Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Una cartera grande y una ¿chiquita?

Autor:

Yuniel Labacena Romero

Si como canta Selena en su afamada versión de La Bamba, «para subir al cielo se necesita una escalera grande y una chiquita », la letra sería inadaptable para la transportación  privada de pasajeros en muchos lugares del país, como acabo de corroborar hacia Pinar del Río.

En ese, como en otros trayectos nacionales, la letra del momento es más bien la de los precios por los cielos; por lo que podría podarse por completo la segunda parte para tararear solamente que «para ir a Pinar se necesita una "cartera grande", mientras sobra la chiquita».

Lo que sí no podría negarse en este caso, como en la de la canción interpretada por Selena, es que hasta con la «grande» nos va a dar «calambre» cuando los transportistas privados nos anuncien los valores del pasaje, como si en vez de un camión perfectamente adaptado para la ocasión estuviéramos alquilando un crucero para un viaje por las nubes.

La situación compleja que padecemos no puede llevarnos al abuso y menos entre cubanos. Lo vivido este domingo en el puente de calle Cien y Autopista, por quienes viajan de La Habana hacia Vueltabajo, en los llamados camiones particulares de oferta y demanda, no debería repetirse.

¿Qué fue lo sucedido? De los choferes y conductores de esos vehículos que llegaban hasta allí salía la misma expresión: «No viro para Pinar del Río», viendo incluso la multitud de personas que aguardaban para regresar. Toda una artimaña mercaderil para al poco rato, con inusitado desdén por la inteligencia ajena, anunciar que iban a emprender el viaje, ya no por los cien pesos, que cuesta ese trayecto luego de la Tarea Ordenamiento, sino a 200 y hasta 300 pesos más.

Lo anterior lo pude comprobar con estos ojos que, como dicen los guajiros, se tragarán la tierra, al acompañar a mi mamá para tomar uno de esos camiones para nuestra casa en esa región. 

Allí había madres con sus hijos en brazos, ancianos, estudiantes universitarios que prefirieron «quedarse sin un kilo», como dijeron, para llegar puntuales a su universidad este lunes y personas, incluso, que habían regresado el día antes bajo las mismas reglas de oferta y demanda que, como ya sabemos, de que se manda se manda.

La estratagema para ganar impaciencia y desasosiego en los viajantes por parte de los dueños de los camiones duraba a veces hasta tres horas de espera, porque ya sabemos que el que espera desespera... No niego que algunos de los que estaban en el lugar ofrecieran más, «voluntariamente», por encima del precio, al verse en la necesidad de llegar temprano a sus hogares por diferentes urgencias, y que semejante propuesta fuera, de paso, aprovechada por los transportistas.

Bien la sabemos: ganar y ganar más a cuesta del bolsillo ajeno es la filosofía de algunos al amparo de una apertura creciente del país a las leyes del mercado, que a veces parecerían congeniar con las de la selva. No faltan incluso entre quienes así actúan algunos que se presentan como víctimas e intentan ganarse para su «particular lucha» la solidaridad de los clientes.

Si lo descrito se hubiera dado con uno solo de los camiones quizá no habría que hacer estas denuncias públicas, pero desde el instante que el primer transportista soltó la bofetada dineral y movió la alcancía a su favor con total éxito, el resto de los que llegaban al lugar se sumó a la emboscada. Y hubo quienes apelaron a un viaje directo Habana- Pinar del Río, sin parar en los tramos intermedios, como sucede normalmente.

Vale alertar porque lo que un día comenzó costando, sencillamente, cinco pesos, ya hoy va por 200 y 300. A lo que se suma la arbitraria decisión de no cobrar por tramos. «¡Es el mismo precio, sea a donde sea, si quieres te montas o no!», suelen responder los conductores a quienes reclaman por un menor precio porque no van hasta el destino final, que casi siempre abundan.

¿Qué puede haber pasado este lunes, o que pasará mañana o pasado? Que esos precios de domingo, en medio de la realidad que vivimos, se queden para siempre como ha sucedido en otras ocasiones, y la oferta y demanda siga, en este caso, no como un correctivo, sino con sus desmanes, como suele suceder cuando se deja demasiado a la deriva.

Es verdad que el Estado no puede sostener el transporte de pasajeros y que los pasajes en ómnibus nacionales no están fáciles de conseguir, sobre todo después de dos años intensos de pandemia y del bloqueo oportunista recrudecido acompañante, lo cual ofrece una oportunidad al transporte privado, aunque debería ponerse coto al desmedido maltrato a la población. ¿Por qué no ubicar en esos lugares inspectores del sector para responder con justeza y sin extremismos ante la realidad contada?

Ejemplos de subidas de precio inexplicables vivimos a diario, y ya no solo en el transporte, también con los alimentos, las ropas para vestir y otras necesidades y servicios básicos. Por ello urge poner en su lugar el papel controlador del Estado y despertar la sensibilidad y la racionalidad social, para que no terminemos actuando como lobos los unos contra los otros.

Para llegar a ese cielo si hace falta, como en La Bamba, un poquito de salsita.

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