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¿De héroes a desechos humanos?

En Estados Unidos, unos 900 000 veteranos pasan hasta un año y medio o más en espera para recibir las sumas con que puedan pagar sus cuentas médicas. Algunos mueren antes de recibirlas

Autor:

Juana Carrasco Martín

Quizás por el hecho de que acaban de cumplirse diez años de la guerra contra Iraq, iniciada por George W. Bush, el hijo, el 20 de marzo de 2003, han salido a la luz pública algunas interioridades del trato a sus veteranos que da la administración estadounidense.

Los casos expuestos por la prensa ponen en entredicho una atención que debería ser de excelencia en un país que prácticamente está en guerra permanente y siempre promete villas y castillas a quienes exponen su vida en aras de términos tan abstractos como «democracia» y «libertad», cortadas al estilo washingtoniano.

La publicación The Bay Citizen y el Center for Investigative Reporting han revelado que unos 900 000 veteranos pasan hasta un año y medio o más en espera para recibir las sumas con que puedan pagar sus cuentas médicas, y que incluso algunos mueren antes de recibirlas. La cifra de los que se encuentran en esta segunda situación es escalofriante: 19 500, y lo más terrible es que va en ascenso.

En un trabajo publicado originalmente a pocos días de concluir el año 2012, el periodista Aaron Glatz abría su reportaje con el triste y vergonzoso caso de James Alderson, un veterano de la II Guerra Mundial de 89 años de edad, a quien luego de siete meses de espera, el Departamento de Asuntos de Veteranos por fin le concedió sus beneficios de pensión, pero… Alderson había muerto tres meses antes en un asilo de ancianos en Yuba City.

Incluso el 4 de octubre, nueve días después de su fallecimiento, la agencia federal le había enviado una carta donde le pedía que mandara un resumen de su servicio militar y los documentos que probaran que vivía en un asilo.

Para redondear lo que parecería una burla macabra, el susodicho departamento fue rápido en cerrar el expediente Alderson, comunicándoselo a su hijo apenas dos semanas después, un elemento para recordar que en el año fiscal recién concluido el pasado septiembre, a los familiares de esos hombres y mujeres que sirvieron a su país les pagaron retroactivos por 437 millones de dólares, los cuales sirvieron quizás para sortear los costos médicos o los funerales.

Los casos investigados por The Bay Citizen son impresionantes y demostrativos de un trato realmente cruel. No pocos de ellos tienen que ver con reclamos relacionados con enfermedades provocadas por el Agente Naranja con que Estados Unidos regó el suelo vietnamita, afectando no solo al medio ambiente de esa nación del sudeste asiático y a su pueblo, sino también a las tropas norteamericanas que hollaban la región.

A los efectos del Agente Naranja se vinculan isquemias cardiacas, enfermedad de Parkinson y dos tipos de cáncer, incluida la leucemia; sin embargo, durante años, el departamento de Asuntos de Veteranos negó esa relación; aunque en el año 2010, recibieron beneficios por esa razón 158 000 soldados de la Guerra de Vietnam, a quienes previamente se les había negado los pagos compensatorios.

Si a la agencia federal le cuesta tanto trabajo reconocer la condición de los ex militares en enfermedades físicas bien visibles, qué podrá decirse cuando de traumas psíquicos se trata, como es el caso del llamado estrés postraumático, probablemente la más común de las afectaciones. Según la Junta de Apelaciones de los Veteranos, en el año 2011 hubo errores en el 73 por ciento de los casos decididos.

Uno de lo citados por la publicación californiana es el del veterano de Iraq, Scout Eiswert, quien en febrero de 2008 recibió una comunicación del departamento negándole por tercera vez su reclamo por desorden de estrés postraumático. Tres meses después, dijo su esposa, el miembro de la Guardia Nacional del estado de Tennessee se suicidó de un disparo en la cabeza.

Según el Ejército de Estados Unidos, más de la mitad de los más de millón y medio de efectivos militares que han sido dados de baja del servicio activo desde el fatídico 11 de septiembre, han recibido tratamiento médico en los hospitales para veteranos y recibido beneficios de compensación por el resto de sus vidas, lo que hace aumentar considerablemente los costos de sus guerras.

Sin embargo, demasiados quedan en el infierno de la desidia y la apatía de funcionarios y políticos.

El Departamento de Veteranos ha centrado sus deficiencias en alegaciones de que la inmensa mayoría de los expedientes se revisan manualmente (hasta el 90 por ciento), y desde hace cuatro años ideó un sistema computarizado con tecnología más avanzada que le ha costado a los contribuyentes estadounidenses —incluidos los propios ex militares— 537 millones de dólares. En uno de los trabajos periodísticos sobre este tema, se dijo que de los 24 588 reclamos que entraron en el sistema digital entre octubre y enero, solo 75 casos fueron concluidos…

Los horrores de la guerra misma extienden sus tentáculos. Ungidos primero al carro bélico que alimenta las bimillonarias ganancias de la industria de la muerte, los veteranos y las veteranas estadounidenses están encadenados posteriormente a las secuelas de las enfermedades físicas y psíquicas, y para colmo, tienen también que sufrir el cruel olvido de la burocracia.

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