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Mujeres africanas: poder, palabra y acción

El continente también lucha y avanza hacia el empoderamiento del género femenino

Autor:

Marylín Luis Grillo

El desarrollo demanda equidad, la igualdad de género no es un tema de moda: los derechos de las mujeres son derechos humanos y se integran indisolublemente al «buen hacer» que nos define como especie pensante y ente social; mientras que el empoderamiento femenino es además un instrumento imprescindible para el avance mundial en sus múltiples vertientes.

Las políticas globales para el progreso no son ajenas a esta premisa. En tal sentido, los Objetivos de desarrollo sostenible (ODS), agenda de trabajo a cumplirse en el 2030 que visualiza un mundo diferente para el siglo XXI, no solo incluye un objetivo en particular —el número cinco— sobre la igualdad de género y el empoderamiento femenino, sino que recoge explícitamente en 12 de sus 17 metas a las mujeres como parte significativa de la solución.

África recibe un tratamiento, si cabe, especial. Romper allí el muro del silencio y los techos de cristal que limitan al mal llamado «sexo débil», choca con aspectos singulares. Por un lado, la presencia de prácticas culturales discriminatorias muy arraigadas como la mutilación genital femenina y el matrimonio infantil. Por el otro, la invisibilización de los avances que se realizan en el continente y la victimización de las africanas, quienes han sabido traspasar barreras culturales y económicas para alcanzar hoy ejemplos paradigmáticos en la construcción del progreso africano.

La aplicación de políticas de equidad amplía las posibilidades de estudios de las niñas. Foto: El Mundo

Teorizar sobre la práctica

La periodista y Doctora en Ciencias de la Comunicación Isabel Moya, directora de la Editorial de la Mujer, de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC), explica en su libro Letra con Género la asunción de la problemática de género en el ámbito internacional.

«De ser un asunto íntimo pasó a ser público, fue asumido en la agenda de las Naciones Unidas, y comenzó a visibilizarse a nivel social y en los medios», apunta la catedrática.

Datos de ONU Mujeres plantean que, si bien la mayoría de los países del mundo —143 de 195— garantizan la igualdad de género en sus constituciones y otros documentos legales, se mantienen en la práctica diferencias de oportunidades para el empoderamiento.

Algunas cifras ilustran que, pese al incremento desde 1990 de las tasas de alfabetización mundial en más de nueve puntos porcentuales, el 60 por ciento de las personas analfabetas son mujeres y en África Subsahariana —junto a Oceanía y Asia Occidental— las niñas siguen enfrentando barreras para entrar a las escuelas, tanto primaria como secundaria.

En el orden político, se calcula que la presencia femenina en los parlamentos casi se ha duplicado en los últimos 20 años, pero, solo representan cerca del 22 por ciento de las y los parlamentarios a nivel global, en África Subsahariana constituyen poco más del 23 por ciento y en los países árabes alcanzan el 18,4 por ciento. Sin embargo, Ruanda es, de todo el orbe, el país con mayor número de parlamentarias: casi el 64 por ciento de los escaños de la cámara baja.

Mientras que, en cuestiones de salario, cerca de la mitad de la población femenina mundial tiene un empleo por el que se les paga. No obstante, en muchas naciones, las trabajadoras ganan entre un 10 y un 30 por ciento menos que los hombres en su mismo cargo, al tiempo que continúan competiendo con menores posibilidades en el mercado laboral.

En África Norte, por ejemplo, de cada cinco trabajos remunerados en el sector no agrícola las mujeres tiene menos de uno.

En tanto, continúan siendo ellas las mayores encargadas de tareas tradicionales no remuneradas, como la búsqueda de agua, labor esta de especial connotación para el continente, en el que se estima que las mujeres de 25 países subsaharianos dedican una sumatoria de 16 millones de horas diarias para buscar abastecimientos hídricos; el total de las que emplean los hombres para ese fin es de seis millones.

