Hace 55 años nació uno de los símbolos identitarios de nuestra nación más universales y que, por cierto, forma parte de la cotidianidad más inimaginable en cada frase, en cada escena de la vida de cubanos y cubanas.
Elpidio Valdés, sin duda, ha sido el hijo más querido de todos los que creó el caricaturista, realizador de dibujos animados, ilustrador, historietista, guionista y director de cine cubano Juan Padrón. Gracias al audiovisual, cobró mayor vida y sigue siendo la síntesis perfecta de la cubanía que defendemos.
Afirman los investigadores que fue en 1970 cuando vio la luz este personaje tan querido, en las páginas de la revista Pionero y, años después, cuando se publicó el libro Aventuras de Elpidio Valdés, se iniciaba entonces un largo camino, indetenible hasta la actualidad, que lo trae de vuelta una y otra vez en ese formato y en los dibujos animados tan aplaudidos.
Curiosamente, el popular mambí surgió de la inspiración de Padrón mientras estaba en San Petersburgo haciendo los bocetos de la historieta del samurái Kashibashi. Ahí se imaginó a Elpidio, y lo incluyó en esa obra, como un personaje más. Lo llamó así por las Cartas a Elpidio, de Félix Varela, y lo apellidó Valdés en recordación de la novela costumbrista de Cirilo Villaverde.
Sin embargo, cobró vida propia y el resultado, el primero de todos, fue Elpidio Valdés contra los ninjas. De aquella experiencia en Japón, el mambí «viajó» a nuestro país para enseñarles a los niños parte de la historia de la Guerra de Independencia, y el éxito estuvo garantizado porque con buena dosis de humor y magistral apego a nuestra historia, el aprendizaje ha sido más atractivo.
De las páginas de la revista creció mucho. Ha protagonizado largometrajes producidos por el Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos y numerosos capítulos en los que se comparten sus aventuras, dejando en el vocabulario popular frases y expresiones que lo mantienen vivo. Eso sucede justamente porque cada detalle ha sido muy bien pensado, en franca coherencia con la realidad cubana, y porque el héroe es cercano y campechano, como solo pudiera serlo al nacer de nuestra cultura.
Como él, cada personaje activa resortes identitarios, despierta risas y reflexiones, y le inyecta a nuestro acervo el espíritu de lo genuino, lo auténticamente cubano. Elpidio Valdés será eterno porque Juan Padrón, en realidad, creó algo más que un personaje de ficción.