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Biden, nuevo presidente de EE.UU. en tiempos turbulentos

El mandatario llamó a la unidad para restañar viejos males y dejó manifiesto el «liderazgo» de ese país para la «democracia» mundial

Autor:

Juana Carrasco Martín

Dicen que el color púrpura resaltaba en la inauguración del 46 presidente de Estados Unidos, Joseph Robinette Biden Jr. El morado que se logra con la mezcla de los colores rojo y azul —que distinguen a los partidos republicano y demócrata—, simbolizaba en este caso la búsqueda de una unión nacional tan necesaria para un buen clima interno en el país, supuesto al límite de la división y el caos por a quien ya se le califica como el peor mandatario de la historia, Donald Trump, quien para no perder su costumbre ególatra dijo como despedida: «volveré de alguna manera».

Es un show, un espectáculo de la «democracia», la ceremonia de juramentación presidencial y vicepresidencial y como tal —esta vez sin las multitudes habituales debido a la pandemia de la COVID-19, pero sustituidos por 200 000 banderas de las barras y las estrellas ubicadas desde el Memorial a Lincoln hasta el Capitolio—, escucharon a figuras populares de la industria del entretenimiento como Lady Gaga, interpretando el Himno Nacional en el área exterior del Capitolio, a Jennifer López y a Garth Brooks.

En medio de esa puesta en escena para glorificar a la gran nación, abrió la ceremonia, de la que fue presentadora la senadora Amy Koblucher, quien dio paso al republicano por Missouri Roy Blunt, para insistir ambos en la conciliación luego de los acontecimientos del 6 de enero. Su condición de ser los principales miembros del Comité de Reglas del Senado les dio esa tarea.

Luego juró ante Sonia Sotomayor, —primera latina jueza de la Corte Suprema—, la primera afroamericana, asiática, americana y mujer en convertirse en vicepresidenta de Estados Unidos, la hasta ese momento senadora Kamala Harris, como emblemático ejemplo de las posibilidades del sueño americano…

La Vicepresidenta dijo en su compromiso que preservará y protegerá la Constitución contra todos los enemigos, internos o extranjeros. Alusión innegable a los sucesos del 6 de enero, protagonizados por los violentos fanáticos pro-Trump que asaltaron el Capitolio, un asunto bajo investigación que probablemente deje muchos cabos sueltos cuando concluya.

A Trump le espera en el Senado, ahora bajo control demócrata en un 50 a 50, el juicio político por incitar a los amotinados de la supremacía blanca que penetraron en el Congreso a la fuerza. El ex no fue a la ceremonia, viajó a su residencia y campo de golf en Mar-a-Lago, estado de Florida.

Joseph Biden juró ante el juez de la Corte Suprema John Roberts: Ejerceré fielmente el cargo de presidente de Estados Unidos —dijo con la mano sobre la Biblia— y hasta el límite de mi capacidad protegeré y defenderé la Constitución de Estados Unidos, que Dios me ayude.

Besos y abrazos a pesar de la pandemia, tras la valla transparente, que se sabe es blindada.

El rechazo casi generalizado a los extremistas y la presencia de 25 000 guardias nacionales, sumados a las fuerzas de la policía metropolitana y servicios de Seguridad, fueron más que suficientes para detener las manifestaciones de quienes todavía siguen declarando fraude en las elecciones del 3 de noviembre, pero Washington D.C., tomada militarmente, constituía una imagen inédita para una juramentación presidencial y daba a entender el clima que subyace en la aparente tranquilidad del primer día de la administración Biden.

Por otra parte, el nuevo presidente no tiene ni un solo integrante de su futuro equipo de Gobierno avalado por el Senado, una desventaja que le debe también al porfiado Trump y los obstáculos que puso hasta última hora a una transición pacífica y normal.

Incluso ahora, el Senado, que inició la víspera las audiencias de confirmación de los miembros del gabinete y otros cargos claves que requieren esa certificación, también estará ocupado en el impeachment a Trump.

El discurso presidencial

Durante 21 minutos el nuevo presidente habló a los estadounidenses y al mundo, que por eso representa al imperio. Una palabra primó en su llamado, por las veces pronunciada: unidad o unión. La necesita y mucho la nación ante los desafíos sacados a flote en cuatro años trumpistas, donde el último estuvo signado por el evento inusitado de la pandemia y sus consecuencias económicas, y por la sangrante herida del racismo, el extremismo de los supremacistas blancos y la brutalidad policial.

