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Los costos de la vacunación y de la COVID-19

Los monopolios de las grandes farmacéuticas se llenan los bolsillos en lo que ha sido calificado como «uno de los casos más letales de especulación en la historia», mientras África denuncia el apartheid en la vacunación y recuerda que «nadie está seguro hasta que todos estemos seguros»

Autor:

Juana Carrasco Martín

Esta es la realidad. La promesa fue de hacerlo sin fines de lucro, pero las ventas de AstraZeneca de la vacuna contra la COVID-19 se han triplicado a 1 200 millones de dólares en la primera mitad de este año 2021, el que está resultando mucho más contagioso y letal que el fatídico 2020. Pero a decir verdad, se afirma que la inyección británica se queda chiquita ante los ingresos por ventas de la competencia estadounidense, la Pfizer.

De las exorbitantes ganancias se habló en un estudio de People’s Vaccine Alliance (Alianza Vacuna para el Pueblo) el cual aseguraba que el costo de inocular a la población mundial aumentaba hasta en un 500 por ciento.

«Se deben tomar medidas inmediatas ahora para entregar una vacuna popular... con el acceso priorizado según la necesidad y no la capacidad de pago», exigía la organización en su artículo titulado El gran robo de la vacuna, en el cual se demuestra que Pfizer-BioNTech y Moderna están cobrando a los gobiernos hasta 41 000 millones de dólares más por sus vacunas que el costo de producción.

Ya a comienzos de este año, el director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), doctor Tedros Adhanom Ghebreyesus, advertía: «Tengo que ser franco: el mundo está al borde de un fracaso moral catastrófico, y el precio de este fracaso se pagará con vidas y medios de subsistencia en los países más pobres. Ahora nos enfrentamos al peligro real de que, incluso cuando las vacunas traen esperanza a algunos, se conviertan en otro ladrillo en el muro de la desigualdad entre los que tienen y los que no tienen».

En el segmento de alto nivel de la 76ta. Asamblea General de la ONU, en septiembre, hubo un clamor-denuncia prácticamente unánime de los países africanos acerca de la inequidad que puede calificarse de vergüenza para toda la humanidad, cuando es cada vez más profunda la brecha entre los que tienen y los que no tienen, porque los fabricantes han priorizado a los países ricos, que ya andan vacunando con refuerzo.

Al finalizar septiembre apenas 15 de los 54 países africanos habían logrado inocular con una dosis al 10 por ciento de su población. Solo el cuatro por ciento estaba totalmente vacunada, cuando de las 5 700 millones de dosis administradas en ese momento la mayoría se habían suministrado en solo diez países ricos.

Cuestión de vida o muerte

Entiéndase, cuando la inmensa mayoría de los terrícolas no han sido vacunados contra la terrible enfermedad, países como Estados Unidos, Reino Unido, Alemania e Israel hablan de una tercera y hasta de una cuarta dosis a sus poblaciones ya vacunadas, mientras le siguen dando la espalda a quienes no pueden pagar el costoso tratamiento contra el coronavirus y sus cada vez más contagiosas y mortíferas variantes o cepas.

Hacen caso omiso al llamado del Dr. Tedros: «Un liderazgo nacional fuerte sería comprometerse plenamente con la equidad en las vacunas y la solidaridad mundial, lo que salvaría vidas y ralentizaría las variantes».

La injusta disparidad, calificada con razón de apartheid —que de no remediarse puede llevar a un desastre humanitario y un riesgo para todos, porque mientras más tiempo pase serán también más las variantes o cepas y más virulentas—, se muestra con un ejemplo claro: los 120 millones de dosis adicionales que EE. UU. necesitará para su campaña de refuerzo —ya iniciada— alcanzarían para vacunar a la población de Botswana, diezmada por la COVID-19 26 veces más.

Los envíos de vacunas para África deben incrementarse unas siete veces, de 20 millones de dosis mensuales a 150 millones, para que el continente pueda tener totalmente vacunado al 70 por ciento de su población en septiembre de 2022.

«Se trata de la vida y la muerte de potencialmente millones de africanos, por lo que no hay tiempo que perder en poner en marcha estos envíos», dijo el Dr. Matshidiso Moeti, director regional de la Organización Mundial de la Salud para África.

