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Trump y el amor a la ciencia ficción

Definitivamente a Trump le gusta la actuación. Tal vez su sueño era ser estrella de Hollywood y ahora lo intenta desde la presidencia de una nación, con este nuevo capítulo de incluir a Cuba en la lista de países que no cooperan en la lucha contra el terrorismo

Autor:

Yasel Toledo Garnache

La novela de acciones de EE.UU. contra nuestro país no acaba. A estas alturas su guión es largo y predecible, a pesar de los impulsos y la «demencia» de quienes lo escriben. En ocasiones, repiten escenas, y ya los parlamentos simulan una grabación aburrida, siempre detestable.

Uno de los capítulos más recientes es la incorporación de Cuba a la lista de países que no cooperan en la lucha contra el terrorismo, lo cual ocurrió el mismo día en que el Ministro de Relaciones Exteriores Bruno Rodríguez Parrilla denunció el silencio cómplice del gobierno estadounidense ante el ataque contra nuestra Embajada en esa nación, realizado en la madrugada del pasado 30 de abril. Es importante un «detalle»: esa inclusión en el referido documento tiene también implicaciones legales en cuanto a restricciones en las exportaciones, comercio, ayuda al desarrollo, créditos y otros aspectos.

La justificación que utilizaron es la decisión de Cuba de no extraditar a Colombia a los miembros del Ejército de Liberación Nacional (ELN) que participaron en los diálogos de paz, efectuados en La Habana. Hacerlo significaría violar los protocolos firmados por el propio gobierno colombiano y el ELN, el cual incluía el caso de una ruptura en las negociaciones. La nación caribeña actúa con total dignidad y respeto a lo acordado entre ambas partes.

Los hechos de esta semana suceden en medio de la situación de pandemia que se sufre en el planeta por la COVID-19.  EE.UU, el más afectado, con miles de muertes por el virus, prefiere continuar con sus patrañas, como parte de una política exterior infame. Ni siquiera en momentos de la mayor crisis de los últimos años sus dirigentes son capaces de pensar primero en la vida, el decoro y la solidaridad.

En la mencionada conferencia, transmitida por la televisión y las redes sociales, Rodríguez Parrilla expresó: «Se trata de un acto terrorista, un acto cometido contra nuestra sede diplomática en Washington, pero que no puede verse separado, sino como un resultado directo de la política y del discurso agresivo del Gobierno de los Estados Unidos contra Cuba, del discurso de odio y de la permanente instigación a la violencia de políticos estadounidenses y grupos extremistas anticubanos que han hecho de este tipo de ataques su medio de vida».

Verdaderamente, el supuesto interés de la Casa Blanca de combatir el terrorismo contrasta con la actitud de Donald Trump y los demás señores de su circo, «máximos luchadores contra todo lo malo a nivel mundial», quienes ni siquiera se han expresado respecto a lo sucedido el 30 de abril, cuando el ciudadano Alazo Baró, residente en ese país, disparó 32 proyectiles contra la embajada, donde estaban diez diplomáticos cubanos.

Resulta alarmante también que ese hombre, con trastornos mentales, desempleado y difícil situación económica, tuviera licencia para portar armas, y pudiera trasladarse con total normalidad desde Pensilvania hasta Washington, para cumplir su objetivo.

EE.UU. escribe listas a su antojo, pone o quita países según su conveniencia. En el 2015, luego del restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre ambos, retiró a Cuba de la de supuestos patrocinadores del terrorismo, en la cual era incluida desde 1982, siempre de manera injusta. Son muchos los ejemplos de actos terroristas contra quienes habitamos este archipiélago, organizados precisamente desde aquel territorio, desde donde se intenta apagar la luz de un pueblo que constituye símbolo de coraje, inteligencia y dignidad, pero eso nunca lo han reconocido.

El mismo día de la conferencia de Rodríguez Parrilla y la irrisoria incorporación en la lista eran suspendidas varias cuentas de organizaciones y líderes cubanos en la red social Twitter, incluidas las de la Unión de Jóvenes Comunistas y su primer secretario Diosvany Acosta. Claro que nada de esto es casualidad, sino parte de la misma estrategia, que apela con frecuencia a recursos de la ciencia ficción.

Definitivamente a Trump le gusta la actuación. Tal vez su sueño era ser estrella de Hollywood y ahora lo intenta desde la presidencia de una nación, que se ha construido una carga simbólica muy grande, como defensora y salvadora de todo el mundo, lo cual es reforzado por una tradición de filmes y otros audiovisuales con personajes de tipos duros, algunos hasta inmortales.

No sorprende que en un reciente spot de la campaña electoral el «superpoderoso» Trump, el mismo que no ha querido usar nasobuco en público, aparezca como el maestro Yoda, de La guerra de las galaxias. Enfrenta al candidato demócrata Joe Biden, y corta las cabezas a dos personas antes de sonreírle a la cámara. Luego, aparece una frase referida a la fuerza. Un peligroso mensaje en un país con miles de armas en las manos de hombres y mujeres, que sufren los tormentos de la COVID-19 y las dificultades económicas… Pero todo eso quizás hasta divierta al fantasioso Donald.

Lo de Trump ya es cosa de manicomio. Ojalá los electores estadounidenses comprendan eso y lo expresen en las urnas, para bien de ellos mismos y la humanidad.

 

 

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