Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Solo tengo tu voz

Autor:

Reinaldo Cedeño Pineda

Solo eso. Solo eso tengo. Cuando el filo se hunde, cuando hurga hasta buscar el hueso, cuando el recuerdo es una bayoneta, cuando el vino está negro, llega tu voz. ¿Has visto el polvo, el pedazo de tierra, la inundación, el lodo del diluvio? ¿Un tallo verdecido en el acantilado, contra el agua y el viento? ¿Y los ojos de un ciego?

¿Has escuchado un grito al borde del camino?

 Quizá hay algo de pecado, quizá, y no se qué de angustia, cada vez que una voz queda atrapada. Un cataclismo íntimo.  Cuando  edito una frase, cuando corto y ensamblo, hay una desazón que me recorre. Trabajo con las voces, son 30 años ya, son 30 siglos. ¿Cuándo aprieto y cuándo me detengo? ¿Acaso, estoy llevándome un pedazo, hurtándole el espíritu, la soledad, la euforia? ¿Acaso seré justo, acaso estoy juzgando? ¿Qué razones me asisten, qué ojos me están mirando, quiénes me escuchan? Es la inquietud perpetua que siempre me acompaña. Es la radio, es la vida.

 La radio es el imperio de la voz. Es tan cercana. Nadie me pinta un rostro más que yo, nadie traza un gesto en el aire, sino el que yo adivino. La voz es la perfecta evocación, es el pincel más fino.

 Tengo una voz grabada, tengo una voz aquí, la voz de La Señora Sentimiento. Escuchada a mis 20, desbordada, exultante. Es Elena que pide  permiso «para seguir amando sin cesar… para llorar cuando alguien muere sin llorar». Hay tantas voces, tantos silencios. Silencios parlantes y obstinadas sorderas. Voces de los vivos y los muertos. Sin los muertos no seríamos. Esas voces aún están resonando, haciéndonos camino todavía.

 ¿Es la voz un bien público? ¿Es la materia clásica, es solo ese sonido producido por las cuerdas vocales, el suave timbre, el rumor al oído? ¿O es algo del espíritu, es algo de allá adentro, es algo único?

Escucho a mis profesores con sus voces de descubridores, que llegan a mostrarnos un mundo hermoso, como debería ser; las voces serpenteantes, taimadas, las voces de los falsos entusiasmos, las benditas promesas; las olímpicas voces de la victoria; las voces de los niños, rocío de la existencia; las voces de la tierra y la ardorosa voz de nuestros padres, que no nos dejan nunca.

Las voces, tantas voces

Y yo, solo tengo la tuya. La tomo prestada como puente y escala, como barrote que cae de la prisión, como la luz que emerge, como el mañana. Ella es cobija y es mano tendida. Es pan que desmenuzo, que me llevo a la boca como ambrosía. Es un pedazo que me pertenece, dulce como un poema, tenaz como una ola.

 Solo eso. Solo eso tengo. Cuando el filo se hunde, cuando hurga hasta buscar el hueso, cuando el recuerdo es una bayoneta, cuando el vino está negro, llega tu voz. Cuando caen las tinieblas, yo te escucho. Confío en ti. ¡Ay!, cuando se alce tu voz, cuando lo haga…

 

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