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Descubrimientos en Sierra de Atapuerca continúan asombrando al mundo

Periodista cubana que visita esa extraordinaria zona española realiza recorrido apasionante por los famosos yacimientos pleistocenos

Autor:

Juventud Rebelde

Desde el nivel diez del yacimiento Gran Dolina puede observarse casi toda la trinchera ferroviaria, como un estrecho surco que conduce desde su arteria a diferentes caminos de la prehistoria. Foto: Amaia Lasuen Sierra de Atapuerca, España.—No es tiempo de excavaciones en los yacimientos pleistocenos de la Sierra de Atapuerca; el día es frío y la proximidad de la elevación se percibe por la severidad de las condiciones invernales. Poca distancia hemos recorrido desde Ibeas de Juarros, una pequeña localidad de la jurisdicción de Burgos, en el norte de España, cuando la montaña se revela discreta ante nuestros ojos. La expectativa crece: los descubrimientos hechos aquí acerca de nuestros antepasados prehistóricos han dado la vuelta al mundo.

El Homo antecessor, una especie identificada por primera vez en la Sierra de Atapuerca, encabeza por su importancia un largo haber de resultados científicos en estos yacimientos. Cada verano acuden al lugar centenares de especialistas que, a jornada completa, se entregan a las excavaciones. Ellos extraen de esta tierra testimonios de la existencia humana de hasta un millón y medio de años atrás.

Trataba de imaginar tanta antigüedad cuando el automóvil de Sonia Alonso, una mujer singular que atiende a la prensa en la Fundación Atapuerca nos conducía hacia los yacimientos. Justo a la entrada de aquel sitio casi mítico un letrero gigante sostenido por un andamiaje metálico, similar al que usan los arqueólogos para acceder a los sitios de trabajo, marcaba el punto de acceso.

Viaje al inicio del hombre

Sonia Alonso Romero, de la Fundación Atapuerca, explica el carácter científico y divulgativo de esta institución. Foto: Flor de Paz Armados de cascos y abrigos adicionales comenzamos el recorrido; frente a nosotros, una larga abertura entre montañas. Es la llamada Trinchera del Ferrocarril que debe su nombre a un tren minero que se comenzó a construir aquí a finales del siglo XIX, explica Sonia.

«La iniciativa de atravesar la elevación para comunicar dos regiones burgalesas, reveló entonces sin proponérselo la existencia de estos yacimientos. Al irrumpir en el interior de la montaña quedó al descubierto todo un sistema de karst donde se aposentaron a través de milenios los restos de la vida prehistórica».

Se denomina karst a la formación de conductos subterráneos creados por la erosión del agua. En el caso de Atapuerca, el río Arlanzón, muy cercano a la cota, poco a poco formó cavidades en su interior. A partir de determinado momento disminuyó el caudal de la corriente fluvial y el agua dejó de circular por ellas. En sustitución, aquellos vacíos comenzaron a llenarse de tierra y sedimentos como fósiles de homínidos, animales y plantas, arrastrados por el viento y la lluvia. Mediante ese proceso se formaron los diferentes estratos o niveles de relleno de las cuevas, donde quedó aprisionado el testimonio de la existencia humana un millón de años atrás y que hoy sacan a la luz los científicos.

En la Sierra de Atapuerca este proceso de karstificación puede observarse claramente en los tres yacimientos que quedaron expuestos tras la realización de la trinchera ferroviaria: Sima del Elefante, Galería y Gran Dolina.

Sima del Elefante es el primero que nos encontramos al adentrarnos en la Trinchera del Ferrocarril. Recibe este nombre debido a unos restos óseos que se hallaron allí en 1978 y que parecían ser de un elefante.

Sus sedimentos alcanzan unos 15 metros de profundidad y abarcan todo el período de ocupación humana en la Sierra correspondiente al Pleistoceno.

En este yacimiento, de 1,3 millones de años, los hallazgos más importantes han sido herramientas, afirma Sonia Alonso.

«No han aparecido en este yacimiento restos de los seres que utilizaron las herramientas halladas, pero en la medida que se avance con las excavaciones puede que ocurra ese prodigio».

Unos metros más y estamos ante Gran Dolina, otro de los yacimientos visibles desde la Trinchera del Ferrocarril.

Bajo el efecto de impresiones sobrecogedoras subimos a lo más alto de este asentamiento, al estrato número diez, también denominado Manta de los huesos, debido a la cantidad de restos que aparecen allí.

Desde lo alto de esta cumbre puede observarse casi toda la trinchera ferroviaria, como un estrecho surco que conduce desde su arteria a diferentes caminos de la prehistoria. In situ, el nivel diez de la Gran Dolina, muestra en sus paredes las distintas capas o estratos que fueron conformando el yacimiento y que se delimitan entre sí por la heterogénea pigmentación de los sedimentos.

Más abajo, en el nivel seis, fueron hallados en 1994 los restos humanos más antiguos de Europa, pertenecientes al denominado Homo antecessor, de 800 000 años de antigüedad.

Este verano, en diferentes subniveles del propio nivel seis, aparecieron nuevos restos de al menos diez individuos de la misma especie, la mayoría niños que fueron devorados por sus congéneres. Al parecer un campamento de Homo antecessor fue atacado por miembros de otro grupo.

