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¿Hacia un puerto nuevo?

Las transformaciones que experimenta la vida social y política chilena pudieran tener un desembarco en las presidenciales de noviembre… o no

Autor:

Marina Menéndez Quintero

Pocos se atreverían a desdecir que el Chile de hoy no es el mismo de las largas décadas de inmovilismo que dejó la dictadura de Augusto Pinochet con su sangrienta represión, y la imposición de un modelo de talle ceñido que complementó la penetración del pensamiento colectivo.

La Asamblea Constituyente, donde se pugna por redactar una Carta Magna nueva y cambiar las reglas del statu quo, constituye un triunfo de las movilizaciones populares que evidenciaron la saturación de la herencia pinochetista.

Las elecciones presidenciales de noviembre llegan precedidas de esos cambios cualitativos en el pensar y el actuar de buena parte de la sociedad, que tanto en la calle como en las urnas ha mostrado una beligerancia no vista desde los tiempos de Salvador Allende y su Gobierno de la Unidad Popular.

Luego de los comicios recientes para elegir a gobernadores y alcaldes, y los que escogieron a los constituyentistas, el nuevo encuentro con las urnas resultará el penúltimo puerto cercano hacia el que navegue la nación hasta el referendo pensado para 2022, cuando la ciudadanía tendrá la potestad de volver a plebiscito, entonces para aprobar o rechazar el texto constitucional que se redacte.

Sin desconocer los alcances en las manos de quienes adversan el modo de vida impuesto, algún analista ha llamado a las presidenciales de noviembre como una vez tildó el extinto Saddam Hussein al enfrentamiento iraquí a la agresión yanqui y de los aliados: «la madre de todas las batallas».

Ciertamente, entonces se sabrá si los jalones que a pasos largos se han dado desde el campo popular en pos del cambio tocarán, finalmente, puerto firme.

Boleta multicolor, aunque ya golpeada

El panorama está listo luego de la inscripción esta semana, en primera instancia, de nueve contendientes que aspiraban  a sentarse en el Palacio de la Moneda, y que se quedaron en siete. Dos representan a sendas alianzas de derecha e izquierda, otra es de una coalición centrista, cinco eran de partidos de uno y otro bando, y había un independiente.

Tempranamente se señaló como favoritos a los tres que representan a agrupaciones más sólidas o de mayor trayectoria: Sebastián Sichel, Gabriel Boric y Yasna Provoste.

A pesar de ser menos conocido, Sichel, de la gubernamental y derechista alianza Chile Vamos, resultó triunfador en las primarias de su agrupación sobre Joaquín Lavín, de la UDI, un hombre más radical al que se tenía por favorito.

Y en la alianza izquierdista (Apruebo Dignidad) que reúne al Partido Comunista y al Frente Amplio, el exdirigente estudiantil y hoy diputado Gabriel Boric, de la generación «pingüina», ganó la candidatura sobre el comunista y más experimentado y popular gobernador de La Recoleta, Daniel Jadue.

Ambas definiciones fueron interpretadas como una tendencia electoral hacia los candidatos más jóvenes y las posiciones moderadas.

Sin embargo, ello no queda tan claro de la elección en las primarias de la heterogénea y centrista alianza Unidad Constituyente, de Yasna Provoste, demócrata cristiana que hasta ahora estuvo a la cabeza del Senado, cuya escogencia frustró al Partido Socialista, representado por Paula Narváez, de llevar candidato.

Se añaden los repitentes Eduardo Artés, candidato del Partido Unión Patriótica y Marco Enríquez Ominami, del Partido Progresista.

Además se habían anotado el lunes José Antonio Kast, del Partido Republicano; Franco Parisi (Partido de la Gente), Gino Lorenzini, independiente por Felices y Forrados, y Diego Ancalao, una postulación notoria porque constituía la primera de un descendiente del pueblo mapuche en estas lides, respaldado por la novísima Lista del Pueblo: una de las agrupaciones que más asientos ganó en la Constituyente y que nació al calor de las protestas de 2019.

Sin embargo, unos días después, el Servicio Electoral finalmente rechazó a Lorenzini y Ancalao, quienes todavía pueden apelar.

Aunque por el momento está fuera una de las agrupaciones nuevas y más interesantes del panorama electoral —la Lista del Pueblo—, la boleta seguirá estando bien nutrida, como ha ocurrido en otros comicios presidenciales recientes en la región.

Las fuerzas nuevas

En el caso chileno, ello puede tener mucho que ver con la emergencia de nuevas fuerzas que se han hecho a la vida política al calor de las protestas sociales y las elecciones a la Constituyente. Los resultados de los comicios recientes invitan a pensar, a pesar de que los expertos sitúen a Boric, Sichel y Provoste como favoritos. 

En las elecciones para la también llamada Convención Constitucional, apenas en mayo pasado, los candidatos independientes se llevaron una buena cantidad de asientos con 48 de los 155 puestos en disputa, a los que se sumaron 40 electos que no militan en partido alguno, y propuestos por sectores populares o sociales.

Ello mostró a un Chile más diverso políticamente que el de las elecciones presidenciales de 2017, cuando la sorpresa fue la irrupción del Frente Amplio con un tercer puesto que rompió el bipartidismo tradicional entre la derecha y la denominada Concertación para la Democracia, bautizada después Nueva Mayoría.

Esa heterogénea coalición tuvo el mérito de conducir al país luego de la dictadura militar, pero casi cuatro décadas después parece desgastada por un continuismo que no llegó a romper con la herencia pinochetista asentada en la Constitución vigente y el modelo responsable de las profundas brechas sociales que molestan y agitan a los chilenos.

Aunque la composición de la Constituyente dejó un sabor de rechazo a los partidos tradicionales, la escogencia de gobernadores y alcaldes en las mismas jornadas electorales de mayo mostró, al propio tiempo, la consolidación de puestos de relevancia por parte de una izquierda bien definida.

Los triunfos de aspirantes del Partido Comunista —algunas mujeres jóvenes— en relevantes alcaldías de Santiago y otras comunas de la geografía nacional, evidenció también el nacimiento de un nuevo tipo de liderazgo político desde el progresismo, con la implementación de programas sociales a nivel de base que gestionan ya el bien colectivo con autonomía e iniciativa propia, y les ganan prestigio.

Se añaden al panorama el pésimo criterio con que la ciudadanía despedirá al derechista Sebastián Piñera, hace meses con popularidad por debajo de diez puntos porcentuales, lo que podría influir contra el aspirante de Chile Vamos en las presidenciales, si este recibiera el conocido voto de castigo.

Habría que ver también cuánto convence la joven ejecutoria de Boric, si Artés resulta una sorpresa imprevisible, si Ancalao finalmente es aceptado, o si la mayoría opta por «lo conocido» con Provoste.

Todavía el país navegará durante un agitado trimestre hasta noviembre, cuando la nave toque puerto. A partir de entonces podrán concretarse, o no, los anhelos de quienes ya han ido transformando a Chile.

 

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