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Los «pingüinos» llegaron… y están cambiando la forma de gobernar

Mientras la proyección de su imagen es interpretada por observadores como una suerte de «puente» entre los distintos sectores sociales y políticos, Gabriel Boric, por otro lado, va rompiendo con esquemas prestablecidos y lo hace con naturalidad y sin estridencias

Autor:

Marina Menéndez Quintero

No han trascendido muchas reuniones de oficina. Más bien, por el contrario, las visitas de su también bisoño gabinete a distintas localidades han constituido lo más visible de la primera semana de Gabriel Boric como nuevo presidente de Chile: con sus 36 años, el más joven y el más votado de los últimos tiempos y, probablemente, el que está marcando, de manera más acusada, un nuevo estilo de conducirse y de gobernar.

Continuidad de una práctica estrenada durante la campaña electoral por la alianza que él encabeza, Apruebo Dignidad, los recorridos del ejecutivo que acompaña a Boric están siendo consecuentes, además, con los llamados al encuentro y al entendimiento escuchados durante la toma de posesión hace una semana, junto a aquella aseveración tan novedosa para un mandatario en Chile, de que «las autoridades no pueden ser inalcanzables».

Dichas sentencias se dieron la mano con un tácito llamado dirigido a las fuerzas políticas que le adversan, así como a los movimientos sociales, contenido en la exhortativa afirmación de que «la democracia la construimos juntos».

Poco convencional, el recién estrenado mandatario invitó  a «abrazarnos» y «querernos como sociedad».

Así, mientras la proyección de su imagen es interpretada por observadores como una suerte de «puente» entre los distintos sectores sociales y políticos, Gabriel Boric, por otro lado, va rompiendo con esquemas prestablecidos y lo hace con naturalidad y sin estridencias.

Desde una decisión tan oficial como la composición de un gabinete donde por primera vez hay tantos jóvenes y mujeres —ellas ocupan 14 de 24 carteras—, y en el que ocupan asientos representantes de la criticada y opositora Concertación para la Democracia —desde luego, aportan su experiencia—, hasta preferencias rupturistas tan personales como la ausencia de corbata —incluso no la usó en la toma de posesión—, y la escogencia de vivienda en el modesto barrio santiaguino de Yungay, donde los vecinos están felices por tenerlo en su calle.

Por el pan no debió ser que visitara la panadería unos días antes de la investidura —como contó hace unos días a un programa televisivo al que tampoco es habitual que vayan figuras de su talla, porque no es un informativo. Seguir escuchando y conociendo la opinión popular es algo que le interesa.

Eso fue también lo que primó en el contacto de los ministros con las poblaciones.

«Seis ministerios han estado en terreno para escuchar a todas las voces del Wallmapu. Es difícil, pero el camino es y será el diálogo. Como Gobierno enfrentaremos los problemas con las personas y en el territorio», afirmaba esta semana un mensaje del Gobierno publicado en la red social Twitter, en alusión a zonas de los ancestrales asentamientos mapuches.

Se trata de un gabinete donde tienen responsabilidades algunos de los líderes estudiantiles que, como por el propio mandatario, encabezaron las protestas de secundaristas y universitarios que rompieron la monotonía de desacuerdos con el modelo sin protestar, en el año 2006 y luego en 2011.

Su demanda de una educación de calidad sumó voluntades entre los profesores, entre los padres de familia y en otros gremios, y marcó el despertar de la sociedad.

A esas movilizaciones les llamaron en su momento «revolución de los pingüinos», por el uniforme de secundaria.

Poco más de una década después, esa generación ha madurado y comienza a conducir el país, sin desdeñar ese pasado cercano. «No nos olvidamos de dónde venimos», aseguró Gabriel Boric en su alocución tras la investidura.  

Aunque es demasiado temprano para esperar tomas de posición trascendentales —seguramente vendrán pronto—, el primer aldabonazo durante el escasísimo tiempo de una semana de mandato ha sido la anunciada suspensión de las querellas que mantienen bajo arresto a 139 detenidos, encausados a tenor del estallido social del año 2019 y aún después.

Se trata de una medida esperada, y seguramente aplaudida por amplios conglomerados. Su anuncio precedió a la juramentación presidencial, pues se dio a conocer mediante un comunicado de los ministerios del Interior y de Justicia unas horas antes de la toma de posesión.

No obstante, han dicho medios de prensa, la suspensión de las querellas no significará la liberación ipso facto de los detenidos ni que se detengan los juicios. Pero ello no le resta simbolismo y trascendencia.

El otro paso importante fue la ratificación, el viernes, del llamado Acuerdo de Escazú, una decisión declinada en su momento por el ya expresidente Sebastián Piñera, y que el titular de la Secretaría General de la Presidencia, Giorgio Jackson, ha calificado como «una señal importante» y «potente para las nuevas generaciones».

El Acuerdo Regional sobre el Acceso a la Información, la Participación Pública y el Acceso a la Justicia en Asuntos Ambientales en América Latina y el Caribe, que es el explicativo nombre del convenio, se considera que abre las puertas para que las comunidades puedan participar en los asuntos de corte ambiental que puedan afectarles en sus respectivas naciones.

Apenas el comienzo

Pero el trayecto apenas se inicia en esta nueva apertura «de las grandes alamedas por donde pase el hombre libre» que anunció previsoramente Salvador Allende, y a quien Gabriel Boric recordó y reivindicó, con la evocación de su trascendental frase, durante el discurso de investidura.

Solo otro candidato con sus convicciones podría acompañar, como él dijo que lo hará, los trabajos de la Convención Constitucional, es decir, la asamblea constituyente que redacta la nueva Carta Magna; es esa una postura imprescindible para que el proceso no fuera coartado y llegue a buen puerto, haciendo realidad las aspiraciones de quienes se movilizaron y arriesgaron, o perdieron la vida en ese reclamo.

Además, el nuevo Presidente se ha propuesto la consolidación de la economía sin repetir «nunca más», dijo, las desigualdades que han sido el agujero negro del modelo chileno hasta hoy, y que él identificó como «zonas de sacrificio». Distribuir la riqueza, anunció.

Abrir las escuelas con seguridad, empleo digno, el derecho a existir del pueblo mapuche después de «décadas de abuso y despojo», y «nunca más», también, para las violaciones a los derechos humanos, forman parte, igualmente, de los principios que rigen su mandato.

Como advirtió a los cientos o tal vez miles de chilenos que le acompañaron antes y después de asumir, escuchándolo desde un balcón del Palacio de la Moneda mientras ellos permanecían apostados en la aledaña Plaza de la Constitución, «el cumplimiento de nuestras metas no será fácil» y «van a venir tiempos desafiantes y tremendamente complejos».

Pero en la plaza, una multitud coreaba una frase que hace tiempo no se escuchaba con tamaña fuerza en Chile: «El pueblo, unido, jamás será vencido».

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