La práctica del canibalismo en estos homínidos fue demostrada desde los hallazgos de 1994, aunque en aquel momento se pensaba que tenía un móvil alimenticio. Sin embargo, en la recién concluida jornada de excavaciones, todos los indicios sugieren que el canibalismo seguramente fue una costumbre cultural de un grupo de Homo antecessor.

Los nuevos hallazgos también indican que el nivel seis de Gran Dolina contiene aún centenares de fósiles humanos que en un futuro próximo permitirán saber mucho más sobre los primeros europeos.

La emoción de lo desconocido

En el momento en que visitamos la Sierra de Atapuerca estos últimos descubrimientos no habían ocurrido. No sabíamos con certeza que muy pronto la Gran Dolina y el Homo antecessor volverían a ser noticia y a ocupar grandes sitios en el mundo mediático.

Los periodistas nunca dejamos de pensar en esos términos: imaginamos siempre el impacto de la información y el mensaje social que conlleva, por eso durante el recorrido me embargaba la emoción que proporciona el contacto con la prehistoria y con lo desconocido.

La conducción de Sonia por aquel espacio, físico y virtual a la vez, me hacía retroceder un millón de años en solo minutos, aunque en los yacimientos no había en esa época del año ninguna evidencia fósil a la vista. Solo contábamos con la imaginación, una mínima información previa sobre el lugar y el ilustrativo modo en que la arqueóloga contaba la historia.

Antecessor salió de África y llegó aquí como avanzada —cuenta la especialista. «Se considera el abuelo del Neandertal y del Sapiens. Es el europeo más antiguo y a partir de él surgieron esas dos ramas que convivieron durante un tiempo hasta que el Neandertal desapareció y solo quedó el Sapiens.

«Todas las especies se criaron en África y son varias las vías que pudieron utilizar los homínidos para llegar a la Península Ibérica. Una de ellas es la de Georgia; los hallazgos en el yacimiento de Dmanisi, datados en cerca de 1,8 millones de años parecen forjar esta idea», explica Sonia.

Entusiasmados bajamos de Gran Dolina y nos incorporamos a la senda exterior de la trinchera ferroviaria. Nos detenemos ante el ángulo trasero del excepcional yacimiento de Galería: una caverna en forma de media que los arqueólogos prácticamente han dejado al descubierto.

«Se trata de una trampa natural en la que los animales caían desde una abertura ubicada en la parte superior de la elevación. Al despeñarse hacia el interior de la cueva, morían de hambre o a causa del impacto y los humanos venían por el otro extremo del “calcetín”, extraían, cortaban y se llevaban la carne. Por eso a este yacimiento también lo llamamos “el supermercado”».

Según describe la arqueóloga, aquí se han encontrado restos de huesos animales y herramientas de aproximadamente 400 000 años. Son las evidencias de que el sitio era frecuentado por los homínidos en busca de alimento.

En el mayor yacimiento humano del mundo

En este punto del recorrido Sonia refiere la existencia de otro yacimiento que no podemos visitar por hallarse en el interior de una cueva y que de alguna manera está relacionado con Galería. Es la Sima de los Huesos, donde se ha encontrado una significativa cantidad de restos pertenecientes a Homo heidelbergensis, la segunda especie en importancia detectada en la Sierra.

«Estamos ante el mayor yacimiento humano del mundo, en él se han encontrado restos de al menos 28 individuos de diferentes edades y de los dos sexos. Los huesos no están acompañados de ningún otro elemento, por eso se cree que es el primer enterramiento de la historia.

«Esta hipótesis fue corroborada con el hallazgo de un hacha de mano (excalibur) en el sitio de los enterramientos, hecha con cuarcita roja, un material muy escaso en la zona. Se cree que es algún tipo de ajuar funerario, el primero conocido en la evolución del hombre. Estos homínidos vivieron hace 400 000 años».

En la campaña de excavaciones de este verano, ATA 06, en la Sima de los Huesos fueron recuperados además otro número importante de fósiles pertenecientes a diferentes partes del esqueleto de la especie Homo heidelbergensis; también fue encontrado un nuevo cráneo humano (Cráneo 15) muy completo, acontecimiento sin precedentes desde los históricos descubrimientos de 1992.

Terminamos el recorrido con la satisfacción de haber tenido el privilegio de visitar un sitio tan singular como este. Queda la deuda de volver cuando una nueva jornada de excavaciones esté en pleno auge y, junto a los arqueólogos, tomar cinceles, martillos y brochas para hacer nuestro pequeño aporte en la ardua labor de quitar el limo y las arcillas y sacar el fósil escondido.

Nos alejamos de la Sierra de Atapuerca, pero dejamos una puerta abierta: la de nuestros primeros pasos en el andar por el largo y regresivo camino del conocimiento sobre la evolución humana.

Regresamos a Ibeas de Juarros por la misma ruta empedrada que nos condujo a los yacimientos, aunque ahora con una idea fija en la mente, que bien puede resumirse en las palabras de Eudald Carbonell, uno de los codirectores del proyecto científico, divulgativo y social que aquí se desarrolla, cuando dice: «seríamos ingenuos si no fuéramos capaces de aprender y comprender lo que fuimos».

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