Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

En el barrio nace nuestro sistema democrático

Autor:

Hugo García

EL año 1974 podríamos calificarlo de épico en la historia de Cuba, como otros acontecimientos que forjaron la nacionalidad.

El Gobierno Revolucionario tomó la decisión de llevar a cabo en la provincia de Matanzas una experiencia sobre el establecimiento de los órganos del Poder Popular en las localidades. Fueron días de mucha tensión, porque se fraguaba algo novedoso en cuanto a la participación del pueblo al elegir a quien los representaría en las comunidades.

Si salía bien, entonces la máxima dirección del país extendería esta forma de Gobierno al resto de la Isla, como más tarde sucedió en 1976.

En la icónica fotografía de Fidel ejerciendo el voto en la circunscripción número 22, en el barrio de Pueblo Nuevo-Playa, el 30 de junio de 1974, aparece el líder de la Revolución con los ojos brillantes ante lo que representaba esta nueva manera de ejercer el sufragio por alguien en la propia comunidad.

Tanto Raúl como Fidel les dedicaron intensas jornadas a los preparativos de esta experiencia, que culminaría con la constitución de las asambleas municipales, integradas por los delegados procedentes de los 14 municipios de este territorio. La idea se materializó y a lo largo de estos años se ha perfeccionado, siempre en busca de beneficiar a la población.

Para la realización de la experiencia de Matanzas el Gobierno Revolucionario tuvo que tomar algunas medidas legales, administrativas y organizativas, entre ellas la modificación de la Ley Fundamental de la República, que establecía preceptos que estaban en contra de la experiencia que se iba a efectuar, algunos de carácter formal y otros de fondo.

También el reconocimiento legal de las regiones como parte de la división político–administrativa del país y del voto como un derecho que tiene el ciudadano, pero sin tener carácter obligatorio; el establecimiento del derecho al voto de los militares; y la modificación del requisito de la edad mínima para ejercer el derecho al sufragio, otorgándoselo a los ciudadanos mayores de 16 años en lugar de los 21 años que establecía la Constitución del 40.

La certeza de que se elijan a los candidatos con más índice de aceptación por su entrega a las labores comunitarias es un hecho que nos brinda sosiego, toda vez que sabemos que estarán frente a los problemas de la ciudadanía.

Ellos saben que este reconocimiento los coloca ante los nuevos derroteros sociales y numerosas tareas difíciles; que incluye la atención a los vecinos, quienes esperan siempre una respuesta, aun cuando la solución haya que postergarla por la falta de algún recurso.

Es cierto que a veces no valoramos en toda su magnitud el esfuerzo de los delegados, quienes, además de asumir la tarea, generalmente son jubilados o tienen responsabilidades laborales. Hoy son tiempos difíciles, de acercamiento a los más vulnerables de las comunidades, de hacer más en los centros enclavados en los barrios con los pocos recursos con que cuenta el Gobierno, en las escuelas, círculos infantiles, las bodegas, farmacias, policlínicos…, en las viviendas, exigiéndole más a las empresas y organismos para solucionar desde un bache hasta problemas con el abasto de agua o el alumbrado público.

Los elegidos como delegados a las asambleas municipales deben aumentar el vínculo con la gente del barrio, para impulsarlos a buscar juntos las soluciones pertinentes a los problemas que planteen sus electores. 

De tal manera, al finalizar la fase de nominación de nuestro sistema democrático, en la provincia de Matanzas se computaba el 20 por ciento de jóvenes propuestos, lo cual es una muestra de que se confía en las nuevas generaciones para asumir los retos actuales.

Ser elegido como delegado emana un gran compromiso y consagración, aunque es cierto que los problemas más serios de la circunscripción nunca pasarán inadvertidos, incluso cuando su solución inmediata no sea posible.

Sin dudas, los nominados a delegados poseen cualidades éticas y elevado compromiso con la comunidad para asumir tal cargo en representación del pueblo, aunque otros muchos también pudieron ser propuestos por sus valores, lo que nos muestra las potencialidades y reservas de los barrios para dignificar al delegado.

 

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