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El truco de Trump para la retirada de Afganistán

Donald Trump intenta transformar en victoria político-diplomática de paz un desastre militar, que hasta el 15 de febrero de 2020 dejó 2 448  soldados estadounidenses muertos  y alrededor de 20 500 heridos en acción

Autor:

Leonel Nodal

El candidato presidencial Donald Trump debió frotarse las manos cuando supo en detalle la verdadera situación de la guerra de Estados Unidos en Afganistán. Ese sería un tema fuerte de campaña para conquistar la Casa Blanca.

La promesa electoral de Trump en 2016 sería lo más afín a la voluntad nacional: acabar con las interminables guerras de Estados Unidos en el extranjero.

Barack Obama no pudo ganarla ni con el despliegue de más de 100 000 soldados en el país centroasiático entre 2010 y 2012, a un costo de 100 000 millones de dólares anuales. Mejor pensar en otra salida.

El Pentágono tenía un diagnóstico reservado, que el actual jefe del Departamento de Defensa, Mark Esper, simplificó hace poco en una frase lapidaria: la guerra de Afganistán está «todavía» en «un estado de estancamiento estratégico». En otras palabras, perdida, sin posibilidades de victoria militar.

Habría que cumplir, pero sin perder la cara, ni sacrificar por completo el negocio que representaron para sus aliados de la industria bélica los 760 000 millones de dólares gastados en la guerra de Afganistán desde octubre de 2001 hasta marzo de 2019, a los que se añaden otros 240 000 millones más en gastos adicionales, según cifras oficiales.

El desafío publicitario para la reelección en este 2020 sería volver a sacarle provecho a la promesa de retirada de tropas de Afganistán, pero guardando las apariencias, sin vencedores o vencidos.

Trump cambió la postura mantenida hasta entonces por Washington de  rechazo a hablar directamente con el Talibán.

Con su alto sentido del oportunismo político y dominio del show publicitario, el único ganador del cruento enfrentamiento sería Trump, el arquitecto de la paz.

En octubre de 2018 Trump dio luz verde a  negociaciones secretas con representantes del Talibán en Doha, capital de Qatar. A principios de septiembre de 2019 llegó a preparar —en el más absoluto secreto— una espectacular ceremonia de «fin de la guerra en Afganistán», nada menos que en la residencia presidencial de Camp David, escenario de la firma de históricos acuerdos internacionales.

Sin embargo,  la muerte de un soldado estadounidense  en un atentado en Kabul, el 5 de septiembre, provocó una abrupta ruptura de las negociaciones.

Las conversaciones «están muertas» dijo en tono teatral, pero sin abandonar sus secretas intenciones de reanudar el diálogo.

Sin embargo, The Washington Post advirtió en diciembre pasado que Trump estaba ansioso por anunciar el primer redespliegue de 5 000 soldados, que según algunas fuentes ya estaba preparado, y  presionaba para «una retirada completa antes de las elecciones de 2020».

Washington gestionaría una «reducción de la violencia» y sellaría el fin de hostilidades entre Estados Unidos y el Talibán. Después vendría la negociación de un acuerdo «entre afganos».

Bastaron  18 meses de pláticas en Doha para poner fin a 18 años de guerra contra los talibanes, la más larga de la historia de Estados Unidos. Ambas partes firmaron el sábado 29 de febrero un acuerdo de paz que allanará el camino para la retirada de las fuerzas estadounidenses de Afganistán, a cambio de una serie de garantías sólidas de los talibanes a Estados Unidos y sus aliados.

En su nueva versión corregida de «la retirada», para la buena digestión de todos los interesados, difundida durante su viaje a principios de esta semana a la India, Trump dijo que Estados Unidos está tratando de reducir sus niveles de tropas en Afganistán a 8 600 y «a partir de ahí, tomaremos una decisión sobre cuál sería el resultado final».

«Realmente no estamos sirviendo como una fuerza militar, sino como una fuerza policial –—alegó— y no somos una fuerza policial, ellos (los afganos) tienen que vigilar su propio país».

El  mandatario dejó en claro que incluso después de una posible retirada de tropas, Estados Unidos mantendrá su presencia en Afganistán. «Siempre tendremos inteligencia, tendrán otras cosas all텻, dijo Trump.

Lo que el mandatario esconde es que el trasfondo de la negociación ha sido la derrota pura y simple de la mayor potencia bélica mundial y que, después de 18 años de resistencia, el Talibán es hoy más fuerte que antes, con un dominio de más de la mitad del territorio nacional.

El propio presidente afgano, Ashraf Ghani, dijo este año que más de 45 000 miembros de las fuerzas de seguridad fueron liquidados desde que llegó al poder en 2014.

Tropas de Estados Unidos con los días contados en Afganistán. Foto: Reuters

La fuerza de seguridad de Afganistán tiene un déficit de 79 000 hombres y las fuentes oficiales revelan que pierden tropas más rápido de lo que pueden remplazarlas. A eso se añade que los ingresos del país son insuficientes para pagar la factura de sus propias fuerzas de seguridad. Y esa es una puerta de regreso para Estados Unidos.

Fue el principal negociador de los talibanes, Sher Mohammad Abbas Stanikzai, quien expresó su satisfacción por el acuerdo de paz firmado entre Estados Unidos y el grupo en Doha,  el que  calificó como Lun momento histórico para el país.

El acuerdo fue firmado oficialmente por Mullah Abdul Ghani Baradar, el líder adjunto de los talibanes y Zalmay Khalilzad, representante especial de Estados Unidos para la Reconciliación de Afganistán, en presencia de representantes de más de 30 países, incluido el Secretario de Estado de Estados Unidos, Mike Pompeo.

«Después de 20 años de guerra impuesta en Afganistán por las fuerzas estadounidenses y de la OTAN, hoy se firmó un acuerdo de paz entre los estadounidenses y el Emirato Islámico de Afganistán», dijo Stanekzai, y agregó: «Según el acuerdo, todas las fuerzas estadounidenses y de la OTAN deben irse de Afganistán dentro de los 14 meses posteriores a la firma del acuerdo».

Donald Trump intenta transformar en victoria político-diplomática de paz un desastre militar, que hasta el 15 de febrero de 2020 dejó 2 448  soldados estadounidenses muertos  y alrededor de 20 500 heridos en acción.

Los daños sufridos por la nación y el pueblo afgano debido a la intervención imperial y el afán de implantar un régimen sumiso a sus intereses caracterizan una de las mayores catástrofes humanitarias de la historia, con más de medio millón de civiles asesinados y decenas de miles heridos y lesionados.

Con las elecciones de noviembre próximo en mente, Donald Trump intenta capitalizar la truculenta retirada de Estados Unidos de Afganistán como su propia victoria y carta de triunfo en su afán de atornillarse cuatro años más al sillón presidencial.

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