Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

¡Está nevando en Manicaragua!

Autor:

JAPE

Mi reciente visita al Instituto Superior de Arte (ISA), y estos días de celebración por el aniversario 29 de la creación del Centro Promotor del Humor el pasado 3 de octubre, me han traído gratos recuerdos de los lejanos cursos de verano para humoristas que convocaba dicha institución en sus albores, con Doime en la batuta y un team de profesores de lujo encabezados por la actriz Corina Mestre y el maestro de maestros Armando Suárez del Villar.

Nos reuníamos agrupaciones y proyectos teatrales de todo el país y aprendíamos diversas técnicas del mundo de la actuación; pero, más que eso, nos hacíamos grandes amigos, colegas que se admiraban mutuamente y nos divertíamos un montón. Hablé una vez de alguien de nosotros que consideraba tan ingenioso como Woody Allen, y hoy quiero hablar de un guajiro genuino, simpar, que en uno de los talleres nos contó su primera «novatada» en el ISA. Un claro ejemplo de honestidad y valores aprendidos desde la cuna. Me refiero a José Antonio Roche.

Roche era miembro del grupo Salamanca, que dirigía Osvaldo Doimeadiós y cuyos integrantes todos eran graduados de la casa cubana de altos estudios de las artes. Roche, en uno de esos ejercicios donde todos cuentan algo que haya constituido un punto de giro en su vida, nos confesó: «Cuando llegué al ISA todo me sorprendía, yo venía de un pueblecito en un lugar intrincado de Villa Clara y por primera vez me enfrentaba a la realidad capitalina. En una de las primeras clases de actuación, donde se buscaba la confianza y la concentración, la profesora nos dijo que todos cerráramos los ojos y que de manera pausada nos quedáramos en ropa interior. Luego todos nos vestimos y a una señal volvimos a abrir los ojos. Yo hice el ejercicio tal como orientó la profesora y realmente me sentí confiado y tranquilo. Esa misma tarde, en el receso, me sorprendí mucho al descubrir, por los diferentes comentarios, que todos, hembras y varones, en algún momento entreabrieron los ojos y visionaron algún que otro detalle desconocido de quienes lo rodeaban. ¡Yo fui el único que no abrió los ojos!».

Nadie supo hasta dónde era cierto el cuento de Roche porque este amigo es cuentero nato y repentista incalculable. Si fue verdad, puedo asegurar que la vida le dio muchas oportunidades de desquite.

Recuerdo siempre esta anécdota y a este gran amigo porque lleva en sí muchos valores que cada vez, al igual que el papel moneda nacional, escasean más. Me refiero a la honestidad, la confianza, la amistad, la sinceridad…

Puedo decir ahora mismo muchos nombres de quienes fundamos el Centro Promotor del Humor y asistimos a esos talleres, y todos serán recuerdos agradables. Vivencias inolvidables como la frase que encabeza el texto, nacida del ingenio de Eleuterio González (Telo), miembro del grupo La Leña del Humor de Santa Clara y que después trabajara con los muchachos de Salamanca. Dicho sketch es un clásico en la historia del CPH, una ingeniosa crítica a nuestro sistema de comunicaciones. Porque sí, ya desde entonces era más fácil comunicarse con el exterior que con nuestras provincias.

Para todos los bisoños humoristas de entonces fueron años inolvidables. Lo digo porque mucho tiempo después, Roche y yo quedamos atrapados por una intensa e inesperada nevada en las montañas de la región de Andalucía, España, donde él y su esposa pernoctan desde hace varios años, y a ese guajiro rellollo, que saltaba y corría por la nieve como un niño, lo único que se le ocurría gritar era: ¡Mermelada, está nevando en Manicaragua!

 

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