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La herida que no cicatriza

A pesar de la paulatina recuperación, el año 2020, debido a la COVID-19, fue un mazazo en todo el mundo para el empleo juvenil, lo que traerá consecuencias a largo plazo para ese grupo poblacional

Autor:

Fabio Quintero

No se ha quitado el birrete. No ha guardado el título. No se le ha curado el acné juvenil o no se le cubre la barba totalmente. No cumple los 24 años aún. Y lo empujan. Quizá es una mano o un no se sabe qué violento que lo fustiga. Rueda en la calle. Se raspa fuerte la rodilla, se corta la cara, se ensangrienta el codo. Llega la cicatriz y su efecto lo acompaña. Llega la pandemia de la COVID-19 y su impacto se multiplica.

Si una mancha en el expediente es negativa, peor es tener el currículum en blanco y por tanto tiempo para un joven que busca trabajo. Según las estimaciones de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), la tasa de desempleo juvenil (población de 15 a 24 años en búsqueda de trabajo) alcanzó en 2019 el 17,8 por ciento en América Latina y el Caribe, lo que ya suponía un ambiente adverso.

A su vez, la pandemia ha implicado la pérdida de más de 17 millones de empleos en la región y los jóvenes están entre los más afectados. En Lima Metropolitana (Perú), el 70 por ciento perdió su empleo; en Colombia, la tasa pasó de 16 por ciento a casi 30 por ciento; y en México, más del 12 por ciento de los jóvenes en el sector formal perdieron su trabajo.

María Fernanda Gómez, economista y consultora, explica en su blog Factor Trabajo que el inadecuado acceso de los jóvenes al mercado laboral, a raíz de la crisis de la COVID-19, tiene consecuencias severas a corto plazo: «Primero, reduce el ingreso y el acceso a servicios básicos. Al inicio de la pandemia, dos de cada cinco jóvenes a nivel global presentaron una reducción de su ingreso. Segundo, impacta más allá de los indicadores laborales, pues desmejora el bienestar emocional. Los jóvenes que dejaron de trabajar o estudiar durante la pandemia presentaron el doble de probabilidad de padecer ansiedad o depresión que los que siguieron en sus labores. Tercero, puede aumentar conductas de riesgo como el consumo de drogas y alcohol».

Los análisis difundidos por el catedrático Ronald McQuiad, especialista en Empleo y Trabajo por la universidad escocesa de Stirling, insisten en lo perjudicial del efecto cicatriz que deja la combinación de desempleo y confinamiento: El empleador suele interpretar baja productividad a causa del prolongado período de tiempo en paro; el aspirante puede perder confianza en  sus capacidades y habilidades. Estos elementos se combinan para que lo probable a largo plazo sea optar por trabajos poco remunerados.

Un reporte de Noticias ONU sugiere la creación de políticas que estimulen la contratación y apoyo a este sector poblacional. Los datos de la OIT dan cuenta de 23,8 por ciento de desocupación en los jóvenes entre 15 y 24 años durante el primer trimestre de 2021, el nivel más alto desde 2006.

Vinicius Pinheiro, director para América Latina y el Caribe de la OIT, teme que esta generación de jóvenes, atrapados por los picos del virus y las inflaciones del mercado, sea la «generación del confinamiento». «Las protestas que ocurrieron en diversos países de la región antes de la pandemia fueron encabezadas por la juventud. Después de una crisis feroz que ha dejado a muchas personas sin esperanzas, ya hemos visto cómo en algunos lugares esos jóvenes vuelven a salir a reclamar un porvenir», dijo el funcionario  al sitio web de las Naciones Unidas.

La investigación Desempleo juvenil y políticas sociales del Centro de Estudios Metropolitanos de Argentina, profundizó también sobre este tópico. La tasa de informalidad y la inactividad elevada son dos de los factores claves para explicar lo sucedido en la región de América Latina y en el mundo.

El género en el paro

La OIT estima que, en el mundo, el 55 por ciento del personal en hoteles, catering y turismo son mujeres. Además, con el cierre de las escuelas son quienes, por lo general, se quedaron en casa para cuidar a sus hijos.

Desde antes de la pandemia, se estimaba que en los países en vías de desarrollo la mujer joven sufría de mayor desempleo que los hombres. En la etapa de la COVID-19, la tendencia reflejó que el impacto para ellas fue mucho mayor, según un artículo de BBC Mundo.

Si cruzamos las informaciones por género, en Argentina el subgrupo de mujeres jóvenes resultó más perjudicado que el de los varones. La pérdida de puestos de trabajo ascendió al 31 por ciento durante el momento más crítico de la pandemia, mientras, en el caso de los hombres, la caída fue del 27 por ciento.

Con los registros que brinda la Dirección Nacional de Economía, Igualdad y Género, 2020 en Argentina, se dilucida la situación de las mujeres en ese país: «Tiene que ver con que las Tareas trabajo doméstico y de cuidados no remunerado (Tdcnr) recaen especialmente sobre ellas ya que son las que realizan el 76 por ciento de dichas labores, mientras que los varones realizan solo el 24 por ciento», argumenta el ya referido estudio de Desempleo juvenil y políticas sociales.

Europa y el cierre

Entre abril y junio de 2020 en el Reino Unido el número de jóvenes desempleados en los renglones de los servicios gastronómicos y de alojamiento se incrementó en más de 50 por ciento con respecto al primer cuarto de año. La ola inicial de la COVID-19 constituyó el primer tsunami del paro. En este sentido, el porcentaje general de esas edades (15-24) subió de 2,3 a 14,4.

Como promedio, en toda la Unión Europea, solo Grecia escapa de la estadística debido a su ya paupérrimo nivel de empleo juvenil desde antes de la pandemia. En Alemania, el país del grupo regional con la tasa más baja de desempleo al inicio de los 2000, luego del primer semestre de 2020, se estabilizó a niveles pre-SARS-Cov-2. Las leyes de protección laboral y las políticas sostenidas en esta nación marcaron la diferencia en medio de un escenario tan complejo, y contrastaron con lo ocurrido en Reino Unido.

En suma, el golpe mayor aconteció en las economías en vías de desarrollo como Brasil, Perú o Sudáfrica. En el continente americano desnudó los males de fondo de las estructuras creadas (o no) para proteger a los jóvenes, y para las mujeres resultó doblemente engorroso. Luego del primer pico pandémico de 2020, y los sucesivos de 2021, la tendencia es a alcanzar una (des) estabilidad como en 2019.

La mayor preocupación para los jóvenes para conseguir empleo radica en las habilidades no ganadas en todo este tiempo. Qué hacer con su rajón en el brazo, la herida en la pantorrilla o la partidura de cabeza que cierra mal. Ya están marcados de por vida, la pregunta es si las convertirán en rémora o acicate.

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