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Las bandas, un actor que pugna por atención

Para tratar de enrumbar a una nación virtualmente acéfala desde que las bandas que han tomado el protagonismo impidieran aterrizar al avión que llevaba al primer ministro Ariel Henry de regreso tras una estancia en Kenia, no ha bastado el compromiso de su renuncia, que debe formalizar su salida del cargo cuando tome posesión el Consejo de Transición, y esté expedito al camino para nombrar otro Gobierno

Autor:

Marina Menéndez Quintero

Diversos sujetos políticos desconocidos, dada la poca información que fluye al mundo desde Haití, salen a la palestra cuando todavía está en suspenso la instauración de un Consejo de Transición acordado en el marco de la Comunidad del Caribe (Caricom) con la anunciada participación de partidos, movimientos y distintos sectores haitianos, aunque, a juzgar por las inconformidades, está claro que no fueron consultados todos los que son, como tampoco los enrolados logran ponerse de acuerdo.

Las divergencias en torno a los nombres que integrarán esa instancia demoran la implementación de un plan fraguado mediante consultas no presenciales con algunos entes haitianos y la participación del secretario de Estado estadounidense, Anthony Blinken, quien, ante la demora en materializarse lo acordado, se reunió el pasado lunes con el titular de Caricom.

Una nota del Departamento de Estado dijo que el alto funcionario de Washington analizó con el presidente pro tempore de la Comunidad, Irfaan Ali, cómo apoyar al Consejo y a la misión multinacional policial acordada en el contexto de la ONU, a la que se le ha encomendado ayudar a devolver la seguridad. Pero el lastre dejado por misiones extranjeras, donde han tenido gran peso los soldados de Estados Unidos, han provocado en los haitianos un repulsivo sabor a intervención, abusos e injerencia.

Un denominado nuevo acuerdo político para que la transición se ejecute en un lapso de 18 a 24 meses y cuya firma se esperaba el jueves volvía a sembrar las esperanzas, aunque todavía debía ser remitido a la Caricom.

Para tratar de enrumbar a una nación virtualmente acéfala desde que las bandas que han tomado el protagonismo impidieran aterrizar al avión que llevaba al primer ministro Ariel Henry de regreso tras una estancia en Kenia —cuyos efectivos policiales deben encabezar la misión—, no ha bastado el compromiso de su renuncia, que debe formalizar su salida del cargo cuando tome posesión el Consejo, y esté expedito al camino para nombrar otro Gobierno.

De hecho, trascendidos achacan a sus seguidores la imposibilidad de conformar el ente que debe tomar las riendas, porque lo rechazan. Es una forma de mantener a Henry en el poder.

Según el plan original fraguado con el auspicio de la Caricom, serían esas nuevas autoridades las encargadas de encaminar el país hacia elecciones que no se han celebrado desde el año 2016, y cuya ausencia tiene mucho que ver con inconformidades erigidas sobre siglos de abandono y pobreza que están en el sustrato de la violencia.

Precisamente, el accionar de grupos armados en pugna por el poder territorial —se afirma que controlan el 80 por ciento de Puerto Príncipe— es lo que ha puesto sobre el tablero una situación que, sin embargo, ya era depauperada e inestable cuando dio graves signos de alarma con el asesinato del último presidente haitiano hasta hoy, Jovenel Moise, víctima de un atentado en su propia residencia en julio de 2021, con la evidente participación de su equipo de seguridad y la mano ejecutora de militares en retiro colombianos pagados… ¿por quién?

Desde entonces a acá, la sensación de un país acéfalo ha ido creciendo, constatada en el desplazamiento de más de 15 000 personas y un ritmo de asesinatos que ha tenido su clímax este año, a manos de las denominadas pandillas, en sus enfrentamientos con la policía.

Solo en los primeros tres meses de 2024 se reportan más de 1 554 muertos que, según la ONU, representan más de la tercera parte de los registrados en 2023. 

La crisis de seguridad se ha sumado a las crisis económica y política que siguen haciendo de Haití la nación más pobre y atrasada, y ahora, también, la más insegura del hemisferio, mientras las promesas de ayuda financiera de los países ricos que fueron metrópoli y lo hundieron en la miseria se siguen quedando cortas y, en casi todos los casos, no pasan del compromiso.