Pero la realidad es que, debido a la escasez mundial de suministros y las prohibiciones de exportación, el Mecanismo Covax, que es la plataforma mundial que debe garantizar el acceso equitativo a las vacunas, se ha visto obligado a reducir las entregas planificadas a África en un 25 por ciento en este terrible año 2021, cuando los contagios aumentaron a nivel global con variantes mucho mas transmisibles y agresivas.

África solo ha recibido un tercio de las vacunas que los países ricos se comprometieron a compartir para fines de 2021, cuando a mediados de septiembre, la variante Delta había sido detectada en 38 países, la cepa Alfa en 45 y la Beta en 40.

La falta de acceso a las vacunas no es solo una preocupación o problema de África. En la ONU lo denunciaron líderes de las naciones en desarrollo en diferentes regiones del
planeta, incluida Latinoamérica y el Caribe. Luis Arce, el presidente del Estado Plurinacional de Bolivia, interpeló a las compañías biofarmacéuticas y a los gobernantes de las naciones desarrolladas: «El acceso a la vacuna debe considerarse un derecho humano. No podemos ser indiferentes, y mucho menos lucrar con la salud en tiempos de pandemia».

Científicos y especialistas de la salud en enfermedades infecciosas aseguran que los humanos todos estaremos mejor protegidos vacunando a los no vacunados en cualquier lugar del mundo, por tanto, la política de «Estados Unidos primero», también en la vacunación anti-COVID-19, no resuelve el gran problema de la pandemia.

En EE. UU. también hay preocupados con la situación. El representante por Wisconsin, Mark Pocan, presentó en agosto pasado las COVID Defense Act (Ley de Defensa COVID), que simplemente pide redirigir el 1,3  por ciento del gasto militar de su país a los esfuerzos mundiales de vacunación, lo que permitiría que con 9 600 millones de dólares se inoculen potencialmente un 30 por ciento adicional de la población de bajos ingresos del mundo dentro de un año.

Clarísimo en su propuesta —lamentablemente no atendida—, el congresista Pocan dijo: «No podemos bombardear nuestra salida de una pandemia global. En este momento, la COVID-19 es el mayor riesgo para nuestra seguridad nacional, así como para la seguridad mundial.

«Transferir fondos de armamento y contratistas militares a la producción de vacunas contra la COVID-19 salvará cientos de miles, sino millones, de vidas en todo el mundo. En un momento en que Estados Unidos gasta más en su ejército que las siguientes 11 naciones más cercanas combinadas, deberíamos poder sacrificar un poco más del uno por ciento de eso para salvar vidas, construir buena voluntad global y realmente hacer del mundo un lugar más seguro y saludable».

«Estados Unidos es la democracia más grande del mundo, y lo demostramos mejor compartiendo nuestra riqueza y conocimiento», agregó el representante demócrata Pocan. Pero su propuesta no fue aprobada, aun cuando una encuesta del grupo Public Citizen, mostraba que el 70 por ciento de los votantes estadounidenses quieren lo correcto, que la administración Biden invirtiera en los esfuerzos globales de vacunación, particularmente en un programa mundial de fabricación de vacunas.

Son 91 las naciones que reciben o esperar recibir las vacunas Covax que necesitan para su inmunización.

Como un tiro de gracia a esa perentoria necesidad están las cifras suministradas por la firma analítica de la ciencia Airfinity, los países del G-7, los más ricos del planeta, están en camino de almacenar cerca de mil millones extras de dosis para finales de este 2021, mientras las naciones pobres no tendrán índices adecuados de vacunación hasta 2024 o más tarde aún.

Como bien se ha dicho, es un imperativo humanitario para millones en el mundo, y también una necesidad vital para quienes enfrentan la letal enfermedad con la seguridad de que ya están vacunados. No es un simple lema: «Nadie está a salvo hasta que todos estemos a salvo».

Mientras tanto, las mayores farmacéuticas fabricantes de vacunas contra la COVID-19 —Pfizer, BioNTech, Moderna, Janssen y AstraZeneca, que tienen los mayores contratos de suministro y distribución en el mundo— empiezan a recoger los frutos y parece que los venden a precios inflacionarios.

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