Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

De la cultura musical de nuestras infancias

Autor:

Ana María Domínguez Cruz

Circula desde hace pocos días un video por la red social Facebook que, ojalá, fuera resultado de la inteligencia artificial. Sin embargo, todo parece indicar que no. Además, lamentablemente es creíble, pues no es la primera vez que sucede algo así, incluso en días de celebración señalados.

Primer día de clases y un pequeño pionero, correctamente vestido con su uniforme de la enseñanza primaria, micrófono en mano, canta la canción que se escucha de fondo, digno ejemplo del género de moda en estos tiempos, conocido como el reparto.

Cuestiones musicales aparte, rico o no en rítmica y melodía, ya sabemos que lo que más se les reprocha a los creadores de los temas de este estilo es la letra, pues la mayoría alude al vocabulario más violento, sexual y obsceno que podamos imaginar. ¿Es necesario que un niño o niña en su escuela escuche ese tipo de canciones?

No faltará el lector que me conteste en voz alta, aludiendo al hecho de que, en definitiva, se saben las letras de punta a cabo, pues las escuchan en su barrio, en la calle e incluso muchos de ellos, en sus casas. Pero —y lo he comentado aquí otras veces—no es el centro docente el espacio idóneo para ello porque su función principal no es coherente con el consumo de esa clase de contenidos.

La educación musical en las escuelas primarias cumple un papel fundamental en la formación integral de los niños, como un medio para transmitir valores, cultura e identidad nacional. Recuerdos hermosos atesoro de las clases de esa asignatura en mis tiempos, pero, ¿qué ha sucedido con el paso de los años?

La difusión de géneros como el reguetón y el reparto ha generado preocupación entre quienes consideran que estas expresiones musicales no aportan positivamente al desarrollo de los valores sociales y culturales de los niños y, reitero, sobre todo por las letras que encierran sus canciones, aunque también el voluptuoso baile al que incitan no debe encontrar en la escuela el espacio apropiado para su despliegue.

El reguetón, con su ritmo pegajoso y las letras muchas veces explícitas, ha ganado popularidad, pero también ha sido criticado por promover mensajes de violencia, consumo de drogas y sexualización precoz. La música de reparto, por su parte, muchas veces se asocia con letras que fomentan la violencia y la delincuencia, lo que puede influir negativamente en las actitudes y comportamientos de los niños en formación.

Frente a esta situación, la música que debe escucharse en nuestras escuelas debe ser aquella que fortalezca el sentido de identidad nacional, la historia y los valores culturales propios. Es tan rico nuestro patrimonio sonoro...

La música tradicional cubana, como la trova, el son, la rumba y la música folclórica, representa un tesoro que debe ser promovido desde edades tempranas. Estas expresiones musicales no solo enriquecen el conocimiento cultural, sino que también fomentan sentimientos de orgullo y pertenencia.

Además, la incorporación de la música clásica, la música de autores cubanos reconocidos y canciones con mensajes positivos puede contribuir a la formación de una sensibilidad estética y ética en los niños.

Es importante que los docentes y las instituciones educativas diseñen programas musicales que prioricen estos géneros, promoviendo actividades que involucren a los niños en el canto, la interpretación y la creación musical basada en nuestras raíces culturales. La utilización de recursos audiovisuales, talleres y festivales puede potenciar el interés por la música tradicional y clásica, al crear un ambiente escolar enriquecedor y formador.

Por otra parte, considero que la familia y la comunidad tienen un papel esencial en la promoción de una cultura musical saludable, pues la transmisión de valores a través de la música debe comenzar en el hogar, con la selección de canciones que refuercen la identidad y el respeto por la diversidad cultural.

Quizá sea necesario supervisar cada actividad festiva en nuestros centros docentes por metodólogos de niveles provincial y nacional, a fin de evitar que quien ponga la música se olvide de la razón de ser de su centro laboral y de la necesidad de formar ciudadanos con mayor cultura musical.

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