Más que tratar de imponer el orden a toda costa, rendiría mejores frutos haber priorizado a tiempo una asistencia con vista al desarrollo que, de todos modos, hoy sigue brillando por su ausencia.  

 Nuevos actores 

A aquellos males se suma la profusión de las bandas que asaltan comercios, comisarías, cárceles e instituciones gubernamentales; se hacen del control de barrios enteros y asolan a la población.

A tenor con distintas fuentes, las pandillas suman entre 300 y 400, y pudieran estar integradas por 4 000 y hasta 5 000 miembros, según ha dicho una fuente haitiana.

En entrevista concedida al rotativo dominicano Diario Libre, el excónsul general de Haití en Santo Domingo, Edwin Paraison, afirmó que poseen armas muy modernas y han demostrado un poder de fuego frente a la población, con el auspicio de otro fenómeno: el contrabando de armamento.

Un informe de la ONU reconoce que fusiles y otros pertrechos capaces de enfrentar la acción policial se adquieren por haitianos de la diáspora en Estados Unidos y se introducen ilegalmente en el territorio nacional, pasando por República Dominicana.

Pero uno pudiera también preguntarse si son homogéneas las bandas en sus propósitos, y qué persigue cada facción.

La notoriedad alcanzada por el jefe de uno de esos grandes grupos conformado, como otros, por bandas más pequeñas que se han aliado, se sustenta en posiciones políticas respaldadas por una fuerza capaz de impedir el retorno de Henry, cuando sus hombres rodearon el aeródromo de Puerto Príncipe y no permitieron el aterrizaje de su nave, al tiempo que exigían la dimisión del Primer Ministro.

Jimmy Cherizier, conocido como «Barbecue» y jefe de una de las alianzas de pandillas más poderosas —VivAnsanm o G9, según las distintas fuentes—, enarbola presupuestos que parecieran entrar en contradicción con el historial criminal que corre por muchos medios de prensa, y del que no puede conjeturarse si todo es cierto.

Se afirma que es uno más en la larga lista de políticos o funcionarios de cualquier país «incómodo» que han sido sancionados por la injerencia de Estados Unidos, al considerársele un violador de los derechos humanos.

En contrapartida, no falta quien considere a «Barbecue» una suerte de Robin Hood porque ha ayudado a las comunidades pobres con el botín obtenido de los asaltos a empresas y de secuestros a cambio de dinero, aunque también se le achacan acciones donde han perecido mujeres y niños.

En contraposición, Cherizier, un policía retirado, se autocalifica como un «revolucionario» que defiende los intereses del pueblo.

En una entrevista reciente concedida al canal británico de televisión Sky News, Barbecue rechazó la misión internacional acordada en el marco de la ONU y a la que, según reportes, pudieran agregarse efectivos procedentes de los países de la Caricom que serían entrenados por Canadá. El jefe de VivAnsanm dijo que serían considerados como invasores. «Creo que si los kenianos vienen aquí es para masacrar pobres, porque es la orden que van a recibir de los oligarcas y los políticos corruptos», según la versión difundida por RT.

También rechazó las tratativas auspiciadas por los países del Caribe, aunque dijo respetarlos mucho y se manifestó dispuesto a dialogar, pero exigió a la comunidad internacional un plan detallado para Haití como requisito.

La fuerza militar exhibida por los hombres que comanda pudiera haber convertido a Barbecue en otro actor con quien habría que contar en el entorno nacional si se quiere ayudar a una solución para el orden, así como debe entenderse que han sido sus posiciones las que presionaron por la definitiva salida de Ariel Henry, todavía no materializada.

Todo ello valida los llamados a favor de que los asuntos del país sean resueltos por los propios haitianos.

Esa ha sido la postura del partido Jóvenes Líderes Progresistas de Haití, cuyo titular, Werley Nortreus, ha propuesto en carta dirigida a la Caricom que sean los mismos ciudadanos haitianos quienes convoquen a elecciones, algo que parece difícil en medio del caos.

Como alternativa, sugieren la inclusión de otros nombres para buscar el consenso de cara a la transición.

En cualquier caso, han dejado claro que las decisiones en torno al Consejo se han tomado sin contar con la ciudadanía. Un reclamo muy parecido al de Barbecue.

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