«Imagina un mundo en el que todas las niñas y todos los niños van a la escuela. Un mundo sin estereotipos de género. Un mundo con igual remuneración por igual trabajo. Un mundo sin matrimonio infantil. El fin de la violencia contra las mujeres y las niñas. Esta no es una cuestión de las mujeres, es una cuestión que atañe a la humanidad», refirió Phumzile Mlambo-Ngcuka, directora ejecutiva de Onu Mujeres.

Buscar agua sigue siendo tarea de las mujeres. Foto: el diario.es

África, entre las políticas y las oportunidades

Durante su visita a Cuba en octubre del pasado año, la presidenta de la Comisión de la Unión Africana (UA), Doctora Nkosazama Dlamini-Zuma, expresó en su encuentro con jóvenes estudiantes de la Escuela Latinoamericana de Medicina (ELAM), la importancia que tiene en el desarrollo del continente y en la redefinición de su lugar en el mundo, el cambio de normas políticas y prácticas culturales que afectan la igualdad de género.

Los gobiernos africanos, así como las organizaciones regionales y subregionales han asumido compromisos significativos hacia el empoderamiento de las mujeres. Actualmente, el continente atraviesa la llamada Década de las Mujeres Africanas, de 2010 a 2020.

Además, han sabido integrar los temas de género con las políticas de progreso regional, por lo que en la Agenda 2063. Unidad, Prosperidad y Paz, programa de 50 años para la transformación estructural del continente, ocupa una posición cimera el trabajo en pro de la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres en todas las esferas de la vida.

Iguales oportunidades para hombres y mujeres le permitirá al área sobrepasar dificultades históricas que limitan el desarrollo social. Invertir en el empoderamiento económico, por ejemplo, contribuye directamente a la erradicación de la pobreza y el crecimiento económico inclusivo, refiere un informe de 2016 sobre África del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo.

Las  mujeres, agrega el documento, contribuyen de manera «muy significativa» a las economías, ya sea en empresas, granjas, como emprendedoras, empleadas o cuidadoras domésticas no remuneradas, labor esta última que requiere una mayor valoración por su impacto en las sociedades.

La discriminación de género implica que a menudo las trabajadoras acaban desempeñando labores no seguras y mal pagadas, y continúan siendo una pequeña minoría en puestos directivos; también reduce el acceso a bienes económicos como la tierra y los préstamos, con lo cual limita su participación en el diseño de políticas sociales y económicas y reduce, a su vez, la mano de obra disponible.

Según análisis del Banco Mundial, garantizar el acceso equitativo a los recursos agrícolas y los créditos financieros tendría un impacto espectacular sobre la seguridad alimentaria y, en general, sobre el crecimiento económico de las naciones africanas.

Un continente con rostro de mujer

Más que expectativas futuras, las políticas de inclusión e igualdad de género y las prácticas desmitificadoras del lugar de la mujer en la sociedad han sembrado realidades en el presente, cuya difusión suele carecer de profundidad.

La agenda mediática siempre es selectiva y a causa de ello, mientras la nueva Primer Ministro británica o la candidata a la presidencia norteamericana hacen noticia por todo el mundo, muchas africanas paradigmáticas quedan en una especie de claro-oscuro público.

Dirigentes como Phumzile Mlambo-Ngcuka, al frente del más importante organismo mundial para la igualdad de género, o su compatriota Nkosazama Dlamini-Zuma, máxima figura del mayor grupo regional africano y primera en ocupar este puesto desde su creación, representan un cambio significativo. Y no son las únicas.

Hoy día el cargo de fiscal general de la Corte Penal Internacional lo ocupa la gambiana Fatou Bensouda. Asimismo, destacan la activista maliense Aminata Traoré, una de las intelectuales más reconocidas del continente, y la Premio Nobel de la Paz de 2011 Ellen Johnson Sirleaf, quien es también la actual presidenta de Liberia. A ellas se les unen también los cientos de miles de mujeres africanas que articulan la palabra con la acción y edifican un nuevo poder inclusivo, con el que el ciento por ciento de la población contribuya al futuro del continente.

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