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¿Cabeza a cabeza?

Aunque la mayoría de las encuestas ha dado como triunfador a Gabriel Boric, nadie se atreve a certificar que el de izquierda ganará la presidencia a José Antonio Kast

Autor:

Marina Menéndez Quintero

Las certezas en torno a lo que ocurrirá este domingo en las presidenciales chilenas han sido tan escasas, que permitieron a algunas casas de juego abrir apuestas con éxito.

Sin bien los dineros puestos en manos de la banca dejaron calibrar quién piensan los apostadores que ganará —y eso también es tendencia—, tales aproximaciones siguen resultando, finalmente, poco serias. La porfía esta vez no la deciden las patas de los caballos, como en las carreras…

Tal perogrullada viene a cuento porque las definiciones que veremos no expresarán el brío del corcel, sino la luz larga de quienes les contemplan, de modo que sean capaces de medir bien a quién deben entregar las riendas.

Ante un contendiente como José Antonio Kast, augurador de tantos retrocesos para una sociedad que peleó y ganó en la calle una Asamblea Constituyente, hasta las apuestas de juego han favorecido a Gabriel Boric, quien fue superado por el derechista en la primera vuelta por margen de dos puntos porcentuales, pero al que la inmensa mayoría de las encuestas pusieron delante con vista al balotaje de hoy.

Neoliberal defensor del status quo y detractor por ello de una nueva Carta Magna, Kast es un declarado admirador de Augusto Pinochet: no haría falta mucho más para imaginar dónde quedarían, con él, los espacios de participación que, con trabajo, se han abierto los chilenos, como esa posibilidad de darse una Convención Constituyente; o los parciales triunfos que obtuvieron los pensionados en sus demandas contra las aseguradoras privadas, por solo citar dos ejemplos a los que habría que añadir los proyectos de corte popular que alcaldes pertenecientes al Partido Comunista como Daniel Jadue o Irací Hassler están implementando en comunas de la capital.

Del otro lado está un joven crecido precisamente en la lucha estudiantil y procedente del centroizquierdista Frente Amplio, quien conformó su programa de gobierno consultando a la ciudadanía y recogiendo sus criterios a lo largo del país. En consecuencia, ha puesto en los primeros planos el acceso universal a la salud, la muy demandada calidad de la educación y la atención a los jubilados.

Son esas abismales diferencias las que polarizan el torneo.

Del riesgo de retroceso que planea, habla el mero hecho de que personalidades desligadas de la izquierda como el expresidente Ricardo Lagos y la exmandataria Michelle Bachelet, hayan expresado su apoyo a Boric. Lógicamente, el Partido Socialista se decantó por él, pero también lo hicieron la Democracia Cristiana y el Partido por la Democracia, lo que invita a pensar que se ha formado una suerte de frente común en torno a un aspirante que, para algunos de ellos podría no ser el deseable, pero sí lo «menos malo».

Del otro lado, la UDI, bastión del pinochetismo y cuna política de Kast, expresó su respaldo al ultraderechista, postulado por la alianza Frente Socialcristiano, y a quien acompaña también la coalición saliente Chile Podemos Más, que integran Renovación Nacional, Unión Demócrata Independiente, Evolución Política y el Partido Regionalista Independiente Demócrata.

A pesar de que en las elecciones primarias de las coaliciones resultaron eliminados los precandidatos de posiciones «extremas» en favor de los moderados, lo cierto es que en la primera vuelta los más votados fueron, como hemos visto, los de las antípodas, aunque ninguno de los dos rebasara el 30 por ciento de los sufragios.

Para esta ronda, los sondeos sobrepasan la cota del 45 y hasta el 50 por ciento para uno u otro; la mayoría, a favor de Boric.

No obstante, nadie, no siendo esos estudios de opinión, se atreve a certificar quién ganará la presidencia.

Lo que pocos parecen dudar es que la diferencia puede estar en manos de los que no votaron en la primera vuelta.

Entre la indecisión y el descreimiento

Es posible que todavía alguien se pregunte cómo ocurrió la paradoja de que la ultraderecha obtuviera la mayor cantidad de votos en noviembre viniendo Chile, como lo hace, de jornadas donde se ha expresado con fuerza —aunque no de manera absoluta, desde luego— el deseo de acabar con la herencia pinochetista asentada en las leyes y la obediencia ciega al mercado, con la carga pesada de las privatizaciones y la consiguiente brecha social.

La respuesta pudiera estar en la atomización del sufragio entre siete contendientes, sin desdeñar el peso de quienes no fueron a votar y seguro lo hicieron un año atrás, en el plebiscito que decidió la redacción de otra Carta Magna.

Para entonces, el Apruebo obtuvo la cifra contundente del 78 por ciento y asistió a las urnas casi el 51 por ciento del padrón.

Hace un mes, sin embargo, quedó por fuera el 53 por ciento. La diferencia en la abstención fue apenas de un cinco por ciento, pero la cifra total de los ausentes en la primera ronda no fue un número menor en momento de tamañas definiciones.

Un elemento interesante lo puede aportar la elección de los miembros de la Convención Constituyente, que se realizó junto con la escogencia de alcaldes y concejales en mayo pasado y donde la participación, de un 43 por ciento, fue aún menos sólida.

Como la poca asistencia en elecciones regionales parece un «mal» habitual, quedaron de esa lid lecturas más reveladoras acerca de las preferencias políticas.

La izquierda salió bien parada en la escogencia de concejales y alcaldes con la obtención de pocos pero relevantes nuevos espacios.

Sin embargo, en la elección de los constituyentistas no pudo decirse que ganó esa tendencia ni tampoco la derecha, sino los aspirantes independientes: personalidades con prestigio en la sociedad y, sobre todo, representantes de los movimientos sociales y populares que emergieron con fuerza en los tiempos recientes, quienes obtuvieron la insospechada cifra de 48 de los 155 escaños de la Convención, para constituirse en la bancada mayor.

Tal voto se interpretó como desapego o, en el peor de los casos, castigo a la política tradicional. Algunos entendieron que el esquema podría repetirse en las presidenciales, y quizá ello explique lo visto en noviembre.

Lo cierto es que ahora la asistencia puede ser definitoria para impedir la vuelta atrás que dejó ver la mayoría obtenida entonces por Kast.

Dos modelos antagónicos están hoy frente a frente en Chile.

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