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Con anteojos de mujer

Cada febrero se reconoce la labor de las mujeres en el campo científico, por eso vale recordar a algunas de las mentes femeninas más brillantes

 

Autor:

Iris Oropesa Mecías

La discusión estaba acalorada. Que si una supuesta diferencia biológica, que si los cerebros son diferentes. La chica replicaba las capacidades femeninas, y el chico reconocía o ninguneaba por momentos. La gente no sabía a qué criterio apegarse aun, porque forcejeaban con igual audacia. Hasta que el muchacho dio un golpe de gracia: «A ver, dime cinco nombres de mujeres científicas que hayan hecho algo grande».

La muchacha se rascó la nariz nerviosa, se rió tratando de ganar tiempo, y apenas alcanzó a nombrar a Marie Curie. El abucheo fue generalizado. En una riña de esquina la verdad la tiene el más rápido y la lógica no importa mucho, así que por esa vez, todos se fueron pensando, o aparentando pensar que las mujeres no tenían nada que ver con el conocimiento humano.

¿Le suena conocido? Pues sí. Tristemente, la divulgación de los aportes femeninos al campo científico, como cualquier otro, se vio opacada durante siglos por el poder de la parte más privilegiada. Si las mujeres estaban relegadas a tener menos acceso a universidades, publicaciones, y se creaba toda una mentalidad para reducirla a los roles hogareños, y desprestigiarla si se salía de ellos, es lógico que pareciera haber una ausencia de referentes femeninos en el ámbito de la ciencia, tecnología, matemáticas e ingeniería (carreras CTMI, traducción de las siglas en inglés STEM: Science, Technology, Engineering y Mathematics). Sobre todo, si también eran hombres prejuiciosos los miembros de comités académicos y editoriales.

Pero confundir esa ausencia con falta de capacidad femenina para la ciencia es un error gigante. Tan solo basta pensar en esto: para que se produzca un hallazgo científico, siempre, y lo podemos repetir con certeza, siempre, es necesaria la colaboración. O como rezara la sabiduría popular, nada grande en la vida se logra solo.

Tan solo por esa lógica ya es válido pensar que si hoy Galileo, Einstein o Tesla son nombres archiconocidos en la historia del saber humano, debería haber una contraparte femenina suficientemente implicada en los descubrimientos y avances de la especie. Y sí la hay. Por eso cada febrero se celebra la jornada de la niña y la mujer científica. Y queremos ser parte, trayendo a nuestras páginas algunos de los numerosos nombres de mujer que han marcado un hito en la ciencia mundial, aunque tal vez no lo sabías.

Sacrificada por el conocimiento

Nacida en Alejandría en el 370, fue una filósofa griega reconocida por sus amplios conocimientos en matemáticas y astronomía. Fue maestra de filosofía, astronomía y matemáticas, y transformó su propia casa en un importante centro de cultura. Por su condición de pagana que se negó a abrazar la religión cristiana, Hipatia fue asesinada por un grupo de fanáticos y muchas de sus obras acabaron perdiéndose.

Entre algunos de los datos preservados se sabe que inventó modelos de astrolabios, planisferios e hidroscopios y, junto a su padre, dejó varios comentarios sobre los clásicos griegos que han pasado a la historia.

Un ejemplo de colaboración

Con María Cunitz (1610-1664) se dio una feliz alianza con un hombre suficientemente ético y maduro para reconocer con justeza su capacidad: su propio esposo. Gracias a ello hoy podemos contar con su obra, y saber que fue la astrónoma más importante
de su tiempo a pesar de las críticas que recibió por no dedicarse en exclusiva a las tareas del hogar.

Su tratado Urania propizia incluye sus cálculos de la posición de los planetas, que detectan también los errores cometidos por el mismo Kepler en Tabulae Rudolphinae. El esposo de Cunitz, médico de profesión, confirmó en la edición posterior de sus obras que ella era la única autora.

 

Mary Wortley Montagu (1689-1762)

Divulgadora de la vacunación

Mary Wortley Montagu (1689-1762) estuvo marcada por el deseo de tomar sus propias decisiones, algo ajeno a su tiempo. En 1716 se escapó de un matrimonio concertado para casarse en secreto con un embajador de la corte turca.

Como su aporte principal, esta amante de las ciencias promovió la necesidad de vacunar a los niños frente a la viruela, una enfermedad que causó la muerte de su hermano y que ella misma padeció.

Su hijo fue el primer inglés vacunado, y también convenció a los reyes de Inglaterra y a muchos de sus amigos para que inoculasen a sus hijos. Su iniciativa se difundió por todo el mundo y llegó incluso a la corte de Versalles gracias a la aprobación del rey Luis XV y pese a la oposición de los académicos franceses de medicina que sentían recelos de su condición de mujer y de la propia vacuna.

Marie Paulze Lavoisier (1776-1831)

Opacada por su esposo

Marie Paulze Lavoisier (1776-1831) y su marido Antoine Laurent Lavoisier son los padres de la química moderna. Su principal contribución a la ciencia fue una revolucionaria teoría que postula que la combustión y la oxidación se producen por la combinación química de las sustancias combustibles con el oxígeno. Estas ideas quedaron reflejadas en el Tratado elemental de química.

No es preciso aún en qué grado los postulados de los Lavoisier se deben a las contribuciones de Marie Paulze, pero es muy probable que, como tantas veces sucedió, muchos de los logros atribuidos a su marido fueran en realidad obra de ella.

Williamina Paton Fleming (1857-1911)

Astrónoma por accidente

Williamina Paton Fleming (1857-1911) empezó a trabajar como gobernanta en la casa del profesor Edward Pickering, director del Observatorio de Harvard, tras separarse de su esposo.

Poco después, Pickering la contrató para que realizase algunos cálculos y de ese modo Williamina, sin medios muy sofisticados, llegó a catalogar más de
10 000 estrellas, que se encuentran compiladas en su obra Draper catalogue of stellar spectra. En 1898 la Corporación Harvard la nombró directora del Laboratorio Fotográfico Astronómico.

En realidad, los nombres de mujer que en cada época marcaron su tiempo son más numerosos de lo que solemos creer. Y así lo comprobaremos prontamente, cuando nos acerquemos a algunas de las científicas más brillantes de años más próximos a nuestros días.

 

 

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