Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Crianza positiva (II)

La crianza positiva es una estrategia que facilita la autonomía progresiva de los menores de edad y les otorga herramientas para autogestionar sus conductas

Autor:

Mileyda Menéndez Dávila

—¿Qué significa «domesticar»? —Es una cosa demasiado olvidada —dijo el zorro—. Significa crear lazos.

El Principito.

 Antoine de Saint Exúpery

La semana pasada abrimos el tema de la crianza positiva, una estrategia familiar que facilita la autonomía progresiva de niños, niñas y adolescentes porque les da herramientas para autogestionar responsablemente sus conductas y sentimientos.

Varias personas del público nos preguntaron dónde obtener más información y acompañamiento en ese estilo de crianza, cuya esencia es cambiar los mecanismos para disciplinar desde la cuna sin violencia, apelando al afecto y respeto que les profesamos y esperamos recibir a medida que crecen.

Hay buenos manuales en sitios académicos de internet y redes sociales, con recursos de fácil aplicación para educar (nos) en familia. Sexo sentido te recomienda el canal de telegram Acompasex, administrado por especialistas del Centro Nacional de Educación Sexual, en cuyos diálogos participan también activistas de otros circuitos, como la Articulación juvenil del Centro Oscar Arnulfo Romero.

Además de compartir materiales instructivos, se debaten conceptos y puntos de vista sobre este y otros temas sensibles para lograr que nuestros menores crezcan con una autoestima y salud sexual y general favorables.

La disciplina positiva que promueven estos espacios prioriza el bienestar físico, espiritual y mental de forma equitativa y rompe con estereotipos culturales como «quien bien te quiere te hará sufrir» o «haces lo que te digo porque yo te parí», herencia cultural muy adultocentrista y frustrante.

Esas formas abusivas de poder en las que prevalece la asimetría entre hijos e hijas y sus progenitores no estarán respaldadas por el nuevo Código de las Familias, que suprime el eufemismo de reprender «moderadamente» con el cual hoy se justifican humillaciones, nalgadas, bofetones y otros castigos arcaicos, con el agravante de ser una intimidación basada en amor, lo que confunde y engendra nuevas formas de violencia.

Metas posibles

Una crianza basada en respeto mutuo no deslegitimiza los roles adultos de proteger, encaminar, representar, interpretar el mundo y decidir en la mayoría de las cuestiones cotidianas. Cada familia tiene reglas, además de las sociales que incumben a todos, y hacerlas cumplir se logra con ingenio y paciencia… toda la que merece esa «inversión» de un humano en ciernes.

Lo primero para lograrlo es mantener la calma sin dejar de ser firme. Si las reglas son justas no hay que caer en el debate sobre su validez en el momento en que se violan. Un castigo, insulto o golpe dan fin al asunto sin propiciar una toma de responsabilidad: la «víctima» cambia su foco emocional hacia lo que «le hicieron» y no saca lecciones útiles del error.

Si en cambio le pides que identifique lo que hizo mal y se haga parte de la solución, aprenderá que todo en la vida tiene consecuencias y es necesario preverlas, evitarlas si son desagradables y asumirlas, cualquiera sea el caso.

Lo segundo (y debería ir primero) es una escucha afectiva y efectiva sobre lo que ese niño, niña o adolescente intenta decir con su conducta, porque no conoce otro modo o sospecha  que no te va a gustar. Usa esa oportunidad para reafirmar el propósito de las reglas, pero antes permítele sentir comodidad a tu lado: indaga, ábrete a sus emociones sin querer vivirlas en su lugar y no minimices sus miedos, angustias o ilusiones.

Lo tercero es aceptar que los adultos también nos equivocamos y aprendemos del proceso. Si niegas tus culpas, visibles a sus ojos, ¿cómo vas a pedirle que acepte las suyas? La coherencia y el ejemplo son más eficientes que cualquier sermón y, sin duda, más eficaces que la sensación de un golpe.

Un cuarto consejo es no resolver los problemas que están a su alcance, y mucho menos regañarlos si tomas ese atajo, porque pierdes su respeto y tu tiempo. En lugar de «salvarlo», pídele que reflexione: cómo saldrá de ese lío y cómo va a manejarlo la próxima vez. Tu espera silenciosa y atenta es señal clara de que no se librará del fastidio gracias a ti: sigue siendo «su maletín» y tú ahí estás para apoyar, no para apagar sus fuegos.

Un quinto elemento es la empatía. A veces una conducta necia es solo un modo de lidiar con malestares físicos, cansancio, una incomprensión ajena, un auto descubrimiento… También tú tienes días así y necesitas liberar tu carga sin que nadie te juzgue o aconseje: solo te escuchen. Una sonrisa comprensiva es muy poderosa en esos casos, y abre la conexión para cuando de verdad precisen tus comentarios o acciones.

¿Qué a veces esos recursos no alcanzan? Es cierto… la próxima semana hablaremos sobre rebeliones en casa y cómo aprovechar esa energía de forma productiva y con efecto a largo plazo.

Comparte esta noticia

Enviar por E-mail

  • Los comentarios deben basarse en el respeto a los criterios.
  • No se admitirán ofensas, frases vulgares, ni palabras obscenas.
  • Nos reservamos el derecho de no publicar los que incumplan con las normas de este sitio.