviendas de Beirut, a granjas pecuarias, o a centrales eléctricas como la de Jiyeh, cuyos depósitos de combustible fueron alcanzados por cohetes, lo que ha ocasionado un desastre ambiental en el litoral libanés. O al aeropuerto internacional de la capital, cuando hasta hoy no se conoce que ningún avión del país árabe haya violado el espacio aéreo israelí.

Fijemos los ojos entonces en los muertos, en los niños destrozados, en la siniestra orden de que, por cada instalación israelí impactada por los Katiushas de Hizbolá, se derriben diez edificios libaneses. El texto ya citado tiene previsiones suficientes: «No serán objeto de ataque la población civil como tal ni las personas civiles. Quedan prohibidos los actos o amenazas de violencia cuya finalidad principal sea aterrorizar a la población civil» (art. 51.2) y «se prohíben los ataques dirigidos como represalias contra la población civil o las personas civiles» (art.51.6).

Como se ve, existen límites, hay reglas. Pero al parecer, aún no han sido traducidas al hebreo. Ni al inglés.

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