Biden también repitió otro término una y otra vez, intrínseco a la máscara tras la que esconde todo tipo de desigualdades sociales: democracia.

«Este, el día de Estados Unidos. Es el día de la democracia», expresaba desde el mismo inicio del discurso. «La democracia ha prevalecido», enfatizaba.

Ubicó en un mismo plano de retos o desafíos de su gobierno a la pandemia del coronavirus, que se ha llevado ya la vida de 400 000 estadounidenses, y al supremacismo blanco, y aseguró que «confrontará y derrotará», una promesa que ya había hecho durante su campaña pero que habrá que ver si puede cumplirla en los cuatro años por delante.

Una optimista y osada visión de futuro, aunque también reconoció en ese discurso lineal que las fuerzas que dividen a la sociedad estadounidense son profundas, reales y no son novedosas: el racismo, el miedo, la demonización…

El objetivo siempre es el mismo, aun cuando los instrumentos para ponerlo en práctica sean diferentes a los de su predecesor. Pero es la confesión de fe de la llamada «excepcionalidad» como nación: reconstruir la economía para que Estados Unidos sea una vez más la fuerza que lidere el bien en el mundo. «Perros hueveros, aunque le quemen el hocico», diría mi abuela.

Me pregunto si esta afirmación será solo para las relaciones internas, porque bien debiera Estados Unidos ponerlo en práctica en su mirada al mundo. Podemos vernos no como adversarios, sino como vecinos, tratarnos con respeto, detener la gritería, calmar la furia que es una constante lucha, que la nación no sea un Estado de caos, que la unidad es el sendero a seguir… En este momento y en este lugar vamos a comenzar de nuevo a vernos de manera distinta, a vernos, a escucharnos, a mostrar  respeto mutuo… Cada desacuerdo no tiene que ser una causa para una guerra total…

Sin mencionarlo por su nombre, el ausente expresidente fue nombrado con sutilezas al hablar de seguridad, libertad, respeto, honor y verdad como objetivos y para desterrar las mentiras que buscan el poder y el beneficio, y dio su palabra de no pensar en el poder, sino en el bien común.

Repercusiones internas y externas

«Juntos, debemos reactivar nuestra economía, reafirmar nuestro liderazgo y competitividad a largo plazo, y restaurar la buena gobernanza a medida que trazamos el camino de salida de estas crisis. Y somos fundamentalmente optimistas de que podemos hacer precisamente eso si trabajamos en asociación», escribieron el presidente de la Cámara de Comercio de EE. UU., Thomas Donohue, y la presidenta Suzanne Clark.

Sin embargo, agregaron: «Al mismo tiempo, la Cámara advierte enérgicamente contra el retorno a una regulación excesiva o a impuestos anticompetitivos».

Las acciones en las bolsas de valores abrieron con ganancias en el primer día de la presidencia de Joe Biden: el promedio industrial Dow Jones se abrió con una ganancia de aproximadamente 100 puntos el miércoles; el índice S&P 500 se abrió con una ganancia del 0,6 por ciento y el Nasdaq aumentó un 1,4 por ciento gracias a un aumento del 14 por ciento en las acciones de Netflix.

The Hill notificaba que el discurso de investidura de Biden ganó elogios inmediatos de algunos senadores del Partido Republicano, de quienes la nueva administración necesitará el apoyo para obtener su agenda legislativa en el Congreso.

Entre esos legisladores están las senadoras Lisa Murkowski (Alaska) y Susan Collins (Maine); y los senadores Mitt Romney (Utah) y Pat Toomey (Pensilvania), este último dijo que está «rezando» por Biden.

El presidente francés Emmanuel Macron felicitó a Biden y a Harris, y les dio la bienvenida al Acuerdo sobre el clima de París.

Dato curioso, el senador Marco Rubio (republicano de Florida), presidente interino del Comité de Inteligencia del Senado, no asistió a la inauguración de Biden porque dijo previamente que estaría trabajando en la resolución de objeciones al Senado a una confirmación rápida de los elegidos por el nuevo presidente para dirigir esa comunidad.

Mientras tanto, My Way (A mi manera), de Frank Sinatra, se escuchaba en la Base Andrews cuando el expresidente Trump se marchaba a Florida en el Air Force One…

 Definitivamente, Joseph R. Biden —segundo presidente católico de EE. UU.—, toma posesión en tiempos turbulentos.

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