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Ruta del agua: ¿ruta cierta?

Urge adoptar sistemas de producción agrícola e industrial con menores requerimientos de agua por unidad de producto, educar a la población en patrones de consumo más moderados y desplazar las zonas de producción hacia áreas de mayor productividad de los recursos hídricos para aumentar su eficiencia global

Autor:

Mileyda Menéndez Dávila

Como promedio mundial, se considera que una persona gasta unos 1 240 metros cúbicos de agua al año (3 400 litros por día), pues además de la que utiliza directamente para beber y asearse, está la empleada en garantizar los servicios y producir los bienes que consume: alimento, papel, tela, muebles, equipos electrónicos, transporte…

Esa es la llamada «agua virtual», cuyos valores ignoramos cotidianamente, pero no podemos prescindir de ella. Un vaso de leche, por ejemplo «contiene» 200 litros de agua: la que moja el pasto, la que toma la vaca, la usada en producir la maquinaria que traslada o procesa el producto…

Un vaso de cerveza lleva implícito 75 litros de agua, una taza de café 140 litros y un huevo 135. El agua virtual en una dieta de supervivencia es de un metro cúbico al día, per cápita, cifra que llega a 2,6 en una dieta vegetariana y supera los cinco litros en dietas a base de carne.

De ese modo se forma la Huella Hídrica, concepto creado en 2002 por el profesor holandés Arjen Hoekstra para comparar racionalmente el consumo de agua por personas, naciones, industrias, comunidades… El término toma en cuenta el agua real gastada (superficial, subterránea o por lluvia) y además los patrones de consumo de cada región, clima, eficiencia de las prácticas agrícolas, y de algún modo revela también el nivel de desarrollo, cultura, acceso a tecnología y educación ambiental.

Claro que este promedio es una cifra engañosa: en países donde priman el espíritu de consumismo, la industrialización y las facilidades para servirse de agua potable, se gasta más que en naciones pobres, pero algunas de estas tienen per cápitas elevados a causa de su baja eficiencia.

Cuba, por ejemplo, gasta menos de 100 kilómetros cúbicos de agua real al año y su Huella Hídrica, sin embargo, es de 1 712. Ocupamos el puesto 30 de 142 países estudiados.

Según explica el Doctor Jorge Mario García, especialista del Instituto Nacional de Recursos Hidráulicos, la principal causa está en la poca eficiencia de nuestros sistemas de riego y el nivel de pérdidas en los más de 20 000 kilómetros de redes de distribución de acueducto, la mayoría muy viejos, además del alto grado de evaporación que implica para la Isla estar en la región tropical del planeta.

«Externalizar» el consumo

Metafóricamente, a la Tierra se le conoce como Planeta Azul porque está compuesta en tres cuartas partes por agua. Sin embargo, el 97 por ciento de esta no es aprovechable. Solo el tres por ciento es agua dulce y más del 70 por ciento es intocable, porque se mantiene congelada en casquetes polares o glaciares y si se derrite va a parar al océano, lo cual, además, amenaza el equilibrio ecológico del planeta.

El profesor noruego Terje Tvedt desarrolló una teoría sobre la evolución de las civilizaciones en función de la disponibilidad y explotación del agua. Varios ejemplos lo apoyan: Egipto y el Nilo, la Revolución Industrial en Inglaterra… Se trata de una riqueza natural que aunque renovable no puede crearse, y además es limitada, frágil y vulnerable al impacto humano y al cambio climático.

No es de extrañar que la FAO reporte más de 500 conflictos por agua en varios continentes, y más de 1 200 acuerdos de cooperación. El 60 por ciento de la reserva mundial hoy se ubica en 263 cuencas transfronterizas que involucran a 145 países, cuyos gobiernos deben ponerse de acuerdo sobre su cuidado y uso racional. Algunas son fuentes fósiles: agua atrapada que no se renueva con fuentes superficiales.

Si toda la población mundial estimada para el 2025 (9 200 millones de habitantes) quisiera gastar agua al nivel de la Huella Hídrica norteamericana actual (2 500 metros cúbicos por año per cápita, unos 6 850 litros al día cada persona) se necesitarían unos 23 000 millones de metros cúbicos para complacerla: más del 90 por ciento de la que habrá para esa fecha. El resto de las especies vivas ¿tendrán que conformarse con menos del diez por ciento?

Las mayores huellas hídricas del mundo son las de Estados Unidos, Canadá, Italia, Francia, España, Portugal y Grecia. A la par se reportan 2 600 millones de personas sin acceso a servicios sanitarios, 1 100 millones no disponen de agua limpia y 1 200 millones viven en zonas donde es escasa.

Lo paradójico es que muchos países desarrollados gastan agua ajena al importar productos cuya elaboración (al menos la parte que más agua demanda), se materializa fuera de su territorio. A esto se le llama «externalizar» el consumo.

Si tal práctica respondiera al uso eficaz de los acuíferos no habría nada que objetar, pero Australia, el continente habitado más seco de la Tierra, es de los que «exporta» más agua virtual en sus productos, mientras Japón y el norte de Europa son grandes importadores y tienen agua natural en abundancia. La huella hídrica de los japoneses es de 1 150 metros cúbicos por persona al año (3 150 litros por día), y el 65 por ciento se bombea fuera de Japón.

Medir el uso humano del agua permite ver su transferencia en el comercio mundial. Actualmente el volumen global de flujos de agua virtual se acerca a los 1 600 millones de metros cúbicos al año, y de esta el 80 por ciento se utiliza en la producción de alimentos.

El propósito de este tipo de análisis es visibilizar no solo el gasto, sino también las posibles aristas de ahorro, pues dentro de un mismo país hay sectores que se exceden y la nación reporta un per cápita mayor que el de otras desarrolladas o con mayor población.

La Huella Hídrica fue incluida por primera vez en 2008 en el análisis del Índice de Planeta Vivo. Según este informe bianual sobre las condiciones ecológicas de la Tierra, el número de países en situación de estrés hídrico permanente o estacional aumentó a 50 el año pasado, pues su demanda de agua es mayor a la cantidad disponible durante un período determinado o su uso está restringido por baja calidad.

De momento, este ilustrativo indicador de nuestra eficiencia como especie comienza a tomarse en cuenta para decidir sobre nuevas inversiones y ha motivado estudios interesantes acerca del impacto de industrias en pleno desarrollo, como la de la bioenergía y la electrónica, en las reservas de agua del planeta.

Reducir la Huella Hídrica implicará adoptar sistemas de producción agrícola e industrial con menores requerimientos de agua por unidad de producto, además de educar a la población en patrones de consumo más moderados y desplazar las zonas de producción hacia áreas de mayor productividad de los recursos hídricos para aumentar su eficiencia global.

Huella hídrica de algunos productos

1 hoja de papel A4: 10 litros

1 microship: 32 litros

1 par de zapatos de piel: 8 000 litros

1 camiseta de algodón: 4 100 litros

1 vaso de leche: 200 litros

1 hamburguesa: 2 400 litros

1 bolsa de papas fritas: 185 litros

1 taza de café: 140 litros

1 huevo: 135 litros

1 naranja: 50 litros

1 taza de té: 35 litros

1 kilo de carne: 16 000 litros

1 rebanada de pan: 40 litros

1 rebanada de pan con queso: 90 litros

1 kg de arroz: 3 000 litros

1 kg de maíz: 900 litros

1 kg de trigo: 1 350 litros

1 litro de bioetanol a partir de remolacha: 1 400 litros

1 litro de biodiésel a partir de soya: 14 000 